PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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domingo, 24 de abril de 2011

UNA NUEVA TERAPIA REVOLUCIONARIA PARA TRATAR EL DUELO

La «comunicación post-mortem inducida» Una nueva terapia contra la tristeza por Michael E. Tymn.




Un psicólogo americano, Allan Botkin, ha puesto a punto una técnica terapéutica a base de EMDR (técnica de desensibilización por movimiento de los ojos) y de comunicación con los difuntos. ¿Alucinación o encuentro real? En todo caso, la curación es el reto.


Básicamente hay dos explicaciones para una nueva y revolucionaria terapia para tratar el duelo descubierta por el Dr. Allan Botkin, un psicólogo clínico que ejerce en Libertyville, Illinois. O los pacientes con duelo alucinan o entran en contacto con los muertos.


La terapia, denominada “Comunicación inducida con el más-allá” (Induced After-Death Comunication – IADC) provoca que los pacientes vean a sus seres queridos fallecidos y se comuniquen con ellos y, ocasionalmente, también con sus enemigos ya muertos. La IADC es una evolución de la terapia de “Desensibilización y reelaboración mediante movimientos oculares” (Eye Movement Desensitization and Reprocessing – EMDR) que fue descubierta en 1987 por la Dra. Francine Shapiro, de California.


Tal y como explica en su sitio web, Shapiro estaba un día paseando por un parque cuando se dio cuenta de que los movimientos oculares parecían reducir las emociones negativas asociadas con sus propios recuerdos dolorosos.


La experimentación dio como resultado el procedimiento que inicialmente denominó “Desensibilización mediante movimientos oculares” (EMD).En la EMDR, después de haber analizado profundamente el problema emocional del paciente y desarrollado un plan de tratamiento, el paciente y el terapeuta se centran en los sucesos dolorosos que, aparentemente, han provocado su trastorno emocional. Se instruye al paciente para centrarse en una imagen concreta o pensamiento negativo mientras, simultáneamente, mueve los ojos de acá para allá, siguiendo los deseos del terapeuta, que se mueven alrededor del campo de visión del paciente durante 20º 30 segundos. Se pide el paciente que deje su mente en blanco y tome nota de cualquier pensamiento, imagen o recuerdo que se le presente. Después, se le pide que se centre en un concepto positivo, identificado como tal al principio de la sesión, y de nuevo en el suceso emocionalmente doloroso.



Tras varias series de movimientos oculares, los pacientes refieren, generalmente, crecimiento de su confianza en el pensamiento positivo y disminución del trastorno emocional.En la terapia IADC se pide a la persona que está sufriendo por la muerte de alguien que durante los movimientos oculares se centre directamente en la tristeza. Una sesión típica de IADC conlleva que el paciente ve a la persona fallecida, que ésta le comunica que todo va bien y que no hay motivo para afligirse.


En muchos casos, el fallecido aporta información desconocida previamente para el paciente. El terapeuta trabaja con personas de todas las creencias, incluidos ateos y escépticos. Al final, la mayoría de los pacientes superan su dolor.Botkin está razonablemente seguro de que los muchos pacientes que se han beneficiado de la terapia no sueñan, ni imaginan, ni fantasean ni alucinan, pero prefiere no especular sobre si los pacientes entran realmente en contacto con el mundo espiritual.


Sea cual sea la explicación, la terapia, según Botkin, funciona en el 70 % de los casos.“Como psicólogo que se interesa básicamente en curar a la gente que sufre profundamente, tengo por principio no ocuparme de los argumentos de las creencias” explica. “Creyentes y escépticos llevan mucho tiempo inmersos en su pelea. Creo que si tomara partido y me colocase de uno de los lados sería más difícil para mí ayudar a quien lo necesita”. Más aún, Botkin precisa que su posición neutral permite al paciente interpretar la experiencia sin ser influenciado por la creencia del terapeuta.


Aunque Botkin descubrió la IADC en 1995, su trabajo hasta hace tres años como psicólogo en el Departamento de Veteranos le impidió promocionarla activamente entre sus colegas y dirigir la atención del público sobre ella. La terapia contra el duelo aceptada desde hace muchos años ha sido la de extinguir los lazos emocionales con los fallecidos, del tipo “están muertos y se han ido, así que olvídalos”. Sin embargo, la terapia IADC presenta una nueva forma de abordar el asunto y con una opinión opuesta: la de un contacto continuo y saludable con el fallecido.


