En una de las muchas curvas cerradas el coche me patinó y perdí el control. Oí un fuerte ruido y me invadió una extraña sensación de pesadez, de profundo sueño, que me arrastraba hacia no sabía qué extraño lugar.
Me vi recorriendo un largo túnel que desembocaba en una especie de estancia luminosa. En medio de ella había algo así como un trono, y sentado en él una anciana.
Sus ropajes eran blancos y su rostro tenía una serena expresión que reflejaba paz y sabiduría. A su lado, en una especie de mesa antigua, muy gastada, había un enorme y descolorido libro.
Con un gesto de su mano me invitó a sentarme a sus pies, y así lo hice. Entonces me fijé en sus ojos, era como si a través de ellos se reflejasen las edades, la historia, los ciclos, las vidas de todos los hombres.
-¿Quién eres?, le pregunté.
"Soy la Muerte", me respondió.
No sé si fue mayor el susto o mi curiosidad, la impresión recibida o la certeza de que estaba allí por algo y que tenía que seguir allí. De cualquier forma... ¿cómo marcharme?
Además en realidad no me encontraba tan mal allí, había algo en aquella anciana que me atraía.
-Pero entonces... ¿estoy muerto?, le pregunté.
"No, has venido hasta mí para conocerme, pues sólo quien conoce la verdad sobre la muerte puede comprender la vida".
-Sí, pero tú tienes muy mala fama entre los vivos.
"Sí, lo sé. Pero ello es sólo fruto de la ignorancia del ser humano. Yo soy tan necesaria al ser humano como el aire que respira, pero él me teme porque no se preocupa de conocerme, de saber quién soy y cuál es mi labor en el esquema de la evolución. Algún día el ser humano hablará de mí como de una fiel amiga".
-Y... ¿cómo se te puede conocer?
"Para conocerme tan sólo hay que apartar los ojos de las ilusiones del mundo. Los seres humanos son niños que se aferran a sus juguetes y temen perderlos porque creen que es todo lo que poseen. Además, yo me manifiesto durante la vida del ser humano en sus diferentes etapas.
Al principio la "muerte" del feto es el nacimiento del niño. Luego, el niño "muere" para convertirse en un joven. El joven "muere" para ser adulto, y el hombre adulto muere a su vitalidad para convertirse en un anciano.
Con todo ello, yo preparo al ser humano para que comprenda el siguiente paso, es decir, su "muerte" física para su nacimiento en otros niveles superiores de existencia.
Yo estoy siempre presente, porque yo marco los ciclos y los ciclos marcan la evolución.
-Todo eso está muy bien -le dije-, pero no me negarás que eres bastante misteriosa.
"El ser humano fue, con su miedo, quien me hizo misteriosa. El miedo a desprenderse de lo conocido, de perder lo que posee, hizo que el hombre me situase como algo misterioso y temido.
Pero sin mi existencia la vida del ser humano no tendría sentido, pues de igual forma que necesitáis dormir por las noches para comenzar al día siguiente una nueva etapa, así el hombre debe dejar su cuerpo físico para volver a renacer en un nuevo cuerpo, con nuevas fuerzas y nuevos objetivos que cumplir.
¿Te imaginas a un hombre que no muriera nunca? ¿No sería absurda su existencia?"
Por un momento me quedé pensando en ello. No me podía imaginar una existencia sin descanso, sin períodos de reflexión y de repaso a todo lo vivido. Vivir se podía convertir en la peor de las condenas, al menos, bajo las condiciones de vida que en este Planeta había.
Miré de nuevo hacia la anciana y por un momento pensé en lo injusto que el ser humano era con ella. Y, queriendo acercarla un poco más a la conciencia humana, le dije...
-Entonces... ¿cómo te definirías ante los seres humanos?
"Yo deseo que los seres humanos me conozcan y dejen así de temerme. Por ello, yo quiero que me vean como la puerta de entrada a una diferente dimensión de la existencia, nunca como el fin definitivo de nada ni de nadie.
Todos los seres humanos, todos los seres vivos, tienen que pasar por mí para poder ingresar en las aulas de la Vida Superior.
Allí son revisadas sus vidas y devueltas a la expresión para poder seguir el aprendizaje. Yo marco el final de un ciclo y el comienzo de otro. Por eso yo le digo al ser humano que soy su fiel compañera, la única que nunca le traiciona, porque yo siempre acudo para rescatarle y conducirle hacia una nueva vida".
Sentí que había llegado el momento de regresar. Pero antes había una última pregunta que deseaba hacerle, pues algo me llegaba de ella que no me encajaba, algo parecido a la tristeza.
-¿Te puedo hacer una última pregunta?
"Adelante", asintió la anciana.
-¿Por qué estás triste?
"Porque mi tiempo se acaba. Verás... mi trabajo es especialmente intenso en mundos como este, en los que el ser humano aún no me descubrió, aún vive en la inconsciencia.
Yo necesito que el ser humano me conozca, pero eso supone a la vez que el hombre se libere de mí, al menos en una medida.
Tu Mundo, la Tierra, está a punto de dar un importante paso dimensional. A través de él, sus habitantes descubrirán otras dimensiones de la vida, de la existencia, y todo ello significará que mi labor será mucho más reducida, más relegada a un simple trámite burocrático.
Cuando el ser humano deje de temerme ya no me necesitará, y eso sucederá pronto. Cuando el ser humano llega a conocerme, entonces conoce la Vida, la Verdad, y entonces se convierte en un ser libre. El último nacimiento del ser humano significa el principio del final de mi labor.
“Así es la ley".
Miré a la anciana a los ojos y vi pasar ante mí la historia de la humanidad. Vi hombres, mujeres, niños, vidas que aparecían y desaparecían girando en la rueda de la vida. Vi cómo todos ellos, en su camino de regreso hacia su Origen, nacían y morían para volver a nacer y a morir, haciéndose cada día más perfectos, más libres.
En todo ello conocí la Vida, la verdadera Vida, en la cual la muerte tan sólo era un instrumento, un mecanismo más.
Entonces comprendí porque me había sentido tan bien junto a la anciana, ella era el pasaporte para mi LIBERTAD.
Le di las gracias con una sonrisa y me introduje poco a poco en el túnel de luz que me devolvería a mi realidad.
Cuando abrí los ojos me encontré en una cama, con el cuerpo magullado, y un fuerte dolor de cabeza.
De pronto recordé que había tenido un accidente y, abriéndose paso en mi mente, me llegó la cálida voz de la anciana...
"Tu ciclo aún no ha terminado. Nos volveremos a ver"
Sabía que inevitablemente así sería, pero ya no me preocupaba, ya no tenía miedo.
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