PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

martes, 29 de marzo de 2011

EL DOLOR, EL AMOR Y LA PÉRDIDA DE UN SER AMADO


La muerte debe ser algo extraordinario, como es la vida. Para comprender la muerte tenemos que comprender la totalidad de la vida, no tomar sólo un fragmento de ella y vivir con ese fragmento, como lo hace la mayoría de nosotros. En la comprensión de la vida está la comprensión de la muerte, porque ambas no están separadas. - Krishnamurti


Volver a nuestra casa después del entierro, supone el comienzo de un periodo difícil, quizá el más difícil, y largo de dolor infinito para quienes han perdido a un ser querido.


Y aun a pesar de saber que hay que empezar a devolver la normalidad a nuestras vidas y saber también (que hay que seguir adelante, que no debemos morirnos con los muertos, que estará bien allí donde va. etc.etc) todo lo que nos dicen quienes con su mejor voluntad quieren ayudarnos y animarnos.

Necesitamos que nos dejen llorar, necesitamos silencio, necesitamos recogimiento, necesitamos estar solo con nosotros mismos, ese espacio y ese tiempo en el que ir deshaciendo todos los nudos y encontrando todas las respuestas, que se han ido formando dentro.

El duelo es un proceso personal e intransferible, como el dolor, y cada cual lo vive a su manera. Los estudiosos de esa ineludible experiencia humana, (la muerte), creen que la muerte repentina y a una edad en la que no toca, como es el caso de los accidentes, es probablemente la más difícil de soportar, porque no ha habido ninguna preparación para afrontarla y porque es seguro que han quedado muchas cosas pendientes. Esas muertes traumáticas nos dejan sin aliento y con terribles sentimientos de culpa. "¿Por qué no hice...? ¿Por qué no dije...?"

Las emociones y pensamientos después de una pérdida son tantos y tan intensos que necesitan un tiempo preciso para ser vividos, asumidos y transformados en algo más llevadero, menos dañino.

El duelo tiene distintas fases:

La primera es un absoluto "shock": la pérdida, el vacío y el dolor son insoportables. Puede durar horas, días o semanas. Es la etapa del "no puede ser". La realidad tan aparentemente sólida se ha desmoronado y deja a cualquiera sin capacidad para responder, para sentir incluso. Desde este estado de no sentir, no pensar, no ser, todo es más llevadero, como si la mente y el corazón se anestesiaran.

En la segunda fase, ese vacío y dolor insoportables dejan paso a la necesidad de expresarse, pero con una incapacidad total para escuchar.

En la tercera, vendrá el momento de compartir experiencias similares con otras personas, porque el vacío y el dolor ya se han aceptado. Hay grupos de ayuda que pueden colaborar en esa etapa. Ese es el momento donde la ayuda de quienes nos quieren, empieza a ser efectiva, donde ya estamos receptivos a entender los procesos por los que hemos pasado y los que nos quedan por pasar.

Todas esas fases son tiempo de llanto, insomnio, pérdida de apetito, agotamiento, falta de concentración, emotividad desbordada, negación, recuerdos incesantes, desamparo, soledad, depresión, culpabilidad, ideas de suicidio, ira, miedo.


Pero poco a poco, la pérdida se va transformando, el vacío empieza a llenarse y el sufrimiento deja de ser algo constante. Esta fase da lugar a un renacimiento auténtico con todas las connotaciones de la palabra, en el cual uno surge más fuerte y más capaz que antes.

Los caminos hacia una recuperación son muchos, y cada persona suele forjarse el suyo, algunos con ayuda, otros sin ella. Suele empezar, como todo cambio importante, con una toma de conciencia de que el sufrimiento no deja vivir y un acto de voluntad de querer salir de ese estado. Ayuda enormemente ubicar al ser querido en algún lugar o en un estado superior para darle una continuidad.

También buscar momentos de armonía y paz, que se pueden fomentar por medio de encuentros con la naturaleza, la música, la lectura y la relajación. El paso siguiente es la conversión del bienestar interno en una manifestación real externa y la mejora de la vida cotidiana haciendo algo bueno para uno mismo.

Vale la pena entonces volver a conectar con las personas queridas y redescubrir pequeños placeres y permitirse disfrutar de ellos. Y finalmente, analizar y valorar las vivencias y ver cuán enriquecido y fortalecido se está, sabiendo que ya nadie ni nada podrá separar al familiar o amigo de esa persona tan querida, ya que se lleva dentro del corazón en paz y armonía.

Para llegar hasta aquí es importante manifestarse como cada uno necesita y no temer al propio dolor.

La relación con el dolor ha de empezar por su aceptación. Si no se acepta, no se puede transformar, y hace aún más daño cuando se intenta reprimir o ignorar.

La magnitud de la pérdida se manifiesta con tanta fuerza que a la mayoría de las personas que la sufren no les deja apartar el dolor. Es vital tenerlo presente, es vital llorar, es imprescindible expresarlo y encontrar que por lo menos los demás aceptan, comprenden y apoyan. Y esto no se puede hacer si se teme al dolor, si a lo largo de la vida se reprime todo aquello que podría hacer sufrir, por muy mínimo que sea, para no demostrar debilidad.

Y llegado este punto, conviene recordar que solamente aquello que dejamos dentro, es lo que nos hace daño, por eso la importancia de sacar al exterior todo aquello que realmente nos hace daño.

No es de débiles llorar, no es de débiles admitir que se tiene una sensibilidad que permite ser humano, sentir, gozar y ¿por qué no?... sufrir. Llorar solo lo hacen los fuertes, porque fuerte debemos ser para mostrarnos ante los demás como somos, pues siempre es mas fácil esconder nuestros sentimientos.

Hay que dejar de llevar el rechazo de las penas a cuestas, llorar lo que duele para poder reír y alegrarse mejor después, disfrutar de la vida, sin arrinconar lo que se desconoce o teme, y dar a cada sentimiento su espacio y tiempo.

Sin olvidar nunca que:

“EL DOLOR ES OBLIGATORIO, EL SUFRIMIENTO ES OPCIONAL”

“PARA SABER MORIR PRIMERO HAY QUE SABER VIVIR”

lunes, 28 de marzo de 2011

EL DUELO POR NUESTRAS MASCOTAS


Debemos ser conscientes que en la gran mayoria de los casos, nuestras mascotas nos dieron mas amor ellas a nosotros que nosotros a ellas.


Son muchos los correos que han llegado al blog para preguntarnos precisamente, por las mascotas, que suceden cuando mueren, que debemos hacer, donde van y sobre todo entender, que como ser vivo (sea la mascota que sea) después de varios años de convivir con nosotros, es indudable que se generan unos lazos de amor que son reales.


Lo que ocurre es que en una sociedad tan falsa como la actual donde poco es real y casi todo es farsa y apariencia y las cosas se hacen para quedar bien cara a los demás y no porque se sientan. Las personas creen que demostrar el dolor por su mascota es como demostrar un signo de debilidad e incluso algo ridículo.


Nada mas allá de la realidad ellos y ellas nuestras mascotas nos llenaron de amor y en esa relación lo normal es sentir dolor por su ausencia física. Y simplemente por sensibilidad, todo ser vivo (mineral, vegeta, animal) en este maravilloso planeta blanco, azul y verde llamado tierra, cuando muere, al irse deja su impregnación y contribuye a la evolución del planeta en su parcela, al igual que nosotros lo hacemos en la nuestra.


Muchas personas se extrañan del dolor que algunos propietarios de mascotas, manifiestan ante la muerte de estas. Hay gente que llega a considerar, exagerado e incluso esperpéntico, sufrir por la muerte de un animal de compañía, pero la realidad es bien distinta.


Aquellos que han tenido mascotas con las que han llegado a convivir, se refieren ellos como si de un miembro de la familia se tratasen. En estos casos llegan a producirse lazos afectivos importantes con el animal y no es extraño, que la muerte del mismo sea vivida con una intensidad tal como si la de un pariente se tratase.


Algunos propietarios llegan a vivir la muerte de sus mascotas, de manera similar al dolor emocional, que produce la pérdida de seres queridos, atravesando por intensos estados de ansiedad y llegando a sumirse en la más profunda depresión.


En estos casos se hace necesario una correcta elaboración y superación del proceso de duelo.


Para evitar el dolor que les produce la perdida, muchos propietarios de mascotas, se niegan a hablar abiertamente de la muerte de esta, con la esperanza de que el tiempo vaya disipando el dolor y la pena.


Eunice Johannson, psicólogo de la Pet Therapy Society, del Norte de Alberta (Canadá), hace una serie de recomendaciones para ayudarnos a superar el duelo.


Recomienda expresar nuestro pesar y sentimiento a personas con suficiente capacidad empática para comprendernos (miembros de la familia, amigos, compañeros de trabajo e incluso el veterinario). También recomienda llorar abiertamente como parte del proceso de recuperación emocional.


Eunice Johannson, considera importante comer adecuadamente, hacer algo de ejercicio y descansar. Nos señala, algunas actividades que podrían ayudarnos a una mejor elaboración del duelo, tales como plantar un árbol en honor a nuestra mascota, crear un álbum de fotos o crear un libro de recuerdos.


La Pet Therapy Society, en la que se encuentra ,tiene entre sus programas el “PAWS To Remember” (patas para recordar) , que incluye el apoyo gratuito a aquellos propietarios que han sufrido recientemente una perdida a través de la línea telefónica

sábado, 26 de marzo de 2011

PIENSA EN EL DÍA DE TU MUERTE


Un importante libro medieval sobre ética, El Libro de los justos, es un manual para desarrollar el potencial espiritual que uno posee, probablemente sin saberlo.


El autor insiste que para que se dé el crecimiento espiritual y ético en una persona, es crucial que ella piense en el día de su muerte.

Resulta importante que le diga a su corazón: “mi corazón, mi corazón, ¿no sabes que fuiste creado solamente para regresar al polvo? ¿No sabías que todos los días que vives en la tierra pasan como una sombra, como una semilla de grano que se lleva el viento desde el suelo, y como humo de una fogata?”.

Generalmente, la gente joven no tiene el hábito de pasar mucho tiempo contemplando el día de su muerte. Uno es joven, está lleno de vigor, energía, descubrimientos, independencia, y quizá hasta disfruta de buena salud. Por eso la muerte no es una gran preocupación para la mayoría de los jóvenes.