Como esta aproximación choca con la ciencia materialista – que nos ha adoctrinado con la creencia de que la vida es solo un camino hacia la aniquilación y la nada – es ignorada y rechazada por muchos terapeutas. “Es todavía muy reciente, pero ya comienza a extenderse” dice Botkin. Su libro “Comunicación inducida con el más-allá”, escrito junto con el filósofo R. Craig Hogan, se publicó en 2005 y está ya en su segunda edición, coincidiendo con que la televisión comienza a mostrar interés. A la par que ha realizado esta entrevista para NEXUS, Botkin acaba de terminar un documental para la cadena estadounidense HBO que aparecerá muy pronto en el programa “Good Morning America”.


Tras doctorarse en Psicología por la Universidad de Baylor en 1983, Botkin comenzó a trabajar en el Hospital de Veteranos del área de Chicago. Durante los siguientes veinte años se especializó en tratar a los veteranos combatientes de la II Guerra Mundial, Corea, Vietnam e Irak que sufrían estrés postraumático, una condición conocida desde los años 70 como “neurosis de guerra”. Esta condición aparece como consecuencia de haber experimentado o presenciado los horrores de la guerra. En muchos casos los efectos son a largo plazo. Muchas veces los recuerdos quedan enterrados en el subconsciente y muchos años más tarde afectan perjudicialmente a la personalidad del individuo, de forma no siempre claramente ligada a las experiencias del campo de batalla.


Durante los primeros doce años de su práctica Botkin se frustraba frecuentemente por los pobres resultados de la “terapia de exposición”, el método habitual de tratamiento, en la que se pedía a los pacientes que, en un entorno seguro y cómodo, reviviesen sus experiencias traumáticas, con la esperanza de que así su respuesta emocional decrecería en intensidad.
Resultados más positivos aparecieron cuando durante los primeros años 90 Botkin se formó en EMDR. Mientras que con la terapia convencional frecuentemente tardaba años en obtener resultados, Botkin comenzó a observar cambios dramáticos con una sola sesión de EMDR y la encontró especialmente efectiva para curar el duelo.


Según Botkin, muchos pacientes en duelo experimentan tres emociones: culpa, rabia y tristeza. Descubrió que la culpa y la rabia solo servían para proteger al paciente de su profunda tristeza y comenzó a presionar a sus pacientes para ir directamente a su tristeza de fondo, puenteando la culpa y la rabia. Comprobó también que los pacientes respondían mejor cuando, tras una sesión de movimientos oculares, cerraban los ojos. Al centrarse en la tristeza la culpa y la rabia desaparecían.


Experiencias con la terapia IADC


Botkin descubrió la IADC accidentalmente durante una sesión con un paciente al que, por confidencialidad, nombra como Sam. Durante su actuación en Vietnam Sam protegió a una niña vietnamita de 10 años, huérfana, llamada Le. De hecho, había decidido adoptarla y llevarla consigo a casa.


Un día, mientras Sam y otros soldados ayudaban a Le y a otros huérfanos a subir a un camión para llevarlos a un orfanato, cayeron bajo fuego enemigo. Cuando Sam descubrió el cuerpo sin vida de Le en el barro, junto al camión, quedó desolado y su dolor le acompañó permanentemente hasta las sesiones con Botkin en 1995.Durante la sesión de EMDR Sam vio a Le como una mujer preciosa, con largo pelo negro y un traje blanco, rodeada de una luz radiante. Ella le habló y le dio las gracias por cuidarla antes de su muerte. Sam estaba extasiado. Estaba convencido de que realmente había comunicado con Le y que había sentido sus brazos abrazándolo.


