PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

lunes, 27 de febrero de 2012

DUELO Y UN POCO DE ESPERANZA

EL DUELO ES UNA DE LAS EXPERIENCIAS DE LA VIDA QUE MÁS NOS MARCAN A LOS SERES HUMANOS. ES EL PRECIO QUE PAGAMOS POR AMAR. NO SE PUEDE AMAR SIN PERDER (O SER PERDIDO) Y LA PÉRDIDA DE NUESTROS SERES QUERIDOS NOS DESGARRA EL ALMA. NOS DEJA, POR UN LADO DOLIDOS, Y POR OTRO, ATAREADOS; ES DECIR, CON TAREAS, EL TRABAJO DEL DUELO. TENEMOS OBLIGADAMENTE QUE ZURCIR LOS ROTOS QUE EXPERIMENTAMOS EN LO MÁS ÍNTIMO DE NUESTRO SER.

Por más que desde que nacemos empezamos a perder, la muerte de un ser querido constituye una experiencia tan honda, que reclama las verdades últimas de la vida. La muerte se convierte en provocadora de interrogantes sin respuesta, en la puerta abierta hacia el misterio de la vida.

Los seres humanos fácilmente vivimos como con los ojos cerrados ante la realidad de nuestro límite y el de las personas a las que queremos. Ciertamente, si supiéramos que nuestro día de hoy es el último que tenemos para compartir con otra persona, lo viviríamos de otra manera. Pero no podemos adivinar cuál es nuestro futuro ni el de los nuestros. Quizás ahí reside una de las incógnitas más duras de la vida.

Cuando la muerte de un ser querido se produce de manera inesperada, cuando quien fallece es un hijo, o cuando el modo de morir no es la enfermedad que anuncia la limitación (suicidio, catástrofes, violencia, etc.), el duelo es más difícil de elaborar. Nuestro corazón se experimenta más violentamente alterado y sacudido, reclamando toda la atención para sobrevivir.

Es normal sentir no sólo tristeza, sino mucho más abatimiento: desesperanza. De ahí la relevancia de intentar salir adelante, de luchar contra los alborotos anímicos producidos en el duelo, de buscar un camino saludable hacia una vida algo esperanzada, a pesar de nuestra vulnerabilidad y limitación.

Se puede vivir el duelo humanamente, humanizadamente, con sabor a camino, con sabor a preguntas compartidas, a búsqueda de sentido, a sentimientos ventilados, a reconstrucción del mundo personal y relacional. Eso es vivir, y ése el sabor agridulce de la vida.

El duelo, en este sentido, es un momento en el que se pueden aprender las lecciones más importantes de la vida; un momento en el que sanar el corazón pasa también por aprender a separarse, a perdonar y perdonarse superando el resentimiento; un momento en el que abrirse al mundo y a las personas hasta el punto de poder dar gracias por la vida, la propia y la de las personas perdidas, cuya compañía hemos saboreado durante un tiempo más o menos prolongado.

La esperanza es compañera de quien vive. No se puede vivir realmente entando desesperanzados. La esperanza es como la sangre. No se ve. Pero está ahí, circulando, dando vida a nuestras células, oxigenando nuestra existencia. Ese dinamismo constitutivo de la experiencia humana capaz de darnos coraje en la tempestad emocional que vivimos en el dolor de la pérdida es la esperanza. Su símbolo universal (el ancla) representa la necesidad que tenemos de apoyarnos en algún lugar cuando estamos sobre una superficie en la sentimos que nos podemos hundir, tanto más si nos rodea una tempestad emocional y espiritual como la que produce el duelo.

La mente humana tiene un inmenso poder sanador cuando le proporcionamos muchos puntos de vista. Mirar desde diferentes puntos de vista, entender que se puede tener esperanza más allá de la culpa, esa compañera tan frecuente en el proceso del duelo. Se puede tener esperanza más allá de la desdicha.

Creo con firmeza que es posible seguir, aunque los sueños en muchas sentidos se hayan desvanecido; que es posible caminar tras el golpe, remontar tras la caída. Es posible seguir viviendo y encontrarle sabor a la vida, aunque solo sea un poquito, aunque no sea como antes.

No. No se consigue elaborar el duelo en un instante. La fuerza del amor y la fuerza del dolor tienen sus propios ritmos. Sus caminos son, con frecuencia, tortuosos. POR ESO REQUERIMOS DE OTRAS PERSONAS QUE NOS PUEDAN ACOMPAÑAR, QUE PUEDAN COMPARTIR CON NOSOTROS LOS MOMENTOS DE ABATIMIENTO Y LOS DE LENTITUD, LOS DE NEGACIÓN Y LOS DE RABIA, LAS DIFERENTES FASES POR LAS QUE ATRAVESAMOS A LO LARGO DEL PROCESO.

NO TE QUEDES SOLO A LO LARGO DEL CAMINO. BUSCA COMPAÑEROS CON LOS QUE HACER ESTAS JORNADAS DIFÍCILES

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