PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

jueves, 26 de mayo de 2011

LA PARTE MÁS IMPORTANTE DEL CUERPO (CUENTO PARA LA REFLEXIÓN)

Un día mi madre me preguntó cuál era la parte más importante del cuerpo. A través de los años trataría de buscar la respuesta correcta. Cuando era más joven, pensé que el sonido era muy importante para nosotros, por eso dije:

—Mis oídos, mamá.
—No, muchas personas son sordas y se arreglan perfectamente. Pero sigue pensando, te preguntaré de nuevo.
Varios años pasaron antes de que ella volviera a preguntarme. Desde aquella primera vez, yo había creído encontrar la respuesta correcta. Sin embargo, le dije:
—Mamá, la vista es muy importante para todos; entonces deben ser nuestros ojos.

Ella me miró y dijo:
—Estás aprendiendo rápidamente, pero la respuesta no es correcta porque hay muchas personas que son ciegas, y salen adelante aun sin sus ojos.
Continué pensando cuál era la solución. A través de los años, mi madre me preguntó un par de veces más, y ante mis respuestas la suya era:
—No, pero estás poniéndote más inteligente con los años. Pronto acertarás.
El año pasado, mi abuelo murió. Todos estábamos dolidos. Lloramos. Mi madre me miraba cuando fue el momento de dar el adiós final al abuelo.


Entonces me preguntó:
—¿No sabes todavía cuál es la parte más importante del cuerpo, hijo?
Me asusté. Yo siempre había creído que ese era un juego entre ella y yo. Pero mi madre vio la confusión en mi cara y me dijo:
—Esta pregunta es muy importante. Para cada respuesta que me diste en el pasado, te dije que estabas equivocado y te he dicho por qué. Pero hoy necesitas saberlo.

Ella me miraba como sólo una madre puede hacerlo. Vi sus ojos llenos de lágrimas, y la abracé. Apoyada en mí, dijo:
—Hijo, la parte del cuerpo más importante es tu hombro.
—¿Es porque sostiene mi cabeza?
—No. Es porque puede sostener la cabeza de un ser amado o de un amigo cuando llora. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío. Yo sólo espero que tengas amor y amigos, y así siempre tendrás un hombro donde llorar cuando más lo necesites, como yo ahora necesito el tuyo.


Cuando evocamos a los seres queridos que nos faltan, surge el recuerdo del hombro en que alguna vez lloramos, y la búsqueda del hombro amigo que nos ofrezca consuelo.

Cuando evocamos a los seres amados que se fueron, sentimos que es el momento en que nuestras almas se afinan para la melodía más profunda y sincera que nuestros corazones pueden crear.

Cuando evocamos a los que tanto añoramos es el tiempo de nuestro silencio.


Cada uno con su imagen personal. Un padre, una madre, un hijo, una hija, abuelos, un marido, una esposa, un hermano, una hermana, un amigo. Así que cuando los evocamos, la melodía de sus vidas vuelve suave y dulcemente. Como si abriéramos un viejo baúl, los recuerdos y las imágenes van apareciendo y vuelven a emocionarnos.


Cada uno con su historia de amor, única, que continúa dando calor a nuestra vida. Una historia de sueños e ideales, de valores y tradiciones. Una historia en la que ellos y nosotros fuimos los protagonistas. Y que al recordarlos, continuamos escribiendo. Historias que nos contamos solamente a nosotros mismos, y tal vez a Dios.

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