Inicialmente Botkin asumió que Sam había alucinado. Estaba preocupado porque hubiera perdido su capacidad para distinguir entre realidad y fantasía. Pero tras experiencias similares referidas por otros pacientes decidió experimentar.
Su primer ADC o “contacto con el más-allá” inducido intencionalmente fue con un paciente llamado Gary, cuya hija Julie había muerto a los trece años. Al haber sufrido hipoxia severa durante el nacimiento, Julie nunca desarrolló una capacidad mental más allá de la propia de un niño de seis meses. Tras sufrir un ataque cardíaco y ser llevada al hospital necesitó de soporte vital. Como más tarde mostró signos de ser capaz de respirar por sí misma se la desconectó del respirador. Luchó por respirar, pero murió en los brazos de Gary.“Las lágrimas caían por las mejillas de Gary mientras me contaba la historia”, recuerda Botkin. “Le expliqué mi nuevo procedimiento y le pregunté si quería intentarlo. Dijo que colaboraría si yo pensaba que eso podría ayudar, pero que estaba convencido de que no funcionaría, porque era ateo y no creía en tales cosas”.


Después de que Botkin realizó con él el procedimiento completo Gary cerró los ojos. “Cuando los abrió tenía una expresión de sorpresa” relata Botkin. “He visto a mi hija. Estaba jugando feliz en un jardín lleno de colores brillantes y luminosos. Parecía sana y podía moverse sin los problemas físicos que había tenido en vida. Me miró y pude sentir su amor hacia mí”. “Hablamos de su experiencia. Gary estaba convencido de que su hija estaba todavía viva, aunque en un lugar muy diferente”. Pero la expresión de sorpresa de Gary se convirtió en una de tristeza. Cuando Botkin le preguntó qué iba mal Gary respondió que todavía se sentía triste por haber perdido a su hija. Botkin le realizó otra sesión de movimientos oculares y le pidió que mantuviera ese pensamiento en su mente. Gary cerró sus ojos y permaneció así durante unos minutos. “Cuando Gary abrió sus ojos sonreía”. Dijo: “Estuve en el jardín otra vez y pude ver a Julie mirándome. Me dijo: Todavía estoy contigo, papá”. Gary le dijo a Botkin que Julie nunca pudo hablar cuando vivía. Abandonó la sesión sintiéndose feliz y en conexión con su hija. Un año más tarde Botkin contactó con Gary, quién le informó de que seguía sintiéndose en contacto con su hija. Su nueva creencia era que “las personas no mueren realmente; pasan a una forma diferente y viven en un sitio diferente, que es precioso”.


Un veterano de Vietnam ha contado voluntariamente para este artículo su experiencia con IADC, aunque prefiere permanecer en el anonimato. Le llamaremos Mark. Como artillero de helicóptero, Mark mató a mucha gente durante sus 18 meses en Vietnam, pero el enfrentamiento que más le angustió se relacionaba con cuatro botes llenos de soldados vietnamitas. Inidentificados y sin banderas los botes se introdujeron en un canal militar y Mark y otros cuatro artilleros, siguiendo órdenes, atacaron los botes y “los escupimos fuera del agua”. Recuerda haber visto los cuerpos volando por el aire. Dos semanas más tarde fue informado de que se trataba de tropas amigas. “Se queda en tu mente y realmente te aplasta” se lamentaba Mark y añadía que le habían disparado siete veces y herido dos.


En 2002 Mark solicitó tratamiento en el Hospital de Veteranos. Cuando el terapeuta le explicó el procedimiento de la IADC y le preguntó si le gustaría intentarlo se mostró más que colaborador. Tras la sesión de movimientos oculares Mark se centró en el accidente del bote.“Lo que ocurrió entonces es que vi una formación de vietnamitas que venían hacia mí” contó Mark, con el recuerdo todavía muy vivo en su mente. “Lo curioso es que estaban en formación rusa, no americana. Dos de los comandantes avanzaron y comenzaron a hablarme en vietnamita”. Mark no les comprendió hasta que realizó otra sesión de movimientos oculares. Continuaban hablando en vietnamita, pero Mark, de algún modo, telepáticamente, sabía lo que estaban diciendo. “Me dijeron que comprendían que hice lo que tenía que hacer, que no me guardaban rencor, porque estaban en un lugar mejor, y que no merecía preocuparse por ello. Entonces se marcharon. Fue muy tranquilizador y se me quitó un gran peso de encima”.


En otra sesión de IADC Mark vio a una mujer llevando a su propio hijo mayor, que había muerto de niño en 1978. Como se concentró en su hijo, de primeras no reconoció a la mujer como a su propia madre muerta. En esa sesión el niño no habló, pero en sucesivas sesiones el niño volvió a aparecer, primero como un jovencito y luego como un adulto. “Mi hijo me dijo: No te preocupes, papá. Estoy bien. Te veré pronto. No supe qué hacer, si es que voy a morir pronto o qué, pero fue sorprendente”.


