Hacia un modelo social solidario y responsable
El proceso de globalización que a lo largo de los años fue trascendiendo el ámbito económico, constituye hoy un fenómeno que abarca otras dimensiones de la vida humana, con un gran impacto en las sociedades modernas.
Este fenómeno creciente de transformaciones en el cual estamos inmersos, ha creado un escenario donde conviven las ventajas de una verdadera revolución científica tecnológica junto a la exclusión de mayores sectores sociales a los beneficios de la modernidad.
El Espiritismo como doctrina humanista, no solamente concibe al hombre como un factor de producción para el desarrollo económico o material, sino también como un espíritu en proceso de crecimiento moral e intelectual, dentro de la continuidad reencarnacionista, con necesidades de autorrealización y de progreso a partir de su libre albedrío.
Contemplar su naturaleza espiritual y sus necesidades evolutivas no significa desvincularlo de lo social, ya que justamente el crecimiento personal sólo se procesa por el conflicto entre el yo y el medio, por la convivencia.
La sociedad perfecta no es una cuestión de buena voluntad, sino la resultante de una conquista de la madurez de sus componentes, contemplados en su diversidad evolutiva, y en ese sentido, sería ingenuo suponer que aun se alcancen resultados sin conflictos.
Tampoco se trata de crear una sociedad solidaria por imposición del
Estado, ya que la libertad es una conquista social que debe ser preservada, porque es inherente al ser humano desde que constituye el ámbito propicio para su crecimiento personal.
Sí es importante visualizar los instrumentos que permitan acompañar este proceso de transformación a partir de un modelo social que lo involucre en sus necesidades materiales y espirituales.
Muchas civilizaciones han pasado por procesos cíclicos de génesis, crecimiento, esplendor y decadencia o desintegración que han llevado a un conflicto regenerador en el campo de la ciencia, la cultura y las conquistas sociales.
Arnold Toynbee, en Estudio de la Historia, haciendo un interesante análisis sobre las civilizaciones antiguas, afirma que un elemento esencial de la decadencia social es la pérdida de flexibilidad. "Mientras las civilizaciones en ascenso presentan una versatilidad sin límites, las sociedades decadentes se caracterizan por su uniformidad y falta de inventiva".
La espiral del progreso, que según el Espiritismo no solamente se da en lo social sino que tiene una dimensión universal, determina nuevas necesidades y aspiraciones en la medida que el hombre accede a nuevas realidades evolutivas, necesidades que se plasman en nuevos ideales, modificando o sustituyendo viejas estructuras que no están a la altura de sus aspiraciones.
Lo importante es que esos ideales sociales que hoy representan la mejor alternativa, no se congelen en un dogma que impida advertir la dinámica del progreso y fundamentalmente las distintas tonalidades de la condición humana y sus necesidades.
Advertir esto a tiempo es fundamental para evitar procesos de ruptura social con consecuencias indeseadas.
El progreso científico y tecnológico que naturalmente lleva implícito cualquier modelo social, debería ir acompañado de políticas que instrumenten mecanismos de solidaridad, fraternidad e igualdad de derechos, evitando fragmentaciones que desdibujen los logros alcanzados. Ignorar este aspecto es ignorar la diversidad del ser humano y por ende de la sociedad.
Es posible identificar muchas iniciativas exitosas por parte de numerosos sectores no gubernamentales en el país y también en nuestra ciudad como la acción de grupos que defienden los derechos de las minorías, las asociaciones ligadas a la protección de la naturaleza y el medio ambiente.
La igualdad ha sido y es uno de los más nobles objetivos de cualquier modelo de sociedad. No obstante, su análisis es complejo ya que el término encierra un concepto muy amplio.
La igualdad en la consideración del semejante sin discriminación de raza, sexo, religión, condición social o física y la igualdad de derechos constituyen la base de cualquier modelo social organizado que rescate como objetivos el bien común de sus integrantes.
Desde el punto de vista del amplio abanico de necesidades que el hombre moderno demanda y centrando el análisis en el aspecto humano, la motivación para la conquista de la igualdad es compensar las desigualdades demasiado grandes, resultante de la diversidad de los seres humanos.
Aquí radica la óptica particular del espiritismo, porque su visión del hombre es la de un individuo viviendo un momento específico dentro de la continuidad reencarnacionista.
De esta manera, a las desigualdades socioculturales que determinan las condiciones de su existencia, se le suman las de orden evolutivo de su espíritu, fruto de su trayectoria en el campo del crecimiento personal en existencias anteriores. Estos factores entre otros son los que determinarán su conducta y su desenvolvimiento dentro del medio social.
Por este motivo, el trabajo por el principio de igualdad debe ser permanente y la demanda de la sociedad por la igualdad también será permanente.
Las desigualdades en el campo social del siglo pasado, ya no lo son tanto en este siglo, pero existen hoy nuevas desigualdades que afloran con la sociedad moderna (exclusión por desocupación, desagregación familiar, etc), que requieren métodos de contención y asistencia.
Para estos casos no basta con la nacionalización en la distribución de los beneficios sociales. Es necesario algo más significativo y eficaz donde la estrategia sea redefinida, pasando de la concepción donde los problemas sociales son vistos como demandas puramente materiales, pasibles de solución técnica o ajuste económico a una consideración de los aspectos éticos de la problemática social.
