-Hay cinco personas con las que te vas a encontrar en el cielo -dijo de repente el Hombre Azul-. Cada una de ellas intervino en tu vida por algún motivo, pero a lo mejor tú no te diste cuenta de ello en su momento… y para eso existe el cielo, para entender tu vida en la tierra.
Eddie pareció confuso.
-La gente cree que el cielo es un jardín del edén, un sitio donde se flota entre nubes y no se hace nada entre ríos y montañas. Pero un paisaje sin estímulos carece de significado.
»Éste es el mayor don que te puede conceder Dios: entender lo que te pasó en la tierra. Que tenga explicación. Éste es el sitio que has andado buscando.
Eddie tosió, tratando de recuperar la voz. Se había cansado de estar en silencio.
-Yo soy la primera persona, Edward. Cuando morí, otras cinco me iluminaron la vida, y luego vine aquí a esperarte, para acompañarte mientras haces cola, para contarte mi historia, que se convierte en parte de la tuya. Habrá otras personas esperándote. A unas las conociste, a otras puede que no. Pero todas ellas se cruzaron en tu camino antes de que murieras. Y lo alteraron para siempre.
Eddie, con mucho esfuerzo, consiguió emitir un sonido que salió desde el pecho:
-¿Qué…? -dijo finalmente.
Su voz pareció que surgía de dentro de una cáscara de huevo, como la de un polluelo.
-¿Qué… fue…?
El Hombre Azul esperó pacientemente.
-¿Qué… fue… lo que le mató… a usted?
El Hombre Azul pareció un poco sorprendido. Sonrió a Eddie.
-Me mataste tú -dijo.
(…)
-Señor, por favor… -imploró Eddie-.
Yo no sabía… Créame… Dios me asista, yo no lo sabía.
El Hombre Azul asintió con la cabeza.
-No lo podías saber. Eras demasiado pequeño.
Eddie dio un paso atrás. Se puso en guardia, como preparándose para una pelea.
-Pero ahora lo tengo que pagar -dijo.
-¿Pagar?
-Mi pecado. Por eso estoy aquí, ¿verdad? ¿Justicia?
El Hombre Azul sonrió.
-No, Edward. Estás aquí para que yo te pueda enseñar algo. Todas las personas con las que te encontrarás aquí tienen una cosa que enseñarte.
Eddie no se lo creía. Siguió con los puños cerrados.
-¿Cuál? -dijo.
-Que no hay actos fortuitos. Que todos estamos relacionados. Que uno no puede separar una vida de otra más de lo que puede separar una brisa del viento.
Eddie sacudió la cabeza.
-Nosotros estábamos lanzando una pelota. Fue una estupidez mía… salir corriendo de aquel modo. ¿Por qué tuvo que morir usted en vez de yo? No está bien.
El Hombre Azul extendió la mano.
-Lo que está bien -dijo- no dirige la vida y la muerte. Si lo hiciera, ninguna persona joven moriría jamás.
Extracto del libro: “LAS CINCO PERSONAS QUE ENCONTRARÁS EN EL CIELO”
Autor: Mitch Albom
ACERCA DE LAS CINCO PERSONAS QUE ENCONTRARAS EN EL CIELO
Mitch Albom, el autor de `Martes Con Mi Viejo Profesor`, vuelve para hacernos pensar, para hacernos sentir, y sobre todo para enamorarnos de nuevo de cada una de las palabras que componen su nueva novela: `Las Cinco Personas Que Encontraras en el Cielo`.
Eddie tiene 83 años y trabaja en el parque de atracciones de una pequeña ciudad de provincias norteamericana. Ha pasado toda su vida en este lugar, a excepción de su participación en la Segunda Guerra Mundial, un episodio que le marcó profundamente. Su vida acaba de forma trágica al salvar a una niña que está a punto de ser atropellada por un coche de la montaña rusa. Eddie se encuentra ahora... en el cielo. El paraíso aparece como el lugar donde, por fin, entendemos el sentido de nuestra vida en la tierra. Así, Eddie se encuentra con las cinco personas que más han influido en su vida, de forma directa pero también indirecta, sin que él se diera cuenta. Y así surgen dos preguntas capitales: ¿De qué manera nuestra vida está ligada a la de gente que no conocemos? ¿Cómo influyen nuestras decisiones en la vida de otras personas?
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