PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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lunes, 12 de diciembre de 2011

SE ACERCA LA NAVIDAD

NUESTRA VIDA ESTÁ LLENA DE DÍAS ESPECIALES, TANTO EN RELACIÓN CON OTROS COMO CON LAS CIRCUNSTANCIAS QUE NOS RODEAN, Y QUE NOS RECUERDAN O ACTUALIZAN LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO DE UNA FORMA AGUDA; ESTOS DÍAS, COLECTIVAMENTE CONOCIDOS COMO “DÍAS FESTIVOS”, INCLUYEN EL DÍA DEL PADRE O DE LA MADRE, DÍA DE LOS NOVIOS O DEL AMOR, LAS FIESTAS NACIONALES, LA PASCUA Y LA SEMANA SANTA, LAS REUNIONES FAMILIARES ANUALES, LOS ANIVERSARIOS, LOS CUMPLEAÑOS, EL CAMBIO DE ESTACIÓN, EL DÍA DE LOS DIFUNTOS, DÍA DE LA SEMANA EN QUE FALLECIÓ… CUALESQUIERA OTROS DÍAS CONMEMORATIVOS Y, MUY PARTICULARMENTE, LA NAVIDAD.

NUESTRAS TRADICIONES, RITUALES Y AÚN LA COMIDA ESPECIAL DE ESE DÍA SON UN RECUERDO CONSTANTE DE NUESTRA PÉRDIDA. SON ÉPOCAS DEL AÑO EN DONDE LOS SENTIMIENTOS DE PÉRDIDA SE VEN SIEMPRE MAGNIFICADOS, SI BIEN MÁS EN UNOS DÍAS QUE EN OTROS SEGÚN LAS PROPIAS TRADICIONES FAMILIARES.

Algunas veces no somos conscientes de ello y del cómo nos afectan, incluida la aflicción anticipatoria: ante los días especiales, no es extraño que se anticipe el malestar unos días antes y se sienta uno mal antes de que ellos sucedan, durante y unos días después. Estamos más irritables, deprimidos y ansiosos y los niveles de energía disminuyen.

Cualquiera que sea nuestra edad o el tipo de pérdida, los días festivos sin la persona amada serán ciertamente muy difíciles. Las antiguas costumbres se han terminado y nunca se repetirán de la misma manera. La risa, antes tan fácil, fluida y natural, puede llegar a ser solo una mueca o perderse totalmente; dar regalos, alguna vez tan divertido, puede parecer vacío y triste, carente de sentido; las canciones familiares, a veces tan reconfortantes, pueden atragantarse y acompañarse de lágrimas y un intenso anhelo.

En verdad, hay algo de dolor que cuelga de la alegría que otros sienten: es difícil estar sin la persona amada y tener que ajustarse a esa nueva tradición por obligación y sin quererlo. Todo esto suele acompañarse de una gran cantidad de angustiantes preguntas: ¿Qué es lo que me está pasando? ¿Si seré capaz de aguantar esto? ¿Realmente deseo sobrevivir a esto? ¿Lo que siento es normal? ¿Me estoy enloqueciendo? Además, los festivos añaden su propia carga de preguntas.

Es importante reconocer que hay muy pocas respuestas que sean universalmente buenas o malas a estas preguntas; en realidad, puede haber muchas, dependiendo en parte de factores únicos relativos a la situación existencial particular de cada uno: quiénes somos como personas, qué es lo que a nuestra familia le gusta, quién era, cómo y dónde murió nuestro ser querido, cómo y cuál era nuestra relación con esa persona, papel que ella desempeñaba en la realización del ritual de la fiesta, etc. De hecho, no todas las preguntas tienen que ser contestadas de forma inmediata o tienen una respuesta rápida y clara.

EN LA PRIMERA CELEBRACIÓN DE UNO DE ESTOS DÍAS SIN EL SER QUERIDO NOS DUELE TODO CON CADA PENSAMIENTO DE CELEBRACIÓN: DUELE EL CUERPO, EL ALMA, EL ESPÍRITU, EL PASADO, EL PRESENTE, EL FUTURO; EN VERDAD, SUELE SER MUY DIFÍCIL ENCONTRAR UNA FORMA DE CELEBRACIÓN RECONFORTANTE.

Aunque se haya ensayado todo tipo de cosas que se supone sirven para enfrentarse a la perspectiva de un día especial sin el ser querido, nada parece servir ni adaptarse a nuestra nueva circunstancia. Todo lo que se quiere es “pasar de una vez” toda esa época que ahora es diferente y molesta y “despertar varios días después”. No encontramos paz y tranquilidad en ningún tipo de celebración; se llora con cada adorno que se pone en el árbol de Navidad, con cada pastel cocinado, con cada vela encendida, con cada rosa recibida.

Se siente rabia contra el destino o contra Dios por permitir que una vida tan feliz y tranquila tomara ese rumbo; hay pesadumbre y deseos de que todo el mundo sienta el dolor que nos embarga. Estos días, días de reunión familiar, son días donde realmente caemos en cuenta del vacío existente: el ver continuamente el regalo perfecto para nuestro familiar ausente repentina y repetidamente nos recuerda que ellos ya no estarán más.

Aunque cada experiencia de pérdida es diferente (nivel de apego, impacto de la pérdida en la realidad personal, en el sentido de la vida, etc.) las fiestas provocan en nosotros dos tipos de sentimientos encontrados: por un lado, son un tiempo del año en que cada uno espera que todos los miembros de la familia estén juntos; por el otro, con su celebración llega a ser claramente doloroso que alguien falta.

SOMOS CONSCIENTES DE QUE ENFRENTAR LAS FIESTAS ES UNA PARTE NECESARIA PARA LA CURACIÓN DEL DOLOR, POR ELLO PUEDE SER FRUSTRANTE EL PRETENDER QUE TODO SIGA SIENDO COMO ANTES ERA: QUE DUDA CABE QUE MUCHO O TODO SERÁ DIFERENTE: “… YA LAS LUCES DE NAVIDAD NO BRILLARÁN COMO LO HACÍAN ANTES”.

SABEMOS QUE NO PODEMOS ESCAPAR DEL DOLOR NI ESCONDER LA VERDAD DE LO INEVITABLE DE LOS CAMBIOS QUE SE AVECINAN; TODO LO QUE PODEMOS HACER ES AJUSTAR NUESTRA ACTITUD Y CAMBIAR NUESTRO ESTADO MENTAL. Y ESTO NO ES LO MÁS FÁCIL.

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