PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

lunes, 22 de noviembre de 2010

LA MUERTE ES PARTE DE LA VIDA

La muerte es el hecho más profundo
Y significativo de la vida.
Eleva aun al último de los mortales
Sobre la semioscuridad
Y la banalidad de la vida.
Y el solo hecho de la muerte
Coloca la pregunta del significado de la vida
En toda su profundidad.
El significado está ligado con el final.
Y si no hubiera final,
La vida no tendría ningún significado…

Para poder empezar a entender la vida, debemos comenzar con el entendimiento de que hay un final. O de una manera más directa, para empezar a entender mi vida, debo comenzar comprendiendo mi muerte.

No la muerte en un sentido abstracto, sino mi muerte. Porque yo creo que el contemplar mi muerte puede ayudar muchísimo a entender el sentido de mi vida. Saber que la vida es finita, le da el sentido de entendimiento y urgencia a cada día, a cada momento.

En las palabras de Kubler- Ross, “la muerte es la llave para abrir la puerta de la vida”.

Una de mis imágenes favoritas de la muerte proviene de la película de Monty Python, The Meaning of Life. No sé si esta escena pasará la prueba del tiempo como el Réquiem de Mozart.

En medio del humor, la escena ciertamente presenta una imagen clásica de la muerte. Comienza en un lugar ventoso y desolado; la cámara enfoca una alta figura solitaria, un esqueleto apenas cubierto por un ropaje negro, sosteniendo una guadaña: la Muerte.

Camina hacia una casa y golpea la puerta con su guadaña. El inglés que abre la puerta ve la herramienta y dice: ¿se trata de la cerca? No, yo soy la Muerte.

El inglés se vuelve a los invitados reunidos para la cena y anuncia: es un tal Muerte, y está aquí con la segadora. Por cortesía, el grupo de ingleses y americanos le pide a Muerte que se quede a cenar con ellos.

La Muerte trata de explicar quién es y que viene para llevárselos. Finalmente, para llamar la atención del grupo, rompe algunas de las copas de vino.

Señalando lo que parece ser un salmón en mal estado dice: todos ustedes están muertos.

“Bueno, eso nos entristece la velada”, responde una persona. Otra se levanta y le increpa: “Mira, irrumpes aquí sin estar invitada, rompes nuestras copas y luego nos dices como de pasada, que estamos todos muertos”.

La Muerte sienta al hombre de un empujón. La mujer que cocinó el salmón sigue murmurando lo apenada que está. El hombre americano trata de dar un discurso. Finalmente, la Muerte los convence de que están todos muertos y deben seguirla. Caminando de tras de ella y aun cargando algunas de las copas de vino intactas, uno de ellos dice: ¿nos llevamos nuestros coches? La escena termina con ellos manejando sus coches, siguiendo a la Muerte hacia una luz blanca y brillante.

EI rostro de la Muerte en esta escena es grosero, espantoso, una visita no invitada, una visita inesperada. ¡Ah, la muerte! Ella está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja.

Para algunos esa es la imagen tópica que tienen de la muerte, pero para otros, la muerte puede tener una sonrisa en el rostro, actuar con cortesía, hasta con misericordia, e invitarnos elegantemente a un carruaje cuando llegue nuestra hora.

Para mí, la muerte tiene muchos rostros.

Tiene el rostro de mi madre. Fue mi primera oscuridad de dolor. Y tiene el rostro de mi padre, poco tiempo después. Tiene el rostro de muchos amigos que han partido, y el de hombres, mujeres y niños de mi comunidad que he conocido y que he amado. Para otros podrá tener el rostro de una esposa o un marido, de un hijo o una hija, de un padre o madre, hermano, hermana, amigos. La muerte tiene muchos rostros.

Pero les confieso que con el tiempo, la muerte y yo nos hemos hecho amigos.

Sí. La muerte es hoy una amiga. Es una constante compañía que me ayuda a buscar y resaltar lo mejor en cada persona, en cada momento, en cada recuerdo y especialmente, que me ayuda a buscar lo mejor de mí mismo.

Es la que me hace recordar, volver a pasar por el corazón, a cada uno de esos rostros.

La muerte, con la apariencia de mi madre o de mi padre, en el rostro de mis amigos, me recuerda que debo dar urgencia a mi vida, me recuerda que debo estar agradecido por las bendiciones de cada día. Me recuerda que puede llegar en cualquier momento. La muerte me hace reflexionar en lo que hoy es verdaderamente relevante en la vida.

La muerte tiene para mí muchos rostros. Ellos son una parte inseparable de mí. Y todos me alientan a ser y hacer, a superar el dolor y a buscar alcanzar mi paz de espíritu.

Marcelo Rittner: “Aprendiendo a decir adiós”

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