PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

martes, 11 de enero de 2011

¿CUÁNDO HAY QUE DECIR ADIÓS?


Te han llamado al lecho de muerte de tu ser querido y no sabes qué decir. Pero sabes que tienes que decir algo. Él o ella han llegado al final de su vida y tiene solamente una cosa más por hacer: morir. Es algo que debe hacer solo.

Nadie tiene experiencia previa en morir. No hay medios, guías o recursos que elegir. Sin embargo, es algo que se tiene que hacer. Lo va a hacer ya sea mal o bien, valientemente o no, de manera resuelta o cobarde, pero lo hará.

Como todos, él o ella han sabido desde hace tiempo que tendrá que hacer esto. Ha pensado con frecuencia en ello. Ha rezado constantemente para tener valor, porque morir bien requiere de valor.

Tú estás sin habla. Sabes que hay algo por decir, y no estás seguro de qué es. Las enfermeras susurran: “qué bueno que haya venido”. Ellas han hecho su parte. Las enfermeras y los médicos saben que ahora debes hacer algo que ellos no pueden. Tienes que decir algo al ser querido que está muriendo.

¿Qué debes decir? Debes decir algo que el lenguaje no puede expresar, algo que no está dentro de los recursos del discurso común. Cualquier cosa que viene a la mente suena fácil e insuficiente, vacía y absurda. Piensas para ti mismo: “tal vez no tengo la capacidad. No puedo pensar en algo correcto porque no tengo experiencia en este tipo de situación”.

Terminarás diciendo algo como: “Estarás bien. Todo estará bien”. Entonces te sientes estúpido porque sabes que no estará bien, y también lo sabe él o ella. Él conoce que está muriendo, y de algún modo, es más valiente que tú mismo.

Pero no te reprocha por lo que has dicho. Tal vez, al final, no importa lo que digas, sino que tu mano estaba en la de ella cuando murió, y la calidez de tu voz se unió a su respiración cuando exhaló su último respiro. Quizás la luz de tus ojos se encontró con la de sus ojos cuando se fue hacia donde no hay nada que ver.

Una experiencia similar vivieron los personajes del filme Shadozvlands.
C. S. Lewis era un teólogo católico, decano de la universidad de Oxford. Era un pesado y típico solterón inglés, que pasaba sus días enseñando, leyendo y escribiendo teología. Vivía con su hermano, y juntos tenían un tipo de vida segura, regulada y aburrida. Hasta que conoció a Joy Gresham. Esta agradable mujer atravesó la insulsa existencia de Lewis y trajo un espíritu completamente nuevo a su vida. Nunca antes había sido tan abierto con alguien, o tan involucrado en la vida de alguien más.

Se amaban profundamente el uno al otro y planeaban casarse cuando Joy descubrió que estaba terminalmente enferma de cáncer. En una pausa de la enfermedad, contrajeron matrimonio, aunque la salud de ella comenzó otra vez a deteriorarse. Ella sabía que se estaba muriendo. Solamente el amor del uno por el otro la sostuvo y le dio la fuerza y voluntad para seguir luchando contra el cáncer. Hacia el final del filme, arrasada por el padecimiento, Joy le dice a Lewis: “Debes dejarme ir. Tienes que darme permiso para morir. Yo no puedo dejarte, no quiero dejarte, a menos que me digas que está bien que yo me vaya”.

Fue el momento más difícil de su vida. Pero en su amor por ella, él encontró el valor para decir la única cosa que una persona puede decirle a alguien que está muriendo, a una persona cuya muerte es inevitable. Le dijo: “Te amo. Si no puedes resistir, si estás demasiado cansada, si estás muy lastimada, si sientes demasiado dolor, puedes dejarte ir. Yo estaré bien. Mi vida se verá inexorablemente disminuida, pero seguiré hasta que sea mi momento de unirme a ti”.
¿Qué podemos aprender de esto?
Primero, que cuando eres llamado a un lecho de muerte, debes acudir. De otra manera, vives el resto de tu vida con certeza de que no estuviste ahí. Parte de ti sentirá culpa y otra parte sentirá alivio, pero vivirás el resto de tu vida con el conocimiento de no haberte encontrado ahí. Por lo que, si eres llamado, debes acudir.
Segundo, lo único que puedes hacer por un ser amado en el límite de su vida es extender una mano, ofrecer un beso, compartir un suspiro y decir algo que dé permiso a tu ser amado para liberarse.
Y tercero, que en realidad nadie muere realmente solo, porque algo más está ahí. Algunos dicen que es Dios y por eso, el salmo que la mayoría de la gente sabe de memoria, y que ha llegado a significar tanto para la generalidad es el que declara: “Aun cuando camino por el valle de la sombra de la muerte, no temeré a ningún mal, porque Tú estás conmigo… Y yo residiré en la casa del Señor hasta la eternidad”.

No sabría decir qué o quién hay al otro lado, pero sí que se acercan a buscar al que parte, y que los de acá los sentimos llegar y llevarse amorosamente a nuestro ser querido

No hay comentarios:

Publicar un comentario