PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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miércoles, 2 de febrero de 2011

LA CARIDAD


"Caridad es dar sin que parezca que se da; callar el propio dolor y sentir el ajeno; no hablar mal del prójimo ni bien de sí mismo; dejar a cada uno la ilusión que lo sostiene y alienta" (Constancio C. Vigil).

Los seres humanos atraviesan muchas veces, situaciones de intenso sufrimiento por carencias materiales, intelectuales, afectivas. Esto con frecuencia genera rebeldías y cuestionamientos en esos seres, quienes se interrogan acerca del porqué de las cosas.


La manera de responder ante tan difíciles situaciones varía, porque cada ser actúa de acuerdo con sus capacidades y limitaciones. Sería entonces, una actitud comprensiva y solidaria, de quienes perciben en su entorno cercano estas realidades, el tratar de entender al otro con humildad, sin juzgamientos por sus actos o sus manifestaciones, sino por el contrario, alimentando un sentimiento de empatía y ayuda.


Esta disposición a comprender al prójimo, amigo, compañero de trabajo, familiar, entre otros, deviene de una virtud: la caridad.

La caridad es benevolencia, tolerancia con las imperfecciones de los demás y perdón de las ofensas. No se reduce solamente a la ayuda de orden material, sino que abarca todas las relaciones que se tienen con los semejantes y sugiere la indulgencia, que todos necesitamos.

La caridad, requiere de una actitud silenciosa, fraterna y desinteresada, como dijo Jesús: "Que la mano izquierda ignore lo que da la mano derecha".

La verdadera caridad encuentra palabras suaves y afables que determina que el que recibe se siente cómodo ante quien la brinda.

Ser caritativos, entonces, puede implicar, por un lado, la asistencia material tan necesaria a veces y, por el otro, el encuentro de las necesidades de orden espiritual que pudiéramos detectar, y con un sentimiento comprensivo, tolerante y de orientación, abrir el corazón para apoyar a ese
ser con una palabra de consuelo, con un perdón, un sentimiento piadoso, un estímulo vivificante.

La base de la caridad es el amor y de su práctica surge la sensibilidad hacia quienes padecen, porque se comprende, acepta y aprende a no juzgar a los seres, al saber que todos atravesamos distintos procesos evolutivos que responden a leyes superiores. No sólo es deber ayudar al que sufre, perdonar a quien ofende o actúa en forma incorrecta, sino que el sostener una actitud benevolente y pedir misericordia hacia ese ser nos libera de angustias y pesares para seguir el camino de la vida con alegría y optimismo.

El egoísmo es la negación de la caridad, sin ella no hay paz social, ni seguridad ni paz en los corazones. Con actitudes egoístas u orgullosas, la vida social será siempre una lucha de intereses, donde prevalecerá él más fuerte o poderoso y el afecto no tendrá lugar en las relaciones.
Una mirada opuesta a este sentimiento de egoísmo nos hace percibir a la generosidad.

Descartes no solo veía en la generosidad "el principio de toda virtud, sino el bien soberano para cada uno, que consiste en la firme voluntad de hacer las cosas bien y la satisfacción que ello nos genera. ¿Qué virtud más agradable, qué placer más virtuoso que el goce de la propia y excelente voluntad?


Permite reencontrar la grandeza del alma: ser generoso es ser libre de las pasiones y ataduras personales".

Ir al encuentro de los ambientes donde se requieran acciones caritativas y generosas, extender a otros asistencia material, intelectual y moral permitiría desarrollar cada día estas virtudes que dignifican al espíritu y engrandecen su capacidad de amar, meta fundamental del espíritu en evolución.

Expresa André Comte-Sponville, filósofo francés, profesor de la Sorbona, en su libro "Pequeño tratado de las grandes virtudes" lo siguiente: "La generosidad, como todas las virtudes, es plural, tanto en su contenido, como en los nombres con que se la designa. Unida al coraje, puede ser heroísmo. Unida a la justicia, se convierte en equidad. Junto a la compasión, deviene en benevolencia. Junto a la misericordia, ya es indulgencia. Pero su nombre más bello es su secreto, y todos lo conocemos: unida a la dulzura, se llama bondad".

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