Mark volvió a ver también uno de sus accidentes de helicóptero, incluido el dolor y su intensidad. Se esfuerza en explicar las imágenes: “La calidad y la claridad de las imágenes era mayor que en un sueño. Eran absolutamente tridimensionales y estaban contigo. Tienes que experimentarlo para saber cómo es. No es como el hipnotismo. Lo contaría, pero solo sería una parte. Lo principal es que te da un sentido y la vida tiene más significado de tener una experiencia así. Hay una sensación de continuidad. Es muy reconfortante”.


Iván Rupert, otro veterano, estuvo preocupado durante años por el recuerdo de una carnicería en Vietnam. Como fotógrafo de guerra, fue reclamado para realizar fotos a un autobús vietnamita que había sido destruido. “Había cuerpos y miembros por todo el lugar”, recuerda, “pero lo que realmente se clavó en mi mente fue la imagen de una mujer embarazada. Pude ver su niño y el cordón umbilical que les unía “La escena volvió a aparecérsele a Rupert una y otra vez en sus sueños durante muchos años, hasta entrar en la terapia IADC con el Dr. Botkin. Lo que especialmente le angustiaba era que en ese momento había estado más interesado en sacar unas buenas fotos que incómodo por aquello de lo que estaba siendo testigo. Durante la IADC la mujer vietnamita se comunicó con él. “Me dijo que estaba en un sitio mucho mejor y me ayudó a comprender que yo no era el monstruo que yo pensaba.


Me dijo que no me culpaba de nada”. Rupert no puede decir con seguridad si la mujer habló en vietnamita o en inglés. “Era como mente a mente, corazón a corazón”, explica, añadiendo que no ha vuelto a tener sueños desagradables sobre la escena. En la mente de Rupert no hay duda de que realmente comunicó con la mujer vietnamita. “Al principio yo era muy escéptico cuando me lo explicaron. Parecía como un cuento chino, pero fue real. Estoy seguro de que no aluciné y de que no fui hipnotizado. Deseo que la Administración de Veteranos lo apoye y lo ofrezca. Puede dar mucha paz a muchos veteranos”.


Testimonios de otros terapeutas en IADC


Desde que comenzó su ejercicio privado Botkin ha estado enseñando la técnica IADC a otros terapeutas. Una de ellos, Laura Winds, de Bellingham, Washington, cuenta que ha observado cambios dramáticos en los pacientes bajo IADC.


“Lo que realmente me lo confirma es la sensación de paz con la que viven”, dice. Recordando una IADC en la que una cliente vio a su esposo fallecido, que había cometido suicidio disparándose, relata la reacción del cliente: “¡Qué raro!¡Que raro! Jim está aquí. ¡Está en la puerta!”. Jim volvió para decirle a su esposa que no debía sufrir. Otra paciente, cuyo hijo de dos años había sido asesinado por su novio, vio a su hijo durante la IADC y fue capaz de superar gran parte de su duelo. Antes de su sesión de IADC la mujer era escéptica sobre la vida después de la muerte, pero ahora está segura de que existe y de que algún día volverá a ver a su hijo otra vez.


Winds calcula que habrá usado la IADSC con 20 o 25 clientes y todos menos tres han experimentado una curación total o parcial. “Puedes sentir el significado del amor y de la paz que acompañan a la curación”, dice.


La Dra. Katty Parker, una terapeuta de Roselle, Illinois, cree que habrá usado la IADC en 50 o 60 pacientes, con un 80 % de éxito. Una de las sesiones más dramáticas se trató de una mujer que había sido oficial del gobierno de un país africano y que había visto a su tía pisar una mina y volar en pedazos. La tía apareció en la IADC, sonriendo y diciéndole a su sobrina que siempre estaría con ella. “El nivel de curación que se obtiene así es realmente sorprendente”, dice Parker. “Hay un misterio en ello, pero es completamente real para mí y es completamente real para mis pacientes”.