Es cuando las personas experimentan la pérdida cuando se la plantean en serio. Cuando llega la muerte de padres y amigos de sus padres, de amigos, parientes y hermanos, el hecho se hace demasiado real, y no es tan agradable de contemplar.

¿Por qué, entonces, debemos pensar con regularidad acerca del día de nuestra muerte? Porque puede enseñarnos importantes lecciones que nos ayuden a vivir nuestras vidas de manera más completa y con más significado.

Primero, al saber que todos nosotros inevitablemente moriremos, recordamos que todos los seres humanos somos iguales. No importa lo grandes o fuertes que seamos, lo que hayamos logrado o aprendido, cualquiera que sea la posición que hayamos conseguido a través de la riqueza, el talento o el liderazgo, cada uno de nosotros, como todos los demás, es finito.

Reconocer la mortalidad compartida nos recuerda nuestra humanidad compartida y el deber de tratar a los demás seres humanos con respeto, justicia y bondad. Que todos somos iguales en la certidumbre de la muerte, sugiere que en vida la dignidad humana también es compartida.

La segunda lección que aprendemos al pensar acerca de nuestra muerte es que debemos tener cuidado de no malgastar el tiempo.
Dado que aquí en la Tierra lo tenemos limitado, debemos utilizarlo sabiamente, asegurarnos de que habrá para trabajo y tarea, para leer y para divertirse, para pensar y para descansar, y para la gente. No dejemos que el agobio vital nos prive de oportunidades, actividades o algunas personas de esas que hacen que valga la pena vivir.


Cuando somos conscientes de que nuestro tiempo en la Tierra es limitado también es más probable que usemos el tiempo cuidadosamente, lo llenemos, no con carreras frenéticas y prisas, no con actividad compulsiva, sino con las cosas que realmente cuentan: compromiso, causas, trabajo, descanso, juego, la posibilidad de cambio, otros seres, personas increíblemente queridas, risas, lágrimas, momentos plenos de belleza …

Todo esto suena cómo si habláramos del amor. Recordar la muerte nos recuerda el valor de cada día de vida, nos recuerda que es sabio hacer que nuestros días cuenten. Cuando somos conscientes del hecho de que nuestro tiempo es limitado y que nunca sabemos cuándo puede llegar el final, nos damos cuenta de que debemos apreciar el momento y actuar ahora.

También hay sabiduría en reconocer que la muerte con frecuencia interviene, y que algunas veces no obtenemos segundas oportunidades de decir cosas que queremos decir, que debemos decir, hacer efectivas reconciliaciones con personas con las que nos hemos distanciado.

Este pensamiento me recuerda cuando hace algunos años, al legendario Oso Bryant, reconocido entrenador de fútbol americano en la Universidad de Alabama, le pidieron realizar un anuncio de televisión para la compañía telefónica Southern Bell. La parte del entrenador Bryant era sencilla, solamente una frase. Al final del comercial, Bryant debía darles, gritando, una orden a sus jugadores: “¡Llamen a su mamá!”. En la filmación del comercial sucedió algo inesperado. Mientras Oso Bryant se volvía hacia la cámara, las lágrimas se asomaron en sus ojos cuando dijo: “¡Llamen a su mamá!, les aseguro que quisiera poder llamar a la mía”.

La compañía pasó el comercial al aire como se filmó, y la respuesta fue abrumadora. La gente llamó a sus seres queridos. Varias personas llamaron para agradecer a Southern Bell. Y él, que había estado separado de su madre seis años por una de esas discusiones tontas que todos conocemos llamó finalmente a su madre al acabar el rodaje, y en una larga conversación se reconcilió con ella. Lo curioso es que pocos días después, ella murió inesperadamente.

Si pensamos en el día de nuestra muerte, estaremos más inclinados a tomar ventaja de las oportunidades de cambio, amor y reconciliación cuando se nos presentan. No recibimos muchas segundas oportunidades. Con mucha frecuencia en nuestra vida dejamos que pequeñas cosas se interpongan en el camino de nuestras relaciones personales, la gente comienza una discusión, permite que una herida se haga profunda, deja que el distanciamiento crezca.

Las razones para aislarse pueden ser relativamente menores: olvidarse de una ocasión familiar, no ofrecer un cumplido esperado, ocasionar vergüenza; con frecuencia, el origen de una pelea es olvidado. Sin embargo, hay veces en las que nos damos cuenta de que debemos extender la mano, escribir la carta, hacer la llamada, ofrecer reconciliación y amistad, ternura, sensibilidad y entendimiento.

Cuando somos conscientes de nuestra mortalidad y de la mortalidad de otros, tenemos menos oportunidades de perder oportunidades para arreglar relaciones, somos propensos a perdonar y pedir perdón, estamos más dispuestos a abrazar a personas que realmente amamos y decirles lo mucho que nos importan.

Cuando recordamos que un día moriremos, tenemos más probabilidades de vivir la vida. Porque la conciencia de nuestra mortalidad puede ayudarnos a vivirla más plenamente. Pensar el día de nuestra muerte nos impulsa a recordar la equidad humana y respetar la dignidad humana. Nos recuerda no desperdiciar nuestros días y a hacer que nuestra vida cuente. Recordar el día de nuestra muerte, nos recuerda la urgencia de vivir, la urgencia de reconciliarnos mientras aún hay tiempo, nos recuerda apreciar el regalo de la vida.

Quiero dejarles como reflexión este relato, que nos habla de las cosas verdaderamente importantes y relevantes de la vida:

Un padre viudo y su hijo vivían en diferentes ciudades. Semanalmente, como un ritual, hablaban por teléfono.

Cierta vez, ante la proximidad de las fiestas de fin de año, el padre invitó a su hijo a pasarlas juntos. El hijo se disculpó.

—Perdona, papá, pero estoy muy ocupado y ya había hecho otros planes con mis amigos.

Luego de un breve silencio, la voz entrecortada del padre volvió a escucharse:

—Hijo, permíteme hacerte una pregunta: el día que yo muera, y te avisen, ¿dejarías lo que estuvieras haciendo, para estar presente en el funeral y despedirte de mí?

—Papá, ¿cómo se te ocurre semejante duda? Que Dios te dé muchos años de vida, pero ciertamente estaría junto a ti.

—¿Sabes, hijo? En vez de venir a mi entierro, mejor ven ahora que estoy vivo y compartamos el momento.

Vivimos rodeados por la muerte que nos priva de aquellos a quienes amamos y que algún día privará a quienes nos aman de nuestra presencia. La muerte puede llevarse el futuro, nunca el pasado.

Lo que hemos vivido, compartido, reído y llorado, peleado y reconciliado, los abrazos y las caricias, las palabras y los silencios, cada uno y todos los momentos han sido tan intensos, que son una parte inseparable de nosotros.

Tal vez la lección más importante que he aprendido en la vida está en la palabras llenas de sabiduría de un ser humano que realizó el viaje por el dolor: “Yo le diría a la otra persona, por el hecho que aprendí un poquito más, que se asegure de que las personas a quienes ama lo sepan.
El resto es trivial. Los desacuerdos, las riñas, no son importantes. Se ven inmensamente pequeñas, cuando las observamos con una vista panorámica”.

Cuando el dolor lastime tu corazón, recuerda que la oscuridad más intensa de la noche es el instante previo al amanecer.

Recuerda que el tiempo solo, no cura. Que es la lealtad a la vida la que nos permite aprender a decir adiós.

RECUERDA QUE LA MUERTE COMO TAL NO EXISTE, QUE SOMOS ETERNOS.
QUE SOLAMENTE CAMBIAMOS DE PLANO DE EXISTENCIA QUE, MORIMOS AQUÍ PARA NACER EN EL MUNDO ESPIRITUAL.

jueves, 24 de marzo de 2011

SER TRANSPARENTE

A veces, suelo preguntarme por qué es tan difícil ser transparente… creemos que ser transparente simplemente es ser sincero, no engañar a los otros.

Pero ser transparente es mucho más que eso.

Es tener el valor de exponerse, de ser frágil, de gritar, de decir lo que sentimos… Ser transparente es desnudarse el alma, es dejar caer las máscaras, bajar las armas, destruir las inmensas y pesadas paredes que nosotros insistimos tanto en construir…

¡Ser transparente es permitir que florezca toda nuestra dulzura y que fluya al exterior,todo el amor que llevamos dentro!

Pero infelizmente, casi siempre, la mayoría de nosotros decide no tomar ese riesgo. Preferimos la dureza de la razón a la luminosidad que expondría toda la fragilidad humana.

Preferimos el nudo en la garganta a las lágrimas que nacen de lo más profundo de nuestro ser… Preferimos perdernos en una búsqueda loca de respuestas inmediatas a simplemente rendirnos y admitir que no sabemos, que tenemos miedo.

No importa qué doloroso es tener que construir una máscara que nos distancie cada vez más, preferimos eso para mantener una imagen que nos dé la sensación de protección… Así, vamos ahogándonos cada vez más en palabras falsas, en actitudes falsas, en sentimientos falsos…

Con el pasar de los años, un vacío frío y oscuro nos hace percibir que ya no sabemos dar ni pedir lo más precioso que tenemos para compartir… dulzura, comprensión…

Sufrimos, nos sentimos solos, inmensamente tristes y lloramos calladamente antes de dormir. Los latidos gritan dentro nuestro por no tener el valor de mostrarnos a quienes más amamos.

Porque, equivocadamente, aprendimos que es mejor atacar, acusar, criticar y juzgar, que simplemente decir: “estamos hiriéndonos… paremos ¡por favor!”

Porque aprendimos que decir “eso es ser débil, es ser tonto,” es ser menos que el otro. Cuando, realmente, si actuáramos con el corazón, podríamos evitar tanto dolor, tanto dolor…

Sugiero que nos permitamos explotar toda nuestra dulzura. Que consigamos no atraer el lamento, no contener la risa, no esconder tanto nuestro miedo y no querer parecer tan invencibles…

Que consigamos no intentar controlar tanto, competir tanto….

Que consigamos vivir dulcemente… sentir… AMAR…

Y que en nuestro día a día seamos todo corazón, mucho más sentimiento, inundado de un amor transparente, a pesar de todo el riesgo que eso significa.