Partiendo de esta nueva visión, es posible identificar muchas iniciativas exitosas por parte de numerosos sectores no gubernamentales en el país y también en nuestra ciudad como la acción de grupos que defienden los derechos de las minorías, las asociaciones ligadas a la protección de la naturaleza y el medio ambiente, las fundaciones, la acción de voluntarios que forman grupos de ayuda en el interior de empresas, escuelas, hospitales, universidades, etc.
Toda esta red que atiende al deficiente físico, al dependiente químico, a la familia carenciada, al niño abandonado, que rescata las minorías raciales, que ofrece calificación profesional para desempleados, que preserva la naturaleza, realiza un gigantesco trabajo de solidaridad fuera de la esfera social del gobierno y del aparato público.
Los resultados alcanzados por el tercer sector, la sociedad civil organizada, actuando como una tercera vía (más allá del Estado y del mercado) vienen comprobando en la práctica la eficacia de acciones sociales unidas por un objetivo solidario. Es la fuerza de un movimiento que asume las cuestiones sociales a partir de valores éticos (no estratégico económicos) tales como la valorización de la vida, el amor, la convivencia ciudadana y el espíritu de respeto mutuo.
De esta manera, dentro del contexto de diversidad de capacidades y aptitudes intelectuales y morales que caracteriza a las sociedades humanas, se pone en práctica un mecanismo de solidaridad social, ayudando al progreso de los seres con un condicionamiento sociocultural (hombre) y/o educativo (espíritu).
No podemos dejar de mencionar a la familia como pilar fundamental en el proceso de crecimiento social. No existe otro ámbito más apropiado para afianzar los hábitos y las conductas adecuadas para un normal desenvolvimiento en la esfera social, sin dejar de contemplar las necesidades afectivas del individuo que son las que apuntalarán su equilibrio psicoemocional.
Por el contrario, el proceso de degradación familiar que sufren muchas sociedades en países desarrollados, tienen impactos contraproducentes en las nuevas generaciones. Como lo demuestran las encuestas en estos países, el aislamiento familiar desempeña un papel determinante en los fenómenos de ruptura social y existe una distancia creciente entre quienes triunfan en las crisis de la familia y quienes quedan en el camino.
La revalorización de la familia juega un rol fundamental en cualquier proyecto de reformulación social.
Nos hemos referido al trabajo por la igualdad a partir de la solidaridad para el logro de un orden social más estable y fructífero.
El proceso de globalización que a lo largo de los años fue trascendiendo el ámbito económico, constituye hoy un fenómeno que abarca otras dimensiones de la vida humana, con un gran impacto en las sociedades modernas.
Este fenómeno creciente de transformaciones en el cual estamos inmersos, ha creado un escenario donde conviven las ventajas de una verdadera revolución científica tecnológica junto a la exclusión de mayores sectores sociales a los beneficios de la modernidad.
El Espiritismo como doctrina humanista, no solamente concibe al hombre como un factor de producción para el desarrollo económico o material, sino también como un espíritu en proceso de crecimiento moral e intelectual, dentro de la continuidad reencarnacionista, con necesidades de autorrealización y de progreso a partir de su libre albedrío.
Contemplar su naturaleza espiritual y sus necesidades evolutivas no significa desvincularlo de lo social, ya que justamente el crecimiento personal sólo se procesa por el conflicto entre el yo y el medio, por la convivencia.
La sociedad perfecta no es una cuestión de buena voluntad, sino la resultante de una conquista de la madurez de sus componentes, contemplados en su diversidad evolutiva, y en ese sentido, sería ingenuo suponer que aun se alcancen resultados sin conflictos.
Tampoco se trata de crear una sociedad solidaria por imposición del
Estado, ya que la libertad es una conquista social que debe ser preservada, porque es inherente al ser humano desde que constituye el ámbito propicio para su crecimiento personal.
Sí es importante visualizar los instrumentos que permitan acompañar este proceso de transformación a partir de un modelo social que lo involucre en sus necesidades materiales y espirituales.
Muchas civilizaciones han pasado por procesos cíclicos de génesis, crecimiento, esplendor y decadencia o desintegración que han llevado a un conflicto regenerador en el campo de la ciencia, la cultura y las conquistas sociales.
Arnold Toynbee, en Estudio de la Historia, haciendo un interesante análisis sobre las civilizaciones antiguas, afirma que un elemento esencial de la decadencia social es la pérdida de flexibilidad. "Mientras las civilizaciones en ascenso presentan una versatilidad sin límites, las sociedades decadentes se caracterizan por su uniformidad y falta de inventiva".
La espiral del progreso, que según el Espiritismo no solamente se da en lo social sino que tiene una dimensión universal, determina nuevas necesidades y aspiraciones en la medida que el hombre accede a nuevas realidades evolutivas, necesidades que se plasman en nuevos ideales, modificando o sustituyendo viejas estructuras que no están a la altura de sus aspiraciones.
Lo importante es que esos ideales sociales que hoy representan la mejor alternativa, no se congelen en un dogma que impida advertir la dinámica del progreso y fundamentalmente las distintas tonalidades de la condición humana y sus necesidades.
Advertir esto a tiempo es fundamental para evitar procesos de ruptura social con consecuencias indeseadas.
El progreso científico y tecnológico que naturalmente lleva implícito cualquier modelo social, debería ir acompañado de políticas que