PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

domingo, 13 de noviembre de 2011

ACEPTAR LA IMPOTENCIA

EN LA CONSECUCIÓN DE UNA VIDA FELIZ PARTICIPAN DOS «MITADES», QUE SIMBOLIZAREMOS MEDIANTE SENDOS SEMICÍRCULOS, IZQUIERDO Y DERECHO. AMBAS SILUETAS ENCAJAN PERFECTAMENTE ENTRE SÍ EN UN CÍRCULO COMPLETO, E INCLUSO SE NECESITAN MUTUAMENTE PARA PODER CERRAR LA FORMA.

El semicírculo izquierdo es la persona con todas sus capacidades, talentos y experiencias. Representa la abundancia de cosas que este ser tiene para ofrecer al mundo, es decir, todo lo que puede aportar, con sentido y con amor, para el bien de los suyos y de su entorno.
Entre las experiencias cuya aportación resulta fructífera, también se pueden incluir las vivencias que han resultado traumáticas. Casi todas las personas que han sufrido profundamente comprenden de inmediato lo que atormenta a las demás, y lo entienden todo con mucha más facilidad que alguien que tenga «buena estrella».

SU CONSONANCIA ANÍMICA SE CONDENSA EN UNA ESPECIE DE «COMPETENCIA EXPERIMENTADA» QUE ELLAS MISMAS HAN ADQUIRIDO —EN LA RABIA DE SU DOLOR— Y QUE LAS AUTORIZA, MÁS ALLÁ DE CUALQUIER CONOCIMIENTO, PARA TRATAR DE FORMA ADECUADA A LA GENTE CON HERIDAS SIMILARES.

Por el contrario, el semicírculo derecho es un trocito de mundo, un extracto del entorno de la persona. Pero es un trocito descuidado, un extracto incompleto, un punto estropeado en la existencia.
Como nada es perfecto, puede tratarse de cualquier cosa: ser humano, animal, planta, edificio en construcción, calle… Se trata simplemente de una «necesidad» situada en el exterior de la persona.

En nuestro mundo existen muchas «necesidades» en todos los ámbitos: niños desatendidos, vagabundos, ancianos solitarios, familias destrozadas, animales domésticos abandonados, lagos contaminados, contratos injustos, libros no traducidos, películas malas… La lista es interminable. Lo que tienen en común todas las «necesidades» es una invitación inherente a ser «cubiertas».

¿Quién puede cubrir una determinada necesidad? Sólo quien esté especialmente capacitado. Los niños podrán recibir ayuda de alguien con educación pedagógica, los libros podrán ser traducidos por alguien que domine idiomas, etc. Es decir, un determinado se-micírculo derecho no concuerda nunca con cualquier semicírculo izquierdo, sino sólo con uno al que complete. Dicho a la inversa, podemos partir de que, en principio, para cada persona y sus competencias (semicírculo izquierdo) existe un trocito de mundo necesitado (semicírculo derecho) que invita e insta a entregarse a él de forma constructiva, porque puede hacerlo.

Cuando la invitación es escuchada y correspondida, ambas partes estarán satisfechas. Los semicírculos, se habrán unido formando el círculo completo. El pequeño punto del mundo estropeado se arregla, mientras la persona que contribuye a hacerlo nota su importancia y su sentido, y de esta forma ambos resultan beneficiados.
Algunas formas de duelo tienen que ver con la situación en la que se halla una persona cuando se ve involuntariamente catapultada del semicírculo izquierdo al derecho.

ESTA PERSONA YA NO ESTÁ EN DISPOSICIÓN DE EJERCER UNA INFLUENCIA ÚTIL EN EL MUNDO MEDIANTE SUS RECURSOS, SINO QUE ELLA MISMA SE HA CONVERTIDO EN UNA PARTÍCULA NECESITADA DE AYUDA EN FUNCIÓN DE LA CUAL ALGUIEN DEBERÁ HACERSE ÚTIL.

Durante sus primeros años de vida, esta per¬sona, al igual que todas las demás, se halla «lo¬calizada» en el semicírculo derecho, en tanto que ignorante de su impotencia. Ahora, sumida en extremas deficiencias físicas y mentales, como la senilidad o la demencia, la persona presiente la mayoría de las veces su impotencia más de lo que le gustaría.
Mucha gente que está en el «semicírculo derecho» se siente una carga para los demás, desprovista del antiguo sentido de su vida. Sus parientes están igualmente tristes porque viven de cerca el dilema de las deficiencias del discapacitado sin poder restituirle su estado de salud anterior.

¿Pero no podemos interpretar desde el op¬timismo la situación de alguien que se ha convertido en una persona necesitada? Esta per-sona no está muy alejada de poder conseguir una vida feliz a través de las dos mitades del círculo. En lugar de ser ella misma la invitada a actuar, se ha convertido simplemente en la invitación. Se ha transformado en la oferta viviente destinada a sus congéneres para que se preocupen por ella, y atrae lo mejor y lo más grande de ellos: el amor.

Llevándolo al extremo, podríamos decir que las perso¬nas con sus capacidades físicas y/o mentales disminuidas satisfacen un sentido ofreciendo a seres más fuertes o más sanos la oportuni¬dad de satisfacer su propio sentido cuidando de ellas.