Si QUIERES LOGRAR LO QUE AÚN NO HAS ALCANZADO
TIENES QUE HACER LO QUE AÚN NO HAS INTENTADO


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martes, 22 de marzo de 2011

CERRANDO ETAPAS......PASANDO PAGINA


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida.

Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto.


Cerrando círculos, O cerrando puertas, O cerrando capítulos.

Como quiera llamarlo, lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó con su trabajo?, ¿Se acabó la relación?, ¿Ya no vive más en esa casa?, ¿Debe irse de viaje?, ¿La amistad se acabó?

Puede pasarse mucho tiempo de su presente “revolcándose” en los porqués, en devolver el casette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, sus hermanas, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos, a pasar la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.

No. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, papeles por romper, documentos por tirar, libros por vender o regalar. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó.

No esperen que le devuelvan, no espere que le reconozcan, no espere que alguna vez se den cuenta de quién es usted. Suelte el resentimiento, el prender “su televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo.

La vida está para adelante, nunca para atrás. Porque si usted anda por la vida dejando “puertas abiertas”, por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran,posibilidades de “regresar” (a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron ¡Si puede enfrentarlos ya y ahora, hágalo!, si no, déjelo ir, cierre capítulos.

Dígase a usted mismo que no, que no vuelve.

Pero no por orgullo ni soberbia, sino porque usted ya no encaja allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio. Usted ya no es el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.

Cierre la puerta, pase la hoja, cierre el círculo. Ni usted será el mismo, ni el entorno al que regresa será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático.

Es salud mental, amor por usted mismo desprender lo que ya no está en su vida. Recuerde que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque: cuando usted vino a este mundo ‘llegó’ sin ese adhesivo, por lo tanto es “costumbre” vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy le duele dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad.

Pero … cierre, clausure, limpie, tire, oxigene, despréndase, sacuda, suelte. Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.

¡Esa es la vida!

domingo, 20 de marzo de 2011

SIEMPRE UNA LLAVE.....SIEMPRE UNA PUERTA


Ante las puertas que hay en la vida, si quieres entrar, busca la llave; si debes salir, entrega la llave; si deseas quedarte ahí, guarda bien la llave... si te abren las puertas, sin llamar, cuida la llave; si no quieres que nada se te vaya a escapar, cierra con llave...

Y si quieres sacar lo que escondes dentro de ti, encuentra tu propia llave…


Si quieres darte la oportunidad de que alguien más explore las habitaciones de tu corazón, deja sin seguro tus puertas, para que entren con cuidado, libremente y sin que sientas temor…

Si has perdido la llave que abre algún rinconcito de tu vida que decidiste algún día clausurar; haz memoria de aquel momento en que sellaste ese cuarto y colocaste un enorme candado para que nadie pudiera abrir y pasar…

Y si se te extravió la llave que te confiaron, y se cerró la puerta que un día abriste y deseas volver a pasar… reconoce en qué has fallado, recupera la confianza y gánate una copia que te permita reparar el daño y volver al lugar del cual saliste y ahora quieres regresar…

Muchas veces cuando nos sentimos violentados o que no han sabido cuidar las llaves que entregamos, cambiamos la cerradura, colocamos cadenas y candados, nos volvemos tan desconfiados, que nos cuesta demasiado poner en las manos de alguien más, esa llave mágica que abra nuestras puertas de par en par …

Por eso, cuando sientas que ya no perteneces ahí, devuelve la llave y deja que otro ocupe tu lugar; y si por el contrario, no quieres irte y estás feliz, cierra con llave y guárdala en lo más profundo de tu corazón… Las llaves que se entregan son la mayor prueba de confianza que hay, porque al tenerlas en tus manos, sabes que puedes libremente salir o entrar…

Aunque te confíen todas las llaves de una vida y sepas que puedas abrir cada candado que abre las puertas del interior, recuerda que hay rincones tan profundos y ocultos en los que no debes entrar, todos los seres humanos tenemos derecho a nuestra intimidad…

Y así mismo, no todo lo que veas se puede tocar, hay sentimiento frágiles que se quiebran fácilmente, hay almas tan trasparentes que no debemos empañar, hay sueños que deben surgir libremente, hay pensamientos que no nos compete el manipular… las llaves que nos ofrezcan por muy mágicas y efectivas que sean, no nos dan el poder de influenciar en el pensar, sentir y actuar de los demás…

Hay llaves que guardan recuerdos o tapan heridas; hay llaves que resguardan sentimientos que anhelan salir y sentirse libres algún día; hay llaves que están a la vista de todos y parecen desapercibidas; hay llaves que alguien extravío y muchos pasan por encima de ella y las pisan… Hay llaves que otros descubren donde las teníamos escondidas…

Siempre habrá una llave que buscar, que usar, que guardar, que esconder, que arrojar, que conservar, que cuidar, que devolver, que seleccionar… porque la vida está hecha de puertas con cerraduras y puertas abiertas, puertas con candados y puertas de par en par, puertas para entrar o salir, puertas para partir o llegar… puertas que quieren esconder o que anhelan dejar en libertad…

La vida es un constante descubrir las puertas que a diario se nos han de presentar…

sábado, 19 de marzo de 2011

SABER ESCUCHAR A LOS QUE SIENTEN EL DOLOR DE LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO


En el mundo actual, no es fácil saber escuchar y cuando menos escuchar a los que sufren y sienten dolor.

Y no es fácil, porque el solo hecho de vernos reflejados es esa misma situación nos da miedo y ese miedo nos bloquea dejándonos sin palabras.

Visitamos a un amigo, a una amiga, a unos padres, a una pareja que enfrentan el dolor de la muerte y después de los clásicos comentarios superficiales y verdaderamente innecesarios, él o ella o ellos nos dicen: “si me ves por fuera, pensarías que soy una persona normal.

Hago todas las cosas cotidianas que se supone debo hacer. Pero por dentro, el dolor es tan grande, que siento que voy a estallar”.

Y casi automáticamente sentimos una incomodidad especial, porque es muy común que cuando no sabemos qué decir tendemos a sentirnos inútiles con nuestros amigos.

Pero resulta que una de las cosas más importantes que podemos hacer por alguien que ha sufrido una pérdida es escuchar.

Aunque creamos que escuchar a alguien es algo que deberíamos saber hacer naturalmente (oír y escuchar), prestar atención es un trabajo difícil.

Porque escuchar activamente es una forma especial de responder, en la que el que ayuda, transmite su comprensión de los pensamientos y sentimientos que están siendo expresados.

Requiere de intentar oír lo que se está diciendo desde el punto de vista de la otra persona.

Imaginen que alguien dice: “Han pasado unos seis meses desde que mi esposa murió, y mis hijos me dicen que ‘ya debería continuar con todo’. No sé qué es el ‘todo’ con qué quieren que continúe, pero me encantaría que me dejaran en paz”.

Tú quieres que tu respuesta transmita respeto, construya confianza, evite los malos entendidos. Para ello debes saber que escuchar bien significa al mismo tiempo interpretar lo que se te ha dicho.

Puedes responder: “te molesta que tus hijos te están empujando a ir más rápido y no te sientes preparado aun para eso”.

Es importante asegurarte de que has comprendido bien. Con frecuencia puedes notarlo con su respuesta no verbal, si asienten con la cabeza o lo niegan.

LA VERDAD ES QUE TÚ NO ESTÁS ESCUCHANDO SI…

— Dices que lo comprendes cuando no has tenido una experiencia similar.
— Tienes una respuesta para su problema antes de que haya terminado de hablar, o terminas la frase por él.
— No dejas de interrumpirlo.
— Cuentas tu experiencia y haces que parezca que la suya no tiene importancia.
— Te estás comunicando con otra persona en el cuarto.
— Rechazas su agradecimiento y dices que en realidad no has hecho nada.

ESTÁS ESCUCHANDO CUANDO…

— Realmente tratas de comprenderlo, aunque lo que diga no tenga mucho sentido.
— Comprendes su punto de vista, aunque sea contrario a tus convicciones personales.
— Te das cuenta que el tiempo que te quitó te ha dejado algo cansado.
— Le permites la dignidad de tomar sus propias decisiones aunque quizá creas que no sean las correctas.
— No te llevas sus problemas, sino lo ayudas a lidiar con ellos a su manera.
— Te aguantas las ganas de darle un buen consejo.
— No ofreces un consuelo cuando percibes que no quiere recibirlo.
— Le dejas suficiente espacio para descubrir por sí mismo qué es lo que realmente está sucediendo.
— Aceptas su gratitud y le dices lo bien que te hace sentir el que lo hayas podido ayudar

“Tú me escuchas cuando respetas mi dolor, incluso cuando permanezco en silencio y en esa actitud me siento más unido a Ti”

jueves, 17 de marzo de 2011

LOS NIVELES DE CONCIENCIA


CONOCIMIENTO Y AMOR

Son los escalones que hay desde la tierra al cielo o si lo prefieres de la oscuridad a la luz.


A medida que vas subiendo en ellos, te vas acercando a un entendimiento cada vez más amplio sobre lo que te rodea y sucede y eso inevitablemente se va convirtiendo en mayor paz para tu vida, puesto que te vas acercando a la panorámica total de la existencia lo que te permite comprender los procesos de dolor y sufrimiento.

Aquellos que tienen hijos se pueden hacer una mejor idea de lo que estoy hablando, ellos son parte de nuestro entrenamiento para adquirir más conciencia, puesto que volvemos a vivir nuestras vidas mientras los vemos crecer.

Así que observarlos nos permite observarnos también a nosotros mismos.
Cuando vemos a nuestros hijos apesadumbrados por sus pequeños problemas, bajo nuestro punto de vista, pero grandes problemas para ellos, tratamos de explicarles que no tiene sentido sufrir por algo que desde “nuestra perspectiva” entendemos, pero al mismo tiempo nuestras palabras solo sirven de consuelo ya que el niño todavía no tiene la panorámica o nivel de conciencia como para ver la “solución” o lo adecuado en la situación que nosotros si vemos.

¿Qué hay de nuevo en esto que estoy diciendo? Nada… salvo que seguimos siendo niños. Mientras sufras o te preocupes por algo, sigues siendo niño.

En realidad “los problemas” nacen de nuestra incapacidad para ver el panorama completo.

