La ciencia procura encontrar en los mecanismos cerebrales la causa de todas las capacidades afectivas y cognitivas del ser humano.
El descubrimiento de centros cerebrales que responden a estímulos específicos, como por ejemplo, la toma de decisiones, preocupa a los científicos ante la posibilidad de que, en un futuro, sean creados mecanismos capaces de manipular la capacidad de las personas mediante la intervención de los centros del supuesto control de la voluntad del ser humano.
Aún con las experiencias e investigaciones realizadas y publicadas, incluyendo el proyecto genoma que mapeo la complejidad genética del cuerpo humano, muchos investigadores llegan a la conclusión de que "algo" fuera del centro cerebral regula sus funciones.
Aunque la investigación se realiza dentro de la visión que reduce al ser humano a un organismo vivo, queda claro que la existencia de núcleos específicos para determinadas funciones, lleva al cuestionamiento de cómo es hecha la coordinación de las respuestas e iniciativas de comportamiento.
El descubrimiento de los neurotransmisores, revolucionando la comprensión sobre el funcionamiento de los impulsos cerebrales, abrió una nueva vía de estudio del comportamiento. Se atribuye empíricamente que muchos comportamientos serían determinados debido al aumento o reducción de esas substancias que ejercen innegable influencia en las reacciones humanas.
En todos esos casos permanece el problema de quién o qué desencadenaría la respuesta y por qué esa respuesta es típicamente personal, creando un vacío sobre la naturaleza de la personalidad humana y la motivación profunda de las decisiones, miedos y estados mentales diferenciados.
El intento de calificar genéticamente los trastornos mentales más profundos como la esquizofrenia y procurar circunscribir los desvíos de comportamientos al azar genético siguen la lógica que deriva del hecho de que siendo el ser humano apenas un organismo, su comportamiento deberá necesariamente depender de la combinación aleatoria de los genes y factores circunstanciales durante la estructuración corporal.
Esa lógica, como consecuencia, llevaría a afirmar que el carácter y la personalidad, son formadas aleatoriamente, como consecuencia ninguno podría ser responsabilizado por comportamientos antisociales o violentos ya que serían factores genéticos los que realmente determinarían las acciones de las personas.
El comportamiento humano es complejo y las investigaciones que lo reducen a reflejos condicionados o ejercicios de estímulo y respuesta no consiguen, como es obvio, resolver el modo en que cada persona se posiciona y cómo reacciona tan específicamente a las condiciones del ambiente y de las presiones existenciales y afectivas, y lo mas importante no consigue explicar como ante un mismo hecho la reacción es diferente en cada ser humano.
La coordinación, ese algo que va más allá del mundo cerebral detectado por los investigadores más atentos es ciertamente el espíritu, un espíritu independiente del cuerpo y no un substrato psíquico desconocido que en la visión materialista se reduce al mismo organismo.
Para la filosofía espirita, la profunda correlación entre el espíritu y los centros cerebrales es un requisito esencial para que pueda existir la relación existencial (espíritu - materia).
Ese ser espiritual, en unión con el organismo, es un factor constante de la personalidad humana que integra los factores psíquicos en una totalidad coherente y que no desaparece con la muerte corporal, actuando el cerebro como instrumento orgánico que permite a dicho espíritu manifestar sus facultades en la dimensión física.
De esta manera, el ser humano, realiza un desarrollo de vida muy individualizada aunque necesariamente ligada y condicionada por el medio ambiente familiar, social y humano.
Durante su vida física, aunque mantiene su identidad espiritual, el ser humano integral se manifiesta como una perfecta relación entre el ser espiritual y el ser físico constituyendo una unidad compleja interactuando entre si ambos cuerpos con diferentes grados de vibración.
Al estudiar las funciones cerebrales con instrumentos cada vez más precisos, la ciencia está descubriendo la maravillosa composición de su estructura.
Aún con las experiencias e investigaciones realizadas y publicadas, incluyendo el proyecto genoma que mapeo la complejidad genética del cuerpo humano, muchos investigadores llegan a la conclusión de que "algo" fuera del centro cerebral regula sus funciones.
Aunque la investigación se realiza dentro de la visión que reduce al ser humano a un organismo vivo, queda claro que la existencia de núcleos específicos para determinadas funciones, lleva al cuestionamiento de cómo es hecha la coordinación de las respuestas e iniciativas de comportamiento.
El descubrimiento de los neurotransmisores, revolucionando la comprensión sobre el funcionamiento de los impulsos cerebrales, abrió una nueva vía de estudio del comportamiento. Se atribuye empíricamente que muchos comportamientos serían determinados debido al aumento o reducción de esas substancias que ejercen innegable influencia en las reacciones humanas.
En todos esos casos permanece el problema de quién o qué desencadenaría la respuesta y por qué esa respuesta es típicamente personal, creando un vacío sobre la naturaleza de la personalidad humana y la motivación profunda de las decisiones, miedos y estados mentales diferenciados.
El intento de calificar genéticamente los trastornos mentales más profundos como la esquizofrenia y procurar circunscribir los desvíos de comportamientos al azar genético siguen la lógica que deriva del hecho de que siendo el ser humano apenas un organismo, su comportamiento deberá necesariamente depender de la combinación aleatoria de los genes y factores circunstanciales durante la estructuración corporal.
Esa lógica, como consecuencia, llevaría a afirmar que el carácter y la personalidad, son formadas aleatoriamente, como consecuencia ninguno podría ser responsabilizado por comportamientos antisociales o violentos ya que serían factores genéticos los que realmente determinarían las acciones de las personas.
El comportamiento humano es complejo y las investigaciones que lo reducen a reflejos condicionados o ejercicios de estímulo y respuesta no consiguen, como es obvio, resolver el modo en que cada persona se posiciona y cómo reacciona tan específicamente a las condiciones del ambiente y de las presiones existenciales y afectivas, y lo mas importante no consigue explicar como ante un mismo hecho la reacción es diferente en cada ser humano.
La coordinación, ese algo que va más allá del mundo cerebral detectado por los investigadores más atentos es ciertamente el espíritu, un espíritu independiente del cuerpo y no un substrato psíquico desconocido que en la visión materialista se reduce al mismo organismo.
Para la filosofía espirita, la profunda correlación entre el espíritu y los centros cerebrales es un requisito esencial para que pueda existir la relación existencial (espíritu - materia).
Ese ser espiritual, en unión con el organismo, es un factor constante de la personalidad humana que integra los factores psíquicos en una totalidad coherente y que no desaparece con la muerte corporal, actuando el cerebro como instrumento orgánico que permite a dicho espíritu manifestar sus facultades en la dimensión física.
De esta manera, el ser humano, realiza un desarrollo de vida muy individualizada aunque necesariamente ligada y condicionada por el medio ambiente familiar, social y humano.
Durante su vida física, aunque mantiene su identidad espiritual, el ser humano integral se manifiesta como una perfecta relación entre el ser espiritual y el ser físico constituyendo una unidad compleja interactuando entre si ambos cuerpos con diferentes grados de vibración.
Al estudiar las funciones cerebrales con instrumentos cada vez más precisos, la ciencia está descubriendo la maravillosa composición de su estructura.
Quizás futuras investigaciones puedan desvelar el componente vibracional o energético del espíritu y su función en los complejos mecanismos de funcionamiento del cerebro humano.
Sabiduría para reconocer la diferencia; gran verdad. Dejar fluir y anonimato
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