SI AMBAS PARTES ENTIENDEN SU PARTICIPACIÓN EN EL JUEGO DE LA MANERA INDICADA, EL DUELO VOLVERÁ A CONVERTIRSE EN EL «MAESTRO PARA LA COMPRENSIÓN».

¿QUÉ TIENE IMPORTANCIA EN LA VIDA? ¿TENER UN COCHE EN EL GARAJE? DIFÍCILMENTE. ¿QUE TU COMPAÑERO TE HAYA ENSEÑADO A CONDUCIR? ESO YA ES OTRA COSA. ¿Y SI ENTRETANTO SE HA EMBRUTECIDO? A PESAR DE ELLO, EL AMOR ES LO QUE IMPORTA. LOS VALORES VERDADEROS SON LOS DEL AMOR, NO LOS DEL LUJO, Y, COMO TALES, A MENUDO NO SE APRECIAN EN SU JUSTA MEDIDA. EL DUELO LOS ENALTECE.

COMENTANDO UN CASO REAL:
Un matrimonio vino a pedirme consejo acerca de un asunto delicado. La mujer, que vestía de luto, me contó que su madre, postrada en cama desde hacía meses, había fallecido pocos días atrás a una edad muy avanzada. Pero el problema no era aquella muerte esperada, sino la decisión de comunicar al padre la noticia de la muerte de su mujer. Al preguntarle por qué el padre no sabía nada obtuve la siguiente explicación.

Los padres de aquella mujer eran una pareja de «bodas de oro». Al enfermar la madre, su marido asumió la tarea de cuidarla y rechazó cualquier ayuda externa. Servir a su mujer se convirtió en el objetivo de su vida, en su deber personal. Sin embargo, tres semanas antes de que ella muriera, tuvo que ser ingresado en el hospital a causa de un infarto. Estaba en la unidad de cuidados intensivos y su pronóstico no era nada halagüeño.
No se sabía con certeza su nivel de percepción del entorno, pero entre las fases de pérdida de conciencia daba a entender, según la hija y el yerno, que algo lo afligía e inquietaba. Incluso hacía girar la alianza que llevaba en el dedo. Por ello, la hija suponía que su padre se torturaba con el pensamiento de que no podía quedarse en la cama porque su mujer lo estaría necesitando en casa. Naturalmente, él sabía que su esposa estaba bien cuidada, pero, a sus ojos, no con el cariño al que tan acostumbrada estaba ella.

Hay que destacar que aquella separación debió originar realmente una profunda situación de estrés en la mujer, dado que murió justo después de la hospitalización de su marido. Pero, como ya hemos dicho, la verdad no le fue entonces comunicada al esposo. Los médicos del hospital desaconsejaron llevar al lecho del enfermo la mala noticia de la muerte de su mujer, y algunos incluso expresaron el temor de que podría morir de la conmoción. Otros dijeron que al hombre le quedaba poco tiempo y que debían ahorrarle aquel último shock.

Las consideraciones de los médicos tenían su parte de razón, pero visto desde la óptica de los semicírculos de nuestra simbología, hay otro aspecto que cobra protagonismo. Aquel anciano había vivido plenamente y tenido descendencia. También había cumplido fielmente con sus obligaciones profesionales, había luchado durante las malas épocas y disfrutado durante las buenas para, al final, sacrificar sus últimos años cuidando de su mujer.
Hizo realidad una existencia humana rebosante de valores ante la cual podía, con todo derecho, echar orgullosamente la vista atrás. Sólo quedaba una pequeña gota de amargura: faltaba un deber que cumplir. El círculo no estaba completamente cerrado. El cuidado de su amada compañera se había interrumpido (a su entender) y aqui de alguna manera, se introducía a hurtadillas en su corazón un medroso duelo que le robaba la calma interior y no le dejaba morir en paz. La hija conocía a su padre y notaba lo que le pasaba.
Por todo ello, y en contra de las opiniones de los médicos, recomendé a la pareja que, con precaución, le dijeran al padre que su mujer le había tomado la delantera y que ya no necesitaba preocuparse más por ella.
Cabía esperar que el anciano también pudiera dar entonces por concluido el último deber que se había fijado en su vida y, por lo tanto, pudiera cerrar los ojos aliviado.

AL CABO DE UNAS SEMANAS, RECIBÍ UNA RESPUESTA POSITIVA DEL YERNO. SU SUEGRO SE HABÍA TOMADO LA MUERTE DE SU MUJER CON MUCHA SERENIDAD.

EL ANCIANO ASINTIÓ VARIAS VECES CON LA CABEZA Y MURMURÓ. «AHORA LE IRÁ TODO BIEN…». LLEGÓ A VIVIR MÁS DE LO ESPERADO, DURMIENDO LA MAYOR PARTE DEL TIEMPO Y MOSTRANDO UNA EXPRESIÓN DE ALIVIO Y DESPREOCUPACIÓN EN SU ROSTRO.

EN EL MOMENTO DE MORIR, LOS DEDOS DE SU MANO IZQUIERDA ESTRECHARON FUERTEMENTE LA ALIANZA. AQUEL ANILLO SIMBOLIZABA LA CULMINACIÓN GLORIOSA DEL CÍRCULO DE SENTIDO DE SU VIDA.

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