DEJÉ DE BUSCARTE
CUANDO
COMPRENDÍ
QUE VIVÍAS
DENTRO DE MI ALMA…
Buenos días hijo, aquí estoy otro sábado de los nuestros, descalza y en pijama pero arropada por la atmósfera tibia de esta casa silenciosa en la que tu padre y tu hermano aún duermen.
Qué te puedo contar que tú ya no sepas, si cada día pienso en ti y te hablo quedo con el alma, y tú me contestas con dulzura, con infinita paciencia, y me abrazas con señales, y te ríes con guiños divertidos, y me ayudas con ideas ocurrentes, de esas tan tuyas.
Nada de lo que escribo aquí te es ajeno, Rodrigo, porque mantenemos un contacto continuado aunque sutil; amoroso como tú, fluido y sorprendentemente sencillo. Sé que me dedicas tus sonrisas cuando nos hablamos y no dejo de recordar la que tenías aquí, y te quiero.
No importa que los calendarios digan que hace mucho que te fuiste, siempre estás conmigo. Y no es que te tenga atado, no es que no sepamos los dos superar este abismo que nos separa, porque sigue ahí. Es que el cariño sigue fluyendo. Y seguirá hasta que volvamos a encontrarnos. Y el amor es el puente más poderoso entre tu mundo y el mío.
Volveré a mis quehaceres, ya lo sabes: las correcciones, la preparación de temas, las tareas domésticas, la costura… mil trabajos. Pero tú siempre estás en mí. Sin acritudes, sin dolor inútil, sin rabia ni venganza. No inmiscuyéndote en cada instante, con angustia, sino en momentos especiales. Como cuando estabas aquí, de manera más discreta pero siempre encantadoramente dulce.
Buenos días, hijo querido. Ahora vuelvo a la rutina. Que también tú tengas un buen sábado.
Es una colaboración de: M.C.L.S.
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