Hania Stromberg, una terapeuta de Albuquerque, Nuevo Mexico, ha conducido 30 sesiones de IADC, aproximadamente, y solo tres de ellas pueden considerarse como fracasos. Stromberg se lamenta de que muchas personas en duelo no aprovechen esta terapia dinámica. “Conozco mucha gente para la que sería apropiada y desearía que se incorporaran a ella, pero no quieren. La principal razón es porque no están abiertos a ella. En general, la gente no cree en que los muertos están todavía a nuestro alrededor y que influyen en nosotros. He intentado interesar a algunos de mis amigos terapeutas, pero solo he recogido silencio cuando los he abordado. La mente científica es muy cerrada cuando se trata de este tipo de cosas”.


Stromberg parece tener capacidades de clarividencia y clariaudiencia y por eso ha sido capaz de participar en algunas experiencias. En una de ellas un cliente sufría el duelo por la muerte de su madre y se sentía culpable por no haber cumplido algunas obligaciones. Cuando estaba realizando los movimientos oculares Stromberg notó que una presencia entraba en la habitación y vio a una mujer con vestido de colores y tacones altos. La mujer, la madre del cliente, se dirigió a éste con un apelativo cariñoso y comenzó a discutir con él sobre sus problemas. Acabada la sesión Stromberg comparó sus notas con lo que el cliente relataba y todos los detalles coincidían: el vestido de colores, los tacones altos, el nombre cariñoso y el tema de la conversación. Stromberg nunca se ha visto a sí misma como poseedora de capacidades mediumnicas y nunca se había interesado por estas cosas antes de estas experiencias. “Soy muy sensitiva, pero siempre me he mantenido al margen de la gente que tiene estas experiencias. Nunca me han atraído”. Cuando al cliente le llega información muy confidencial Stromberg no la escucha. “No soy digna de ello y no participo en ello”. Igual que Botkin, Stromberg tiene una posición neutra sobre lo que ocurre, dejándolo a la interpretación de los clientes.


Las IADC no son alucinaciones


Botkin afirma que el procedimiento EMDR/IADC no implica la hipnosis. “La hipnosis induce al paciente a un estado de pensamiento relajado y concentrado”, explica. “La EMDR, por el contrario, incrementa el proceso de información cerebral”.


Le gusta comparar esto con un proyector de cine: durante la hipnosis el proyector va a cámara lenta mientras que en la EMDR se acelera. Rechaza también la afirmación de que las IADC son alucinaciones. “La evidencia más convincente es que todas las personas que han tenido experiencias IADC las refieren como muy diferentes a cualquier otra experiencia. Las alucinaciones, técnicamente, son percepciones sin estímulo real, lo que quiere decir que solo existen en el cerebro y no tienen nada que ver con cualquier realidad que exista aparte de nosotros mismos. Suelen tener un contenido muy negativo, variando considerablemente entre una persona y otra y suelen ser síntomas de serios desórdenes psíquicos.


Sin embargo, es evidente que el contenido de las IADC es uniformemente positivo, constante de una persona a otra y curativo psicológicamente hablando. Además, dice Botkin, poder participar en la experiencia – como en el caso de Stromberg y su paciente – redunda contra la teoría de la alucinación. Menciona también que en la Universidad del Norte de Tejas se siguen estudios científicamente controlados sobre la IADC y espera, optimista, que confirmarán las miles de observaciones clínicas que él mismo y otros terapeutas de IADC llevan realizadas.“Siento que tengo una obligación moral de aportarlo al mundo. Mi objetivo primordial es ofrecer ayuda a la gente que la necesita, como los veteranos que vuelven de Irak y Afganistán y los supervivientes de desastres”. Si la IADC es lo que muchos pacientes y terapeutas creen que es, Botkin puede haber realmente realizado el mayor descubrimiento del siglo pasado y quizás del milenio.


Anexo. LENTA ACEPTACIÓN DE LA TERAPIA IADC


Podríamos pensar que algo con implicaciones tan profundas como la comunicación inducida con el más-allá debería ser motivo de una amplia atención en el campo de la salud mental, en los principales medios de comunicación y entre el público en general. Incluso aun careciendo de pruebas absolutas, la evidencia sugiere seriamente que durante las IADC los pacientes en duelo entran en contacto con sus fallecidos. ¿Qué podría ser más estremecedor y noticiable que esto?