El problema es que estás en un nivel de conciencia que no te permite ver el “potencial de solución” que hay en la situación difícil o dolorosa que estás viviendo, solo sientes la desdicha y el abandono, con la diferencia de que ya no tienes a tu padre o madre que te consuele.

Tampoco eres capaz de ver el “potencial de sanación” que hay en ello, puesto que esa situación bien abordada sería la que te permitiría aumentar tu nivel de conciencia.

La capacidad de perdonar, la capacidad de no emitir juicios ni levantar falsos testimonios en contra de los demás, la capacidad de no involucrarte emocionalmente cuando se levantan calumnias en tu contra, la capacidad de mantener la paz cuando se presentan dificultades, la capacidad de amarte a ti mismo, la capacidad de ver el milagro de la vida en todo lo que te rodea, la capacidad de levantarte agradecido por un nuevo día, la capacidad de ver que en la situación de sufrimiento de otros está ocurriendo algo adecuado para su transformación, etc.… dependen de tu nivel de conciencia, o sea, dependen de cuantos escalones has subido en tu vida.

La mayoría de las personas dedican su vida para aprender a “sobrevivir en buenas condiciones”, o sea, emplean su tiempo, creatividad e inteligencia para obtener todo aquello que los aleje lo más posible del sufrimiento, asegurándose el sustento diario y escapando a los problemas creando situaciones de distracción.

¿Es malo todo eso? No… en realidad nada es malo o bueno, simplemente son opciones. Pero la historia nos demuestra que tarde o temprano estas personas pasan por trances de sufrimiento y dolor y creemos que esto es inevitable ya que nadie esta ajeno a las desgracias. En el fondo es como si la vida consistiera en hacerse el tonto el mayor tiempo posible antes de que lleguen las desgracias inevitables.

¿Cuáles serían esas desgracias inevitables? Falta de amor, la muerte, la enfermedad, accidentes, violaciones, pérdida de seres queridos, pérdidas económicas, abandono, soledad, discusiones, divorcios dolorosos, peleas familiares, vicios, etc.…

¿Cómo se enfrentan estas cosas? La respuesta es lo mismo que ya enuncié al comienzo… ¿cómo le explicas a un niño que en realidad no tiene nada por qué temer o desesperarse? ... Estas cosas en realidad no se “enfrentan” son experiencias y deben vivirse y las vivirás de acuerdo al nivel de conciencia que hayas alcanzado.

¿Existe un nivel de conciencia donde estas cosas no te hacen sufrir? Si, ¡Por supuesto!, y lo que es más increíble de todo, es que el mismo nivel de conciencia elevado que te hace no sufrir, también hace que no te pasen la mayoría de estas cosas (ley de atracción).

Entonces, ¿Qué hace la gente para aumentar su nivel de conciencia que le permita salir de este sufrimiento? ... ¡Nada!, La mayoría no hace nada, solo intenta evitar el sufrimiento.

¿Qué se necesita para aumentar el nivel de conciencia? El nivel de conciencia tiene un límite o umbral que hay que atravesar que es el de la lógica mental o racional.
Es justamente esa lógica la que utilizas para esquivar el sufrimiento, lo que hasta una cierta altura en los escalones es necesaria, pero llegará el momento en que al seguir subiendo los escalones te topes con un techo y creas que hasta ahí llegó la escalera. Por lo tanto, hay cosas inevitables y el sufrimiento forma parte de la vida.

Pero no es así y, para descubrirlo, deberás salir del pensamiento lógico para abrir una nueva puerta y comenzar a subir en una escala superior de conciencia; de lo contrario, no tendrás la panorámica completa para todas aquellas cosas que te causan dolor en la vida.

¿De qué puerta estoy hablando? Hablo de la fe, hablo de la espiritualidad, hablo de lo que está más allá de la lógica mental y que resuena en nuestro interior como una verdad mayor y profunda.

¿Qué deberías hacer para no sufrir con la muerte por ejemplo? Aprender de ella, descubrir en ti mismo el potencial de vida y conciencia que eres, saber que existías antes de nacer y que seguirás existiendo después de morir, pero claro… ¡Mis palabras no te sirven!, como tampoco le servía al niño que su padre le dijera que su problema era pequeño e injustificado.

Nadie puede aumentar tu nivel de conciencia por ti… debes hacerlo tú mismo. “Conócete a ti mismo”. Es fundamental iniciar este proceso buscando saber de qué sustancia divina estamos hechos para subir nuevas escaleras en la vida.

Cada sufrimiento, cada problema, cada desafío que te toque vivir tiene el potencial para que aprendas de él y puedas aumentar tu nivel de conciencia. Lamentablemente, la mayoría de estos potenciales son desaprovechados cuando “no ponemos” el problema dentro de nosotros y lo dejamos fuera como una situación externa que nos ha venido a estorbar en la vida y de la que somos solo victimas.

Quizás el aspecto más difícil de superar es reconocer nuestros errores y mentirnos a nosotros mismos con el fin de quedar bien ante los demás.

¿A que le dedicas tus horas en el día? ¿A evitar y esquivar problemas y sufrimientos actuales o futuros? Cuando ya no temas y nada te perturbe será porque estarás tan alto en las escaleras que podrás ver la solución en todo y lo adecuado en cada cosa que vives, dejarás de sobrevivir y estarás en Paz disfrutando cada segundo en esta vida. No esquivarás nada porque nada habrá para esquivar.

miércoles, 16 de marzo de 2011

IDENTIFICANDO: ¿DOLOR O SUFRIMIENTO?


El dolor, inherente al ser humano y que brota desde nuestro corazón cuando perdemos un ser querido, puede convertirse en sufrimiento; lo que podría denominarse dolor inútil, sin sentido, ni razón.

Asimismo, el dolor se produce debido a la separación tanto física, mental y emocional con la persona querida con la que hemos vivido y no somos capaces de aceptar esa gran separación, puesto que nuestra vida estaba construida en función de la relación mantenida, y ahora nos falta la persona con quien la habíamos estructurado tanto en el presente como en el futuro.

El sufrimiento llegará si no somos capaces de aceptar la actual vida y continuamos en la pretensión de proyectarla en función de los recuerdos y "apegos" que tengamos con el ser ya desaparecido.

Esto provocará no vivir el presente, ni ser capaces de pensar que pueda existir un futuro positivo sin quien se nos ha ido.

Así pues el sufrimiento producirá la "no vida". Una especie de muerte que nos impedirá vivir presente y futuro, si tenemos la persistente y única pretensión de vivir en el pasado y seguir planteando nuestra vida en función del tenaz deseo de que todo sea como antes... cuando esto irremediablemente no se puede producir ya.

Aún así, y aunque parezca imposible, esta experiencia nos puede permitir seguir aprendiendo, creciendo y obteniendo sabiduría.

El dolor es una herida abierta y sangrante, como una sacudida producida de repente.

El sufrimiento llega después, cuando no se es capaz de cerrar esa herida, o se cierra en falso.

El sufrimiento es una presión psicológica y emocional ejercida sobre la persona, no permitiéndole salir del círculo que le atenaza, destruye y es la causa de que la herida sangre constantemente, impidiendo a la vez no poder aprender nada constructivo de todo ello.

Evitar el sufrimiento
El sufrimiento durante el duelo se puede evitar:
Si experimentamos el fallecimiento de un ser querido sin negar nuestro dolor
Si no lo ocultamos ni ante nosotros ni ante los demás
Si lo miramos de frente y exteriorizamos nuestros sentimientos
Si contamos con ayuda de los demás

“POR ESO NO DEBEMOS OLVIDAR QUE EL DOLOR ES NECESARIO PERO EL SUFRIMIENTO ES OPCIONAL”

lunes, 14 de marzo de 2011

CÓMO PUEDES AYUDAR .......


Si te preguntas cómo puedes ayudar al doliente para brindarle consuelo, para disminuir su dolor, para reforzar su esperanza, he aquí, algunas sugerencias:

Mantente en contacto con tus propios sentimientos.

No te separes emocionalmente de la familia afligida. Convertirte en una parte honesta del dolor establece una relación para poder compartir. Mostrar sentimientos y emociones no significa perder objetividad.

Sé una presencia de apoyo. No hay respuestas que puedan darse en el momento de la muerte. Es difícil consolar al enlutado cuando su herida está frente a él o ella. “Estar ahí” es la forma de expresar tu apoyo. Acepta el sufrimiento y lo doloroso, asume que la pena está ahí y va a estar bastante tiempo.

La pérdida causa un enorme dolor y destroza emocionalmente. No creas que si una persona es “fuerte” o “tiene fe” no va a permitirse expresar sentimientos y emociones profundas. Es sano lamentarse. Evita frases trilladas como: “bueno, pueden tener más hijos”, o “es la voluntad de Dios”, “está mucho mejor ahora”, “ahora está con Dios”. Estas ideas no necesariamente causan consuelo.

Deja lugar para el silencio. Algunos profesionales saben usar muy bien las palabras. Sin embargo, cuando tengas que tocar la vida de padres que hayan pasado por la muerte de un hijo u otras circunstancias trágicas, hace falta medir muy bien lo que se dice. El silencio siempre deja un espacio donde la familia puede llorar, gritar la ira, dudar, rogarle a Dios o mantenerse en un doloroso silencio. Un silencio de apoyo es a veces lo más valioso.

Mantente disponible cuando todos se van.

Las familias de luto reciben atención durante la primera semana, pero después de eso, la gente desaparece y las personas o familias se sienten solas y aisladas. Ese es el momento más importante. ¡Realiza visitas personales! Llama por teléfono para que sepan que los recuerdas.

Intenta ser sensible especialmente cerca de las fiestas o el aniversario de la muerte de su ser querido.

Menciona el nombre del fallecido y ayuda a recordar tanto los momentos de dicha como los de tristeza.
Abrázalos.

Da consuelo.

Debes estar presente y escuchar, realmente escuchar. Eso ayuda a los dolientes a descubrir que incluso en los momentos de mayor pena en la vida hay un destello que muestra que la bondad sigue presente y trabaja en la vida de la gente. Comparte su fe y creencias religiosas (o su ausencia) de una manera delicada.

Y sobre todo que puedan sentirte a su lado, que puedan sentir en el silencio respetuoso con su dolor, el cariño y el amor que emana de ti, que sepan que no están solos.

Esa es la mejor ayuda que podemos ofrecer a quienes están llenos de dolor por la pérdida de un ser querido, que no se sientan solos en su dolor.

