Aunque parezca mentira es así. Aunque al principio de la muerte de un hijo todo se apaga y quedamos vacíos, muertos en vida, al final del duelo nos espera la luz, aunque ahora nos invada la más espesa de las oscuridades.
Lo único que tenemos que hacer – es mucho y difícil- es atravesar la negrura agarrados de la mano del amor, como ciegos guiados por un perro lazarillo.
¿Y cómo conseguir eso, cuando reina la incertidumbre, el miedo y el dolor?
¿Y cómo conseguir eso, cuando reina la incertidumbre, el miedo y el dolor?
Con nuestra actitud. La predisposición a ver el lado bueno de las cosas, por insignificante que sea, es vital.
TENER EL CONVENCIMIENTO INTIMO QUE LA CASUALIDAD NO EXISTE Y QUE TODO TIENE UN POR QUÉ.
Eso no se consigue todos los días, pero conviene que se convierta en la brújula que marque nuestro rumbo.
Cuando yo estaba solo en casa, lloraba con ganas toda la amargura, luego me lavaba la cara y me iba con mi mejor sonrisa a animar a mi hijo pequeño cuando jugaba un partido de fútbol o preparaba el plato preferido de la familia o de camino al trabajo compraba un regalo para uno de mis amigos. La cuestión es vivir el dolor, pero no quedarse en él.
A nuestros hijos muertos y a nosotros mismos nos debemos hacer algo bonito con todo ese dolor. No importa qué, siempre que se haga con amor. Todos los que pasamos por una situación límite, como puede ser la muerte de un ser muy querido o cualquier otra situación difícil como una enfermedad realmente grave, sabemos que lo único importante es el amor.
Cuando yo estaba solo en casa, lloraba con ganas toda la amargura, luego me lavaba la cara y me iba con mi mejor sonrisa a animar a mi hijo pequeño cuando jugaba un partido de fútbol o preparaba el plato preferido de la familia o de camino al trabajo compraba un regalo para uno de mis amigos. La cuestión es vivir el dolor, pero no quedarse en él.
A nuestros hijos muertos y a nosotros mismos nos debemos hacer algo bonito con todo ese dolor. No importa qué, siempre que se haga con amor. Todos los que pasamos por una situación límite, como puede ser la muerte de un ser muy querido o cualquier otra situación difícil como una enfermedad realmente grave, sabemos que lo único importante es el amor.
EL QUE DAMOS Y EL QUE RECIBIMOS.
No hay otra moneda de cambio cuando la vida nos pone ante el abismo. Da igual la riqueza, la posición social, el éxito… todo eso no sirve para curar el alma.
El alma sólo se cura si nos desprendemos de la culpa, de los celos, del rencor, del odio, de la frustración, de todo lo que pesa y oprime el corazón.
Y eso requiere trabajar con uno mismo, mirar de cara a los propios fantasmas y llamarlos a cada uno por su nombre. Somos lo que somos, ni más ni menos.
Con el tiempo, es posible encontrar sentido incluso a la muerte de un hijo. Si no hubiese vivido ese dolor tan tremendo seguramente yo seguiría aferrado al orgullo, pasando por la vida de puntillas, muerto de miedo, intentando controlar lo incontrolable.
El alma sólo se cura si nos desprendemos de la culpa, de los celos, del rencor, del odio, de la frustración, de todo lo que pesa y oprime el corazón.
Y eso requiere trabajar con uno mismo, mirar de cara a los propios fantasmas y llamarlos a cada uno por su nombre. Somos lo que somos, ni más ni menos.
Con el tiempo, es posible encontrar sentido incluso a la muerte de un hijo. Si no hubiese vivido ese dolor tan tremendo seguramente yo seguiría aferrado al orgullo, pasando por la vida de puntillas, muerto de miedo, intentando controlar lo incontrolable.
AHORA SÉ QUE CUALQUIER MUERTE SENTIDA ES UNA LECCIÓN DE HUMILDAD.
Una oportunidad de desprenderse de las máscaras que nos impiden conectar con la verdadera alegría, la alegría que nace de dentro por el simple hecho de estar vivos, de compartir, de querer sin condiciones, de aceptar.
Cada uno tiene su camino de aprendizaje, el que el mismo escogió. No valen los atajos. Nuestra travesía es la que es, está hecha a medida.
Cada uno tiene su camino de aprendizaje, el que el mismo escogió. No valen los atajos. Nuestra travesía es la que es, está hecha a medida.
NO PODEMOS CAMBIAR LO QUE NOS SUCEDE, PERO SÍ PODEMOS ELEGIR CÓMO VIVIRLO.
No vale echar las culpas a lo que pasó, a lo que nos hicieron o a lo que nos dejaron de hacer. Lo que importa es qué hacemos nosotros con todo eso, la lección que aprendemos en forma de conocimiento, para luego aplicarlo en nuestro día a día. En qué nos convertimos y como evolucionamos.
Cuando cierre los ojos por última vez a mi me gustaría recordar a cada una de los seres humanos que he conocido con amor, no me gustaría quedarme con muchos te quiero sin pronunciar, con un saco repleto de ganas de ayudar a los otros sin abrir, con otro cargado de agradecimientos sin apenas estrenar y por supuesto me gustaría partir sin un solo abrazo pendiente por abrazar.
Cuando cierre los ojos por última vez a mi me gustaría recordar a cada una de los seres humanos que he conocido con amor, no me gustaría quedarme con muchos te quiero sin pronunciar, con un saco repleto de ganas de ayudar a los otros sin abrir, con otro cargado de agradecimientos sin apenas estrenar y por supuesto me gustaría partir sin un solo abrazo pendiente por abrazar.
Me gustaría, cuando deje este mundo material y sé que no es fácil haber dado lo mejor de mí, a cuantos se acercaron a compartir conmigo una parte de su camino, es decir haber hecho buen uso de los talentos que me fueron dados.
Me gustaría si fuese posible partir con las menores deudas posibles pendientes, perdonar y haber sido perdonado.
En fin me gustaría cuando me vaya, irme lleno de paz y armonía interior, así que a partir de ahora empezare a trabajar y esforzarme para conseguirlo.
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