Pero su aceptación ha sido lenta, sin duda porque la comunicación con los muertos es un fenómeno que excede el “umbral de sobresalto” de mucha gente, especialmente de aquellos que han sido programados para creer que todo debe cumplir unos estrictos criterios científicos antes de ser considerado seriamente como verdad.


El término “umbral de sobresalto” fue acuñado por Renée Haynes, un investigador psíquico y escritor británico, para definir el punto a partir del cual somos incapaces de aceptar algo como real y surge el escepticismo. Durante finales de siglo XIX y principios del XX algunos distinguidos científicos investigaron a fondo el fenómeno de la mediumnidad. Descubrieron algunos fraudes, pero concluyeron que “los muertos hablaban a través de los verdaderos médium”.


A pesar de su reconocimiento entre la comunidad científica, estos investigadores fueron atacados por sus colegas, que creían que habían sido engañados. Sir Williams Crookes, distinguido físico y químico británico, fue uno de los maltratados. Croques respondió diciendo: “Nunca dije que fuera posible; solo dije que era verdad”. Cualquier persona que se tome el tiempo suficiente para examinar estrictamente las investigaciones realizadas por Croques, Sir William Barret, Dr. Richard Hodgson, Sir Oliver Lodge, Dr. James H. Hyslop y otros concluirá que hay un predominio de la evidencia – si no una evidencia más allá de la duda razonable – a favor de la supervivencia de la consciencia a la muerte y, de forma paralela, de un mundo espiritual en el que los espíritus habitan en varios niveles de evolución.


Más recientemente la ciencia oficial viene ignorando las evidencias que sugieren que las “experiencias cercanas a la muerte” y los fenómenos de “voces electrónicas” se relacionan con la vida después de la muerte. Los escépticos afirman que estos fenómenos no pueden reproducirse y que, en consecuencia, no son dignos de someterse a la experimentación científica.


“Lo que ocurre es que muchos de ellos no pueden ser controlados o medidos de una forma científica”, dice R. Craig Hogan, filósofo, coautor con Allan L. Botkin, psicólogo, del libro “Comunicación inducida con el más-allá” (Hampton Roads, 2005). “Consecuentemente, no se ha prestado mucha atención a la IADC”. Como observa Hogan, la gente que se opone a ello está estancada en un paradigma mecanicista, según el cual el mundo físico es fundamental, y se remontan hasta principios del siglo XIX y la “era de la razón”, cuando los científicos proclamaban que el único conocimiento válido es el que procede de la comprobación y la medición, que solo los científicos pueden comprender. “El pueblo simplemente lo aceptó”, afirma Hogan. “Al fin y al cabo, la gente normal había asumido hasta tal punto que el conocimiento pertenecía solo a la Iglesia que no se sentían sus propietarios en absoluto.


La persona interior, según la Iglesia, era pecadora, depravada, ingenua y dada a ser influida por el diablo. Cuando la Ciencia le dijo a la gente que esa persona era, además, propensa al error, a la superstición y a una ignorancia infantil con respecto a los hechos del universo movieron la cabeza asintiendo”. Los medios de comunicación han contribuido al problema, cree Hogan. “Han buscado el enfrentamiento entre el médium y el escéptico y así no puede haber acuerdo”.


Convencido, según parece, de que la IADC implica un contacto real con el mundo espiritual, Hogan explica que el terapeuta debe tomar una posición neutral, dejando la interpretación al paciente. “El papel del terapeuta no es juzgar el origen de la experiencia o el sistema de creencias del paciente sobre el tema. Creo que cualquier terapeuta planteará la discusión en los términos con los que el paciente se sienta más a gusto”


Pero Hogan cree que en algún momento los buscadores de la verdad deberán olvidar los fundamentalismos científicos. “Debemos dejar de intentar ajustar nuestros métodos y estudios a los estrechos paradigmas de las cosas que pueden ser controladas y medidas. No debemos inclinarnos ante las exigencias de aquellos que insistan en el control y la medición.


Al fin y al cabo, la mayor parte de lo real no está en esa realidad ”El objetiv de la terapia IADC es la superación del duelo, pero Hogan ve algo mucho más grande naciendo de ella. “La terapia es valiosa porque alivia el sufrimiento, pero esto es mucho menos importante que aquello a lo que nos conduce. Al Botkin ha descubierto chispazos de electricidad, pero lo importante será poder iluminar todas las ciudades”.


Michael E. Tymn

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