PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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sábado, 5 de febrero de 2011

CUANDO APENAS NOS QUEDAN CINCO MINUTOS DE VIDA


Los medios de comunicación esta semana han vuelto a recordarnos el trágico suceso de la nave espacial Challenger que explotó ante nuestros ojos. A pesar del tiempo transcurrido la escena todavía me impresiona. Los Siete astronautas desaparecieron repentinamente.

Y uno no puede evitar hacerse cierto tipo de preguntas como:

¿Qué haríamos cada uno de nosotros si supiésemos a ciencia cierta que solo nos quedan de vida 5 minutos?

Cuando somos testigos de noticias como esta, sentimos que, con urgencia, la vida y la muerte son un tema importante. Y adquiere su real sentido el viejo refrán: “Hoy aquí, mañana ¿quién sabe?”.

Sabemos que la muerte es una puerta a través de la cual cada uno de nosotros debe pasar: no hay excepciones. Y en nuestras fantasías, esperamos que cuando llegue nuestro último día podamos partir en nuestra vejez, en la cama, con nuestra familia alrededor, habiéndoles dicho a todos las palabras que quisiéramos decirles, sin dolor, sin culpas, en paz con Dios …

El rabino Kushner escribió en uno de sus libros: “Yo creo que no es a morir a lo que teme la gente. Algo más desconcertante y trágico que la muerte nos asusta. Tenemos miedo de no haber vivido nunca, de llegar al final de nuestros días sintiendo que nunca estuvimos realmente vivos, que nunca entendimos de lo que realmente trata la vida… No es cuánto vivimos. Supongo que en gran parte es cómo vivimos cada momento. Cada hora. Cada día”.

Pero hay otra parte del desastre del Challenger que me parece que es de lo más relevante para entender lo que quisiera transmitirles. Los siete astronautas estaban vivos y conscientes y sabían que la muerte era inminente. Este pensamiento me horroriza. Yo sé que no es agradable, pero quiero que consideren: ¿Qué pasaría si yo tuviera tres minutos para vivir?

Me parece que hay tres respuestas posibles y todas comienzan con las palabras: “Si tan sólo…”

Primero: si tan sólo hubiera sabido cuando decir adiós a mis seres queridos, el último adiós.

Este pensamiento me remite a una hermosa historia sobre el Holocausto titulada “El beso”, escrita por Yafa Eliaj.

Yo recibí un pasaporte. Era un pasaporte para mí, mi esposa, bendita, y para mi pequeño nieto. Pero cuando recibí el pasaporte, fue demasiado tarde. Ya no estaban mi esposa ni mi adorado nieto. Al igual que mi hija y mi yerno, todos habían desaparecido. Me di cuenta que tenía la oportunidad de salvar dos almas, una mujer de edad madura y un niño pequeño. Dos días después, un padre vino con su pequeño hijo, de seis años de edad. “Yo soy Perlberger. Rebbe, yo le estoy dando a mi hijo. Ojalá Dios lo ayude a salvarlo”. Se inclinó, besó al niño en la cabeza y le dijo: “Shraga, de ahora en adelante, este hombre que está junto a ti es tu padre.”

No puedo olvidar ese beso. Donde quiera que vaya, ese beso me sigue todo el tiempo. Antes de cerrar la puerta detrás de él, el padre miró por última vez a su hijo. Entonces escuché el eco de sus dolorosos pasos que descendían la escalera. El padre sabía que este era el último beso. ¿Se pueden imaginar el amor, el cariño, la ternura que hubo en ese último beso?

En sentido estricto, ninguno de nosotros conoce el momento de nuestro último beso. ¿Quién sabe qué nos depara el futuro, qué nos traerá el mañana? Ese beso, cada beso, debe ser dado con todo el amor posible. Claro, no debemos ser fatalistas. Pero podemos aprender a tratar a nuestros seres queridos como si solamente tuviéramos cinco minutos más de vida.

¿Cuál sería el segundo remordimiento que podría haber pasado por las mentes de los que saben que van a morir? “Si Yo solamente hubiera apreciado lo que tuve cuando lo tuve”.

A menudo descuidamos una parte importante de nuestras vidas que es apreciar con quienes la compartimos. A veces, después de tantos años de casados, las parejas se convierten en extraños, o padres e hijos se desconocen, o hermanos se ignoran, o amigos se alejan… Ya no escuchan el llamado de urgencia, el dolor; solamente pasan la vida día tras día, mes tras mes, año tras año, como extraños. A veces, sus vidas se acercan a la vejez y todavía son extraños. Qué triste. Han dejado de apreciar lo que el otro significa.

¿Qué pasó con todo esto? Yo creo que si tuviéramos cinco minutos, muchos de nosotros comenzaríamos a encontrar bendiciones que hemos dado por hechas. Desearíamos decir esas palabras de aprecio, trataríamos de anular el orgullo que nos domina, si solamente tuviéramos la oportunidad. Y si tuviéramos sólo cinco minutos, cómo querríamos recuperar el tiempo con ellos, amarlos, apreciarlos, estar juntos. Si solamente pudiéramos…

¿Y la vida misma? ¿Acaso la apreciamos? Yo sé que para algunos apreciar la vida significa dolores y penas físicas y emocionales. Pero están vivos. En pocas palabras, díganse a ustedes mismos: “estoy bendito, con estar vivo, con la posibilidad de estar pensando en cómo vivir mi vida. Si solamente hubiera apreciado lo que tenía cuando lo tuve…” Aprécienlo ahora, amigos, que todavía lo tienen.

Y la tercera posibilidad: “si sólo tuviera una oportunidad más, haría las cosas de diferente manera…”

Para ilustrar esta contingencia les comentaré el interesante libro Vida después de la vida, del doctor Raymond Moody, quien entrevistó a 150 pacientes que estaban al borde de la muerte y que fueron revividos milagrosamente. Todos dijeron cosas similares: se sintieron atraídos hacia una luz brillante, vieron a parientes fallecidos y vieron pasar su vida ante sus ojos. Esto, por cierto, es lo mismo que los cabalistas nos relataron que sucedía hace cientos de años.


Después, ninguno de los pacientes temió a la muerte y cada uno dijo que al repasar sus vidas, hubo un aspecto que cambiarían, ya que se les había concedido vivir. Ellos aprenderían a amar más intensamente, a utilizar el tiempo de una manera más inteligente.

Debemos recordar a los seres queridos que ya partieron de nuestro lado, pero todos debemos recordar cómo vivimos y pensar cómo debemos vivir. Así que demos este amor a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestras parejas, a nuestras familias y amigos, para que nunca nos veamos obligados a decir: “si tuviera otra oportunidad, hubiera sido más paciente y dedicado con ellos, los hubiera amado más intensamente”.

Denles cabida en sus vidas. Tengan conciencia que no estarán juntos para siempre, porque nunca se sabe cuándo se terminarán esos cinco minutos.

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