Que sepan que estamos a su lado simplemente para lo que nos necesiten.

sábado, 12 de marzo de 2011

LA VENTANA (CUENTOS PARA SENTIR)


Dos hombres, ambos seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital.


A uno de ellos se le permitía sentarse en su cama por una hora cada tarde para ayudar a drenar los fluidos de sus pulmones. Su cama estaba junto a la única ventana del cuarto.


El otro hombre debía permanecer todo el tiempo en su cama tendido sobre su espalda. Los hombres hablaban por horas y horas. Hablaban acerca de sus esposas y familias, de sus hogares, sus trabajos, su servicio militar, de cuando ellos han estado de vacaciones.

Y cada tarde en la cama cercana a la ventana podía sentarse, se pasaba el tiempo describiéndole a su compañero de cuarto las cosas que él podía ver desde allí. El hombre en la otra cama, comenzaba a vivir, en esos pequeños espacios de una hora, como si su mundo se agrandara y reviviera por toda la actividad y el color del mundo exterior.


Se divisaba desde la ventana un hermoso lago, cisnes, personas nadando y niños jugando con sus pequeños barcos de papel. Jóvenes enamorados caminaban abrazados entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes y viejos arboles adornaban el paisaje y una ligera vista del horizonte en la ciudad podía divisarse a la distancia.

Como el hombre de la ventana describía todo esto con exquisitez de detalle, el hombre de la otra cama podía cerrar sus ojos e imaginar tan pintorescas escenas. Una cálida tarde de verano, el hombre de la ventana le describió un desfile que pasaba por ahí. A pesar de que el hombre no podía escuchar a la banda, él podía ver todo en su mente, pues el caballero de la ventana le representaba todo con palabras tan descriptivas.

Días y semanas pasaron. Un día la enfermera de la mañana llega a la habitación llevando agua para el baño de cada uno de ellos, únicamente para descubrir el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, el mismo que había muerto tranquilamente en la noche mientras dormía. Ella se entristeció mucho y llamo a los dependientes del hospital para sacar el cuerpo. Tan pronto como creyó conveniente, el otro hombre pregunta si podía ser trasladado cerca de la ventana.


La enfermera estaba feliz de realizar el cambio, luego de estar segura de que estaba confortable, ella le dejo solo. Lenta y dolorosamente se incorporo apoyado en uno de sus codos para tener su primera visión del mundo exterior. Finalmente, iba a tener la dicha de verlo por sí mismo. Se estiro para, lentamente girar su cabeza y mirar por la ventana que estaba junto a la ventana.

Él vio una pared blanca. El hombre pregunta a la enfermera que pudo haber obligado a su compañero de cuarto a describir tantas cosas maravillosas a través de la ventana. La enfermera le contesta que ese hombre era ciego y que por ningún motivo él podía ver esa pared. Ella dijo, "Quizá el solamente quería darle animo."

Hay una tremenda felicidad al hacer a otros felices, a pesar de nuestros propios problemas. Compartir las penas es dividir el sufrimiento, pero compartir la felicidad es duplicarla.


Si quieres sentirte afortunado simplemente cuenta todas las cosas que tienes y que el dinero no puede comprar. "Hoy es un regalo, es por eso que se llama EL PRESENTE."

viernes, 11 de marzo de 2011

CÓMO RECORDAR: DEDICADO A TODOS LOS QUE SUFRIERON EL 11 DE MARZO


Muchas veces las personas que hemos perdido a un ser muy querido necesitamos encontrar una forma de recordarlo.


A menudo hay amigos y parientes que necesitan también hacer algo parecido.

Es generalmente un deseo de perpetuar su nombre o algún proyecto que haya sido un ideal en su vida.

Estas son algunas ideas para ello:
Plantar un árbol.
Encender una vela en su memoria.
Escribir un libro de recuerdos y/o fotos suyos.
Escribir un poema o una semblanza sobre él o ella.
Abrir una página o una bitácora en internet con los mismos fines, como ésta, o como la dedicada a nuestro hijo.
Donar dinero, otorgar una beca, financiar algún proyecto altruista en su memoria.
Dedicar algunas horas y semanas en alguna institución de voluntarios.
Tocar su música favorita.
Visitar sus lugares preferidos.
Reunir a tus parientes y amigos para recordarlo
Compartir recuerdos felices de él o ella con amigos y parientes.
Hacer una caja de recuerdos llena de memorias sobre él o ella.
Leer en voz alta su texto favorito.
Continuar algún proyecto que quedó truncado con su muerte
(…)

Hoy hace siete años que nuestro hijo murió asesinado, junto con otros 190 inocentes. Unos locos fanatizados provocaron muertes y lesiones terribles con la única idea de causar daño y dolor a toda la sociedad.

Hoy queremos recordarles, recordar no solo a nuestro hijo, sino a todos aquellos que siguieron su misma suerte, con acciones totalmente contrarias a esa barbarie.

Por eso, lectores y amigos, además de a los que a vosotros os faltan, recordad y honrad la memoria de estos inocentes haciendo algo amable, bueno y hermoso en su nombre.

Se trata de que aunque ellos estén ya es su camino, el sentir que nos siguen dando esas ganas de vivir, como cuando estaban físicamente con nosotros, sentir que nada es en vano y que todo si sabemos reconocerlo tiene un sentido positivo, que se transforma en enseñanza del alma, para cada uno de nosotros y para poderlo compartir para con quien aun no ha sabido ver y sentir esa parte de conocimiento que todo este proceso de la pérdida de un ser querido nos aporta.

Engrandeciendo a los que se han ido y a los que nos hemos quedado, uniéndonos con unos lazos que van mas allá de lo afectivo, con unos lazos que nacen en el corazón y nos sellan el alma.

Muchas gracias.

jueves, 10 de marzo de 2011

¿QUÉ SABEMOS SOBRE LA MUERTE?


Antes de responder a esta pregunta, parece pertinente hacernos previamente otra: ¿Qué sabemos sobre la Vida?


Dar adecuada repuesta a esta segunda cuestión implicará encontrar la solución de la primera, pues ambas representan las dos caras de una misma moneda.

¿Dónde estará la frontera entre "materia muerta" y "materia viva"?. ¿Las moléculas orgánicas gigantes como el ADN son ya vida? Y los coacervados, ¿son seres vivos? Y, ¿qué decir de los virus?, ¿son ellos los primeros seres vivos? La frontera entre "materia viva" y "materia muerta" en las etapas primigenias, no parece ser una línea clara sino una zona difusa.

Sin lugar a dudas puede decirse que la existencia de un ser humano es, desde que nace, un camino hacia la muerte. Pero, ¿cómo definir con nitidez esa frontera que separa la vida de la muerte? Históricamente ha habido un debate entre "vitalistas" y "materialistas". Para los primeros, la muerte de una persona se produciría cuando el alma abandona el cuerpo; para los segundos, la muerte sería sólo una fase más del ciclo de la materia.

A lo largo del tiempo, la determinación de la muerte de un individuo venía haciéndose mediante la observación de una serie de signos físicos tales como la palidez, el "rigor mortis" y el aparente cese de determinadas actividades o funciones de los órganos vitales: La respiración, el latir del corazón, el pulso y, más modernamente, el paro de la actividad eléctrica del cerebro evidenciado por el encefalógrafo. La fijación del momento de la muerte en los seres humanos ha sido siempre una cuestión de gran importancia, no sólo en su dimensión estrictamente orgánica, sino también por sus implicaciones metafísicas y jurídicas.

El avance en las técnicas de reanimación ha traído como resultado que numerosos individuos, aún manifestando en un primer momento gran parte de los antedichos síntomas, hayan podido mantener sus funciones vitales con ayuda de aparatos externos y que en un significativo número de casos, saliesen de esa zona fronteriza con la muerte. De ahí que se hayan multiplicado las llamadas "experiencias cercanas a la muerte", que tan de actualidad han estado en los últimos años, aportando gran cúmulo de indicios que sugieren que la vida no termina con el cese de las funciones orgánicas y que la conciencia individual permanece íntegra más allá de dicho "límite".

El Peso del Alma

Pero antes de todo eso, desde hacía ya mucho tiempo, se venían realizando investigaciones y acumulando hechos que inducían a pensar que la muerte no consistía sólo en la cesación de un conjunto de actividades biológicas, sino que en ese instante había "algo" que abandonaba el cuerpo. ¿Sería ese "algo" el alma a la que aludían los espiritualistas de todas las épocas, a la que consideraban la realidad íntima y última del ser humano?


Para intentar comprobar esa idea se llevaron a cabo investigaciones en hospitales con numerosos enfermos terminales, en las que con el uso de balanzas muy sensibles se pudo constatar que en el momento de la muerte el cuerpo del moribundo registraba súbitamente cierta pérdida de peso. Recordemos, por ejemplo, las experiencias llevadas a cabo por el Dr. Duncan McDougall, de Haverhill, Massachusetts (USA). Este investigador colocó a varios pacientes agonizantes - incluida la cama - sobre unas balanzas de alta sensibilidad; verificó entonces que en el instante de la muerte la balanza mostraba una súbita pérdida de peso, disminución que en los seis casos observados oscilaba entre los 56,7 y los 70,9 gramos. Curiosamente estos datos eran bastante coincidentes con los obtenidos por los físicos holandeses Dr. J.L.W. P. Matla y Dr. G.J. Zaalberg Van Zelst, quienes años atrás habían construido un aparato para intentar la comunicación con el mundo espiritual siguiendo las indicaciones de diversos espíritus guías, al que llamaron Dinamistógrafo. La media entre los resultados obtenidos por los físicos holandeses y los del Dr. MacDougall, daba la cifra de 61,7 gramos.

Todo esto hizo pensar a un buen número de investigadores, que aquellos resultados podían ser un buen indicativo del "peso del alma", la cual se desprendía del organismo físico en el instante de la muerte.

Sin embargo, surgieron explicaciones alternativas. Se afirmó que la pérdida de peso venía producida, en realidad, por la última expulsión de aire de los pulmones en el momento de la expiración. Esta objeción, no obstante, queda absolutamente desmentida por la Física y las Matemáticas; veamos: si la capacidad media de los pulmones está entre los 5 y 6 litros de aire (en cada espiración se expelen 1,5 litros de aire, aproximadamente), aplicando el principio de Gay-Lusach, que dice que el coeficiente de dilatación de los gases es de 1/273 del volumen inicial, por grado, y considerando una diferencia de 10 grados entre la temperatura de la persona y la del medio ambiente, resulta que matemáticamente hablando dicha pérdida de peso vendría a ser de sólo 0,018 gramos. (1) Luego, ésta no puede ser, en ningún caso, la explicación. Debe haber algo más.

Cuando la Muerte se acerca

Tras entrevistar a numerosos moribundos, la investigadora suiza Dra. Elizabeth Kübler-Ross, se dio cuenta que al margen de las situaciones socioculturales de que aquellos procediesen, de las razas a que pertenecieran o de las religiones que profesasen, en todos los casos investigados había grandes semejanzas entre el tipo de estados internos que se generaban ante la muerte. Pudo así establecer un esquema de las etapas psicológicas que mantenían los enfermos en los últimos meses de sus vidas, en el que se contemplan las siguientes fases: el choque, la negativa, la ira, la depresión, el regateo, la aceptación y, finalmente, la decatexis (última etapa de la agonía). En la realidad, dichas etapas no estaban siempre perfectamente delimitadas, sino que a veces se mezclaban unas con las otras. (2)

¿CÓMO SE OPERA LA SEPARACIÓN DEL ESPÍRITU Y EL CUERPO DURANTE LA LLAMADA MUERTE?

El Relato de Andrew Jackson Davis

Uno de los más notables médiums que hayan recogido los anales de la historia, fue el norteamericano Andrew Jackson Davis (1826-1910), conocido en su época con el sobrenombre de "el vidente de Poughkeepsie". Mediante sus capacidades de clarividencia Davis hizo algunas notables predicciones, entre las que están las de la aparición de los automóviles y las invenciones de la máquina de escribir y los aeroplanos. Fue el autor de la llamada "Filosofía Armónica", obra en la que recoge gran parte de las enseñanzas que recibiera de comunicantes espirituales y obtuviera mediante sus visiones directas del mundo invisible.

En el primer volumen de la obra citada, su autor nos ofrece la descripción del proceso desencarnatorio de una moribunda a la que el médium tuvo ocasión de velar. Uno de los aspectos más destacados del relato de Davis, es su constatación de que el paso al "otro lado" de la vida era, citando sus mismas palabras, "interesante y agradable", muy alejado de las descripciones oscuras y llenas de terror con que los relatos tradicionales han rodeado este hecho. Otra de las circunstancias que explica en sus anotaciones el vidente norteamericano, es que la mayor parte de esos síntomas que en el moribundo parecen ser señales de dolor, corresponden realmente a reacciones reflejas e inconscientes del organismo.

En el caso del que Davis fue testigo, el proceso último de la muerte se inició en la mujer con una extraordinaria concentración en la región cerebral, zona que se hizo cada vez más luminosa al tiempo que, por el contrario, las extremidades se obscurecían. Entonces comenzó a separarse el nuevo cuerpo, liberándose sobre todo la cabeza. Poco después quedó completamente libre, formando ángulo recto con el cuerpo físico, con sus pies cerca de la cabeza y con cierto hilo luminoso vital uniendo todavía ambos cuerpos. Cuando ese hilo se rompió, una pequeña parte de él volvió al cadáver para preservarlo de una putrefacción inmediata. El cuerpo etéreo recién liberado tardó un tiempo en adaptarse al nuevo medio, hasta que al fin pasó a través de la puerta abierta. A partir de aquí A. J. Davis dice:

"La vi pasar a través de la habitación contigua, salir por la puerta y subir por el aire... En cuanto salió de la casa, se le unieron dos espíritus amigos venidos de la región espiritual y, después de reconocerse y entrar los tres en comunicación de la más graciosa manera, comenzaron a subir oblicuamente a través de la envoltura etérea de nuestro globo. Andaban juntos tan natural y paternalmente, que difícilmente podía convencerme de que pisaban el aire, parecía que andaban sobre la falda de una gloriosa montaña que les fuera familiar. Continué mirándoles hasta que la distancia les alejó de mi vista". (3)

La Muerte descrita desde el Más Allá

A continuación vamos a seguir aportando descripciones y testimonios del modo como se opera la llamada muerte o desencarnación, según la nomenclatura espiritista. Los casos que presentaremos seguidamente son relatos del proceso desencarnatorio vistos desde el otro lado del plano físico, es decir, desde el Más Allá, comunicados a través de diferentes vías mediúmnicas.

1º Caso

El primero que vamos a estudiar procede de una obra de origen mediúmnico titulada "Los mensajeros espirituales", cuyo autor extrafísico es André Luiz, espíritu muy conocido en el movimiento espiritista brasileño y sudamericano, que fuera un célebre médico en su última vida. El médium que canalizó estas y otras muchas obras del mismo ser y de otros muchos espíritus, es Francisco Cándido Xavier (Chico Xavier), muerto (30-6-2002) a los 92 años de edad, que tiene en su haber más de 400 obras psicografiadas, emanadas de diversas fuentes espirituales.

La descripción de estos hechos aparece en los capítulos XLIX y L, titulados, respectivamente, Máquina Divina y La Desencarnación de Fernando. Vamos a resumir sus puntos esenciales, destacando los datos que más nos interesan.

Repetimos, sitúese correctamente, el lector: los hechos están descritos no desde el plano físico, sino desde esa otra dimensión más sutil, ordinariamente imperceptible por nuestros sentidos, a la que se le ha venido dando diferentes nombres: Mundo Espiritual, Mundo Astral, Más Allá...

André Luiz (4), la entidad que informa de estos y de otros muchos pormenores de la vida en el mundo invisible, está acompañando a otro espíritu que responde al nombre de Aniceto, el cual en aquellos momentos actúa como su instructor en una serie de campos y tareas encaminadas a su preparación como futuro servidor. En la ocasión que nos ocupa, atendiendo a la llamada de un doctor espiritual, ambos se encuentran junto a un moribundo, Fernando, de unos sesenta años, que permanece postrado en su lecho en estado de coma desde hace varios días, a consecuencia del avanzado estado de la leucemia que padece.

Ni en el plano físico ni en el invisible, la estancia estaba vacía. En el plano de los encarnados varios familiares cercanos hacían guardia junto al enfermo llenos de aflicción. En el plano invisible dos entidades, la madre del moribundo y otra pariente próxima, se hallaban allí intentando también ayudar a aquel ser presto a dejar el mundo de la carne.

En un determinado momento el instructor insta a André a que realice una auscultación profunda del organismo del moribundo, para que tome plena consciencia de los procesos generales y particulares que acompañan y determinan la separación del espíritu del cuerpo. André obedece la indicación y he aquí la narración de una parte de su observación:

"Noté que su alma se retiraba lentamente a través de puntos orgánicos aislados. Asombrado verifiqué que, bien al centro del cráneo, había un foco de luz mortecina, que variaba ligeramente de forma, como la llama de un candelabro encendido ante las ondulaciones leves del viento. Llenaba toda la región encefálica causándome profunda admiración".
Advirtiendo su asombro, Aniceto le ofrece información aclaratoria:

"La luz que usted observa es la mente, para cuya definición esencial no tenemos, por ahora, concepción humana alguna".

Detenido en un examen minucioso del estado orgánico del moribundo, ayudado en este propósito por la acción magnética de su instructor, André Luiz sigue dando cuenta de sus impresiones:

"El cuerpo me parecía ahora una maravillosa usina mostrando los más mínimos detalles... Identificaba, en grandes proporciones, los nueve sistemas de órganos de la maquinaria humana: el esqueleto óseo, la musculatura, la circulación sanguínea, el aparato de purificación de la sangre, consustanciado con pulmones y riñones, el sistema linfático, la maquinaria digestiva, el sistema nervioso, las glándulas hormonales y los órganos de los sentidos".

Reparando en el profundo estado de deterioro orgánico ya alcanzado en el cuerpo que observa, el comunicante espiritual nos describe así la situación:

"Millones de organismos microscópicos iban y venían en la corriente empobrecida de glóbulos rojos. Presenciaba el pasaje de formas raras, a la manera de minúsculas embarcaciones cargadas de bacterias mortíferas... Invadían todos los núcleos organizados. Órganos como los pulmones, el hígado y los riñones, estaban siendo asaltados irremediablemente, por incalculable cantidad de saboteadores infinitesimales...".

Es entonces cuando nota algo notable, algo en lo que no había fijado su atención hasta aquel momento:

"A medida que se consolidaban los microbios invasores en determinadas regiones celulares, algo se destacaba, lentamente, de la zona atacada, como si un molde siempre nuevo fuese expulsado de la forma gastada y envejecida, reconociendo yo, de ese modo, que la desencarnación se operaba a través de proceso parcial...".

El irreversible estado del caos orgánico del moribundo, se torna evidente para el estudiante del mundo invisible, que anota:

"Observé que el moribundo intentaba readquirir la dirección de los fenómenos orgánicos, pero en vano...".

Aniceto, el instructor, explica a su alumno la trascendente importancia que tiene el organismo físico desde el punto de vista evolutivo, formado por el molde espiritual preexistente, ya que éste representa, según sus palabras, "una conquista laboriosa de la humanidad terrestre". En su explicación el guía alude a la semejanza del cuerpo orgánico de los humanos con una máquina moderna:

"Ambos - señala - son impulsados por la carga de combustible, con la diferencia que en el hombre, la combustión química obedece al sentido espiritual que dirige la vida organizada".
Siguiendo con su lección, Aniceto hace hincapié en la función gobernadora y organizadora de todo el complejo orgánico que le corresponde a la mente humana:

"Ahí - explica - no poseemos tan sólo el carácter, la razón, la memoria, la dirección, el equilibrio, el entendimiento; sino también el control de todos los fenómenos de la expresión corpórea".

Más adelante, reflexionando sobre el mismo asunto, añade:

"La mente humana, aunque indefinible por la concepción científica limitada en la Tierra, es el centro de toda manifestación vital en el planeta... Cada célula es un minúsculo motor trabajando bajo el impulso mental".

El instructor espiritual realiza esta otra interesante observación referida al moribundo, que nos ayuda a comprender mejor como las circunstancias individuales condicionan de manera fundamental el desarrollo del proceso desencarnatorio:

"Estamos viendo aquí a un hermano en el momento de la retirada... El agonizante se retira poco a poco y aún no abandonó totalmente la carne por falta de educación mental. Se ve, por el exceso de intemperanza de las células, sobre las cuales no ejerce ya ni un control parcial, que este hombre vivió muy lejos de la disciplina de sí mismo... A decir verdad este amigo nuestro no está desencarnando, está siendo expulsado de la máquina divina...".

En esto, los espíritus familiares del moribundo allí presentes, solicitan al instructor su ayuda y colaboración para acelerar el proceso de la desencarnación. Otra de las entidades, precisamente la que había solicitado la asistencia del instructor Aniceto en aquel caso, confirma a éste la justicia de la ayuda que se pide, al tiempo que le informa del operativo organizado para atender las necesidades del desencarnante tras el definitivo desligue, necesidades relacionadas con su peculiar estado espiritual.

Mas, antes del desenlace definitivo, las entidades ayudantes en el proceso desencarnatorio perciben el envío continuado de energías magnéticas que los familiares encarnados situados en la sala, en su aflicción, emiten en dirección al moribundo. André Luiz nos describe este fenómeno:

"De hecho, una red de hilos cenicientos y débilmente iluminados parecía ligar a los parientes con el enfermo ya casi muerto".

Ante esta circunstancia, la cual podía perturbar el trabajo que se estaba llevando a cabo, Aniceto declara sentenciosamente:

"Tales socorros son ahora inútiles para devolver el equilibrio orgánico al paciente. Necesitamos neutralizar esas fuerzas emitidas por la inquietud, proporcionando, ante todo, la posible serenidad a la familia".


Recurriendo a la acción de los pases magnéticos, el mentor espiritual proporciona al organismo del agonizante unas momentáneas reservas de vitalidad, lo que de inmediato se tradujo en una aparente mejora del estado clínico del paciente, con acentuación y regularización de sus constantes vitales. Tal mejora es advertida por el facultativo terrestre que lo atendía, quien da cuenta a los parientes. Estos, regocijados ante las buenas noticias, recobran su alegría y alejan de si las preocupaciones que hasta entonces venían llenando sus mentes; deciden, pues, dejar solo al paciente para que descansase tranquilo. Con esto el propósito del instructor espiritual se había logrado: anular las emisiones magnéticas desestabilizadoras de los parientes. Entonces es cuando comienza la última fase del desligue definitivo del espíritu:

"Aniceto aprovechó la serenidad del ambiente y comenzó a retirar el cuerpo espiritual de Fernando, desligándolo de los despojos; reparando yo que había iniciado la operación por los calcañales y terminando en la cabeza, a la cual, por fin, parecía estar prendido el moribundo por extenso cordón, tal como sucede con los recién nacidos terrenales. Aniceto lo cortó con esfuerzo. El cuerpo de Fernando se estremeció, con lo que el médico humano fue llamado al nuevo cuadro. La operación no había sido corta ni fácil. Se había demorado largos minutos, durante los cuales vi a nuestro instructor emplear todo el caudal de su atención y tal vez de sus energías magnéticas".

En el plano invisible, entre tanto, donde el trabajo no había terminado, se presenta la siguiente escena:

"La madre del desencarnado, auxiliada por Aniceto y por el facultativo espiritual que nos había conducido hasta allí, prestó al hijo los socorros necesarios. A los pocos instantes, mientras la familia terrenal se echaba sobre el cadáver, en llanto, la pequeña expedición constituida por tres entidades, las dos señoras y el clínico, salía conduciendo al desencarnado hacia el instituto de asistencia, observando yo que no salían utilizando el vuelo, sino caminando como simples mortales".

Los cuatro casos que seguidamente vamos a analizar, están sacados de una interesante obra titulada "Obreros de la Vida Eterna" (5), recibida también por el médium Francisco Cándido Xavier y dictada, como la anterior, por el espíritu André Luiz, que es quien hace la mayor parte de las observaciones y narra los acontecimientos. Son cuatro casos en los que otros tantos seres humanos se enfrentan a su próxima muerte, a la que cada uno llega envuelto en sus particulares circunstancias y condiciones, tanto orgánicas como mentales y espirituales.

En todos estos ejemplos, al igual que en el anterior, André Luiz acompaña en calidad de estudiante a un equipo de entidades especializadas en atender a los moribundos, quienes propician con sus conocimientos y técnicas la desconexión entre la parte espiritual y el organismo físico, en los seres humanos que se enfrentan a su inmediata salida de este plano o, como se dice habitualmente, a la muerte.


CONSCIENCIA DE LA PROPIA MUERTE

El Caso de Tulio Emilio

Veamos ahora a referirnos a una experiencia excepcional, relacionada con todo lo anterior, que conocimos de primera mano en el Grupo Espírita de La Palma, institución a la que tengo el honor de pertenecer como miembro activo desde hace muchos años, a través de un excelente amigo venezolano, veterano estudioso del Espiritismo, llamado Juan Vicente Mendoza, quien allá por el año 1979 nos visitara en nuestra sede en la Isla de La Palma. En aquella oportunidad, primera aunque no la última en que tuvimos el placer de ser sus anfitriones, el ilustre colega venezolano nos deleitó con una magnífica conferencia donde relató una serie de experiencias personales vividas, poco tiempo antes, en Brasil, relacionadas con las materializaciones o ectoplasmias y las curaciones espirituales.

Juan Vicente Mendoza tenía un sobrino llamado Tulio Emilio, al que le había sido diagnosticado un cáncer en estado avanzado, estando ya desahuciado por la ciencia médica oficial. Al igual que su tío, Tulio Emilio era partícipe de los ideales de la doctrina espiritista y ambos conocían las espectaculares curaciones que se venían produciendo en diferentes partes del mundo con la intermediación de algunos excelentes médiums, a través de los cuales actuaban médicos espirituales, especialmente en Brasil, donde el Espiritismo está ampliamente desarrollado. Decidieron entonces acudir a aquel país con el objeto de intentar alcanzar una posible curación por una vía que se les presentaba como la "última oportunidad".

Tras visitar diferentes centros espíritas y espiritualistas donde se realizaban curaciones espirituales, en los que fueron testigos de excepción de extraordinarias intervenciones de espíritus médicos, recalaron finalmente en el Centro Espírita Regeneración, en Río de Janeiro, uno de los escasos lugares donde entonces las curaciones eran efectuadas por entidades espirituales completamente materializadas o, expresándolo con mayor propiedad, corporificadas. Previa consulta a los guías espirituales de la institución y después de someterse durante varios días a ciertas normas de carácter higiénico, tanto corporal como mental, que les fueron indicadas por las personas que regentaban el Centro, medidas que tenían por objeto provocar una limpieza energética de sus cuerpos sutiles o periespíritus, según la nomenclatura espiritista, fueron admitidos a participar en las sesiones de ectoplasmias que periódicamente allí se desarrollaban.

El médium actuante en aquella ocasión era Fabio Machado, con seguridad uno de los mejores médiums de ectoplasmias que se haya conocido a lo largo del siglo XX, al que algunos miembros del Grupo Espírita de La Palma llegaron a conocer personalmente. Juan Vicente Mendoza y su sobrino Tulio Emilio, así como varías personas más procedentes de otros países que asistían a la sesión en calidad de invitados, pudieron presenciar aquella noche numerosas materializaciones de diferentes entidades, espectaculares fenómenos de aportes y diversas operaciones quirúrgicas realizadas por médicos espirituales corporificados, además de otras importantes manifestaciones que no relatamos aquí por escapar al tema central que nos viene ocupando en este capítulo.
Después de que varios pacientes hubieran sido tratados por las entidades espirituales, llegó el turno a nuestros amigos venezolanos. El médico espiritual materializado explicó entonces que la enfermedad que padecía Tulio Emilio tenía su origen en causas provenientes de vidas anteriores, que aquella enfermedad había sido elegida por él, antes de nacer, como experiencia para aprender una lección provechosa en su evolución espiritual y que, por tanto, no estaba en sus manos curarle. Sin embargo, señaló que lo que sí entraba en sus posibilidades era aminorar los sufrimientos del enfermo. Con ese objetivo, aquel médico venido del mundo espiritual preparó una especie de medicamento que formó al introducir en varias vasijas previamente llenadas con agua normal, determinadas substancias y esencias etéreas extraídas de la naturaleza, según explicó oportunamente.

De regreso a Venezuela, Tulio Emilio llegó a un acuerdo con sus familiares y amigos para que cuando llegase el día en que él sintiera próxima su muerte, les describiese con detalle todo lo que iba sintiendo a fin de recogerlo en un relato que sirviese como testimonio y para investigación. Cuando ese día llegó, Tulio Emilio, rodeado de sus familiares y amigos, comenzó a referir, paso a paso, todas sus impresiones y sensaciones según avanzaba el proceso de la separación espiritual. De esta forma contó como iba perdiendo la sensibilidad orgánica, proceso que empezó por los pies; luego siguió describiendo como dicha insensibilización iba subiendo por su cuerpo progresivamente. Finalmente, cuando ésta alcanzó su garganta, el moribundo ya no pudo seguir narrando el proceso. El testimonio, no obstante, fue completado posteriormente por vía mediúmnica y en su conjunto es notablemente coincidente con los ejemplos descritos anteriormente.

La propia Muerte contada desde el Más Allá

En el relato de la experiencia anterior anotamos que Tulio Emilio había completado la descripción del proceso de su desligue espiritual una vez desencarnado, mediante comunicación mediúmnica. Veamos ahora precisamente un ejemplo de este tipo, aunque con la salvedad de que las referencias sobre la propia muerte se obtuvieron en su totalidad por vía mediúmnica. Este caso esta extraído de otra obra del médium Chico Xavier, titulada "Volví" (6). En ella el espíritu de Jacob, quien muriese a edad avanzada, habiendo sido en vida un estudioso miembro de una escuela espiritista, donde experimentó con asiduidad el fenómeno de la comunicación con los desencarnados, relata su separación del cuerpo físico y su encuentro con la realidad del mundo espiritual.

He aquí el resumen de lo que Jacob observó, percibió y vivió durante las últimas fases del proceso de su propia muerte:

"Recluido, en la imposibilidad de recibir a los amigos para sostener con ellos largas conversaciones y entendimientos, me vi en varias ocasiones fuera del cuerpo exhausto, tratando de aproximarme a ellos.

En las últimas treinta horas, me reconocí en una posición más extraña. Tuve la idea de que dos corazones latían en mi pecho. Uno de ellos, el de carne, en ritmo descompasado, casi a punto de paralizarse, como un reloj en indefinible perturbación; y el otro funcionando más equilibrado, más profundo...

Mi vista común se alteraba. En determinados instantes la luz me invadía con claridades súbitas; pero durante minutos de prolongada duración, me envolvía una densa neblina.

El confortamiento de la cámara de oxígeno no lograba sustraerme a las sensaciones de extrañeza.

Observé que un frío intenso me hería las extremidades...".

Sometido a un permanente debate íntimo sobre lo que le pasaba, el moribundo apela interiormente a sus convicciones espirituales, con las que procura calmarse. Seguidamente comenta:

"Comencé a divisar a la izquierda la formación de un depósito de substancia plateada semejante a una gasa sutilísima.

No podía asegurar si era de día o de noche en torno mío, dada la neblina en que me sentía sumergido, cuando noté dos manos cariñosas que me sometían a pases de fuerte corriente. A medida que se practicaban de arriba hacia abajo, deteniéndose particularmente en el tórax, disminuían mis sensaciones de angustia."

El agonizante trae entonces a la memoria el recuerdo de una entidad amiga de sus trabajos espirituales y brota en su interior un deseo ardiente de que le asista en esos instantes. Percibe con sus sentidos psíquicos que alguien le pide silencio y tranquilidad, palabras con las que se siente ligeramente tranquilizado. A partir de este momento sigamos con el relato:

"No se extendió el alivio por mucho tiempo. Comencé a sentir sensaciones de opresión en el pecho.

Las manos espirituales que me daban los pases, se concentraban ahora en el cerebro. Demoraron su acción por casi dos horas en torno a la cabeza. Me volvió a dominar una nueva sensación de bienestar, y de pronto sentí una conmoción indescriptible en la parte posterior del cráneo. No se trataba, indudablemente, de un golpe. Se asemejaba a un choque eléctrico, de vastas proporciones, en lo íntimo de la substancia cerebral. Aquellas amorosas manos, ciertamente, habían roto algún lazo fuerte que me retenía unido al cuerpo material...

En el mismo instante me sentí subyugado por energías devastadoras.

¿A qué podría comparar el fenómeno?

La imagen más aproximada que se me ocurre, es la de una represa cuyas compuertas fuesen arrancadas repentinamente.

Me vi de repente ante todo lo que yo había soñado, estructurado y realizado durante toda mi vida. Tanto las insignificantes ideas que había emitido, como cuantos actos había realizado, por mínimos que fueran, desfilaban, absolutamente precisos, ante mis ojos afligidos, como si me fuesen revelados de golpe por un extraño poder, mediante una cámara ultrarrápida instalada dentro de mi mismo. Se me transformaba el pensamiento en un film cinematográfico, en forma misteriosa e inopinadamente desarrollado, desdoblándose, con espantosa elasticidad, para su creador, que era yo mismo".

Evidentemente, no recogemos en este esquemático resumen el conjunto de reflexiones íntimas, sentimientos encontrados, recordaciones y deseos que en esos instantes embargaban al moribundo, cuyo mundo interior, como se comprenderá, estaba activísimo, sino que procuramos extractar la parte más general del fenómeno y, por lo mismo, de validez más universal. Reanudando, pues, el hilo de la historia, Jacob dice:

"Fuerzas de auxilio de nuestros protectores espirituales, hermanadas a mi confianza, me sostenían en aquellas perturbaciones. Brazos poderosos, aunque invisibles para mi, parecían reajustarme en el lecho. No obstante, una aflicción asfixiante me oprimía íntimamente. Sentía ansias de libertarme. Lloraba conturbado, atado al cuerpo que sentía desfallecer, cuando una tenue luz se hizo perceptible a mi vista. En medio de un sudor copioso distinguí el espíritu de mi hija Marta extendiéndome los brazos".

La percepción de la presencia espiritual de su hija proporciona a Jacob fuerzas y confianza. Quiere expresar su júbilo, pero ni sus miembros ni su voz obedecen ya a su voluntad; entonces oye como Marta se dirige a él pidiéndole su colaboración a fin de que permanezca en estado de sosiego interior.

"No me era posible, en aquellos momentos - señala -, coordinar mis pensamientos y mucho menos pronunciar frase alguna. Mi respiración era opresora, como en los últimos días de la lucha en el cuerpo físico".

Entonces, repentinamente, el moribundo siente dolores en la región torácica:

"Vine a saber más tarde - anota -, que aquellos sufrimientos provenían de la extracción de residuos fluídicos que aún enlazaban la zona del corazón".

Con la ayuda de amada hija, nota enseguida que los dolores disminuyen rápidamente. A continuación nuestro protagonista explica:

"Llegó un momento durante el cual la respiración se hizo más normal, y verifiqué que el corazón latía uniforme y regular... La respiración se normalizaba. Había desaparecido la carencia de aire. Mis pulmones se robustecían como por encanto, y tan grande era el bienestar que me proporcionaban las prolongadas inhalaciones de oxígeno, que tuve la sensación de inhalar alimento invisible, del aire ligero y puro.

A medida que se restablecía la fuerza orgánica, se fortificaba mi potencia visual.
La claridad color anaranjado que me envolvía, se iba mezclando con la luz común.

Con todo, la mejoría experimentada no llegaba al extremo de restaurarme la facultad de hablar. Mi abatimiento era aún insuperable.

Con gran asombro me vi por duplicado."

La observación de su cuerpo inerme postrado en el lecho, a pesar de su preparación espiritual, produce en el espíritu en proceso de liberación, impresiones desagradables y torturantes. En ese preciso instante descubre algo que le llama la atención:

"Aguzando mi vista, verifiqué la existencia de un hilo plateado, que unía mi nuevo organismo a la cabeza material inmovilizada".

El desencarnante percibe en aquellos momentos la presencia de dos entidades espirituales amigas, por las que sentía mucho aprecio, lo cual le llena de regocijo. Una de ellas le explica que su proceso de liberación se efectúa normalmente y que la separación del cuerpo espiritual no se podía realizar con mayor rapidez, porque "el ambiente doméstico estaba impregnado de cierta substancia que calificó de 'fluidos gravitantes'", que le dificultaban la liberación.

"Más tarde - precisa Jacob - pude saber que los objetos de nuestro uso personal emiten radiaciones que se ligan a nuestras ondas magnéticas, creando elementos de unión entre ellos y nosotros, reclamando mucho abandono de nuestra parte, con el fin de que no nos retengan o perturben".

El espíritu en liberación es substraído de aquel ambiente y llevado a otro más natural, por ser más beneficioso para él en aquellos momentos. Siente irresistible deseo de dormir y aconsejado por sus amigos, se sumerge en un sueño reparador del que sale al cabo de algunas horas:

"Me sentía otro hombre. Moví los brazos y me levanté sin dificultad. Intente hablar, y ¡qué alegría experimenté! Conversé con la hija querida a voluntad...

Tenía la sensación de haber rejuvenecido. Palpé de nuevo mi cuerpo. Era yo mismo de la cabeza a los pies. El corazón y los pulmones funcionaban con regularidad. Lo que más me fascinaba con todo era el nuevo aspecto del paisaje. Las casas, la vegetación y el mismo océano, parecían coronadas de sustancia coloreada...".

Su hija le informa de que no todos los desencarnados percibían el nuevo aspecto de lo que les rodeaba inmediatamente después de su separación, porque "muchos conservan tan fuerte afinidad con los intereses terrenales, que la vista no se les modifica de pronto, y prosiguen viendo la Tierra con las mismas expresiones con que la dejaron".

Pasan algunas horas, durante las cuales el desencarnante recibe diversas aclaraciones de los amigos espirituales. En una de ellas, a modo de síntesis, le explican lo siguiente:
"Muchas personas se despiden del mundo carnal sin obstáculos y sin desagradables incidentes. Innumerables almas duermen larguísimos sueños, y otras nada perciben en la inconsciencia infantil en que yacían sus impresiones".

El instante de la separación definitiva se acercaba. Esos momentos nos los refiere de este modo el protagonista de esta historia:

"Pasaron algunos instantes difíciles, cuando una inopinada conmoción estremeció todo mi ser. Me pareció que había sido proyectado a enorme distancia.... Confieso que aquel choque me afectó con tan grande violencia, que creí llegado el momento de 'otra muerte'.

Al poco tiempo, no obstante, el corazón se rehizo, se equilibró la respiración...".

El desprendimiento acababa de finalizar con el corte del cordón plateado. Poco después recibe esta otra importante enseñanza de su amigo espiritual:

"En la mayoría de los casos no es posible liberar a los que desencarnan con tanta prontitud. La rápida solución del problema liberatorio - le indicaron - dependía, en gran parte, de la vida mental y de los ideales a que se une el hombre durante la vida terrestre".


Conferencia Impartida por:

Oscar García Rodríguez
GRUPO ESPÍRITA DE LA PALMA


NOTAS:

1) Dato extraído de "Aportaciones Científicas al Conocimiento del Más Allá", de Sinesio Darnell, trabajo inserto en el dossier "Más Allá de la Muerte", publicado por la Revista Karma-7, Barcelona, 1978.

2) Del libro "Más allá de la muerte", de Alain Sotto y Varinia Oberto, cap. II: De la Agonía a la Supervivencia. Testimonios de Supervivientes. Edaf (Madrid), 1984.
3) Extraído de "Historia del Espiritismo", de Arthur Conan Doyle. Editorial Eyras (Madrid), 1983.

4) El seudónimo "André Luiz" oculta la verdadera identidad de una de las personalidades científicas más importantes de Brasil, el célebre médico e investigador brasileño Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas (1878-1934), descubridor la tripanosomiasis americana - terrible enfermedad conocida después es su honor como "dolencia de Chagas" -, causada por un protozoo, el tripanosoma cruzi, que transmite un insecto llamado popularmente en Brasil "barbeiro".

5) Edición en español del Instituto de Difusao Espírita, Sao Paulo (Brasil), 1985.

6) Editorial Kier. Buenos Aires (Argentina), 1988.