PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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lunes, 20 de diciembre de 2010

EL SÍNDROME DE LA SILLA VACÍA (1ª PARTE)


Mucha gente odia la Navidad porque, en cenas y fiestas, se hace más presente la ausencia de los seres queridos. Se da una disonancia entre la tristeza interior y los estímulos exteriores, que dictan que hay que estar alegre. Pero sobrevivir a estas fechas es posible.
EL PAÍS JOAN CARLES AMBROJO 11/12/2010

El duelo es el dolor que vivimos ante la pérdida de un ser querido o, a un nivel posiblemente inferior, por un despido laboral, un traslado o un divorcio. En épocas como la Navidad, con sus reuniones familiares, se avivan los recuerdos de forma aguda y es normal sentir una cascada de emociones y sentimientos ante esa silla que queda vacía en el hogar.


Buscar apoyo en familiares y amigos o terapeutas, establecer nuevos ritos y permitir que afloren las emociones son algunas de las recomendaciones que dan los expertos para sobrevivir a unas fechas, como las navideñas, que tanta gente detesta.

Llanto, rabia, aflicción, desesperación, soledad, culpa, negación o incluso alivio son sentimientos normales y sanos que aparecen cuando una persona nos deja para siempre. Forman parte del proceso curativo de las heridas emocionales.”Yo ya no celebro la Navidad desde hace cinco años.


Nos vamos a un lugar bastante desierto, donde no nos conoce nadie, donde no hay luces, ni tiendas, ni regalos. Allí pasamos esos días, solos, mi marido y yo, con nuestros recuerdos. No podemos ver cómo los demás son felices en estos días y las celebraciones familiares ya no son tal, se han transformado en comidas normales”. Flor aún vive el dolor por la desaparición de Helena, su única hija, que murió siendo adolescente en un accidente de tráfico por culpa de un conductor bebido. “Estamos más en contacto con la naturaleza. El sol, el aire, la lluvia, grandes paseos, leer, escribir”.

Cualquier duelo es una reacción natural. Se trata de una forma de adaptación que sigue a un proceso de desapego, de despedida de alguien que se ha ido.

Cada persona expresa el dolor a su manera.”La intensidad del duelo no depende ni siquiera de la naturaleza del objeto, sino del valor que nosotros le atribuimos”, señala José María Jiménez Ruiz, experto en terapia familiar en psiquiatría.

“Entre otras cosas, porque se da una disonancia entre la experiencia que uno está viviendo por dentro y todos los estímulos exteriores que de alguna manera dicen que hay que estar alegre”, añade.

Marta perdió a una de sus cinco hermanas hace unas pocas semanas. “No me hago a la idea de que se ha marchado. La visualizo riendo, estábamos muy unidos”, dice. No se lo esperaban y su muerte, con 59 años y tras haberse recuperado de un cáncer, ha caído como un mazazo, sobre todo para el marido y los hijos, ya casados, que ahora acompañan día y noche a su padre. Marta, como el resto de su familia, reconoce que debe superarlo. Hace diez años, la muerte de su madre ya fue muy dolorosa y desde entonces la familia dispersa, algunos residen en Miami (Estados Unidos), trata de reunirse en las celebraciones. Ahora, su cuñado ha insistido: “Sabe que lloraremos más que reiremos, pero lo haremos todos juntos”, asegura Marta.

Un proceso de duelo sano puede requerir un par de años y sigue una serie de fases. Primero confusión, luego rabia y negación, depresión y finalmente superación. Si dura más tiempo los expertos pasan a considerarlo duelo patológico.”A los diez años puedes recordar a alguien, pero no trastorna el desarrollo natural de tu vida, ni te aíslas de tus amistades ni dejas de disfrutar de la vida”, añade Jiménez Ruiz. En todo caso, “el duelo no es una patología, sino un proceso normal de adaptación”, precisa Alejandro Rocamora, psiquiatra y uno de los fundadores del Teléfono de la Esperanza, que durante estos días atiende muchas llamadas motivadas por la soledad.

Quienes viven como ajenos a la pérdida utilizan un mecanismo de defensa o negación, se trata de un duelo aplazado. Cuando la pérdida es repentina es normal quedarse descolocado, desgarrado si se trata de un hijo, mientras que cuando alguien muere lentamente es posible hacer el duelo anticipadamente. Una de cada seis personas que pierde a un familiar desarrolla una depresión al año siguiente, advierte un estudio del año 2007 de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).

Los médicos de familia atienden al año un centenar de procesos de duelo depresivo, según José Ángel Arbesú, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de esta sociedad. El 5% de la población española sufre alguna pérdida y alrededor del 2% traduce esa pérdida en trastornos o depresiones “que se deben vigilar”, según Miquel Roca, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y de SEMERGEN.

Prácticamente el 90% de los casos son de duelo normal y los síntomas son fáciles de abordar y tratar, asegura Arbesú. El problema es la vulnerabilidad del paciente si el duelo llega a hacerse patológico en el tiempo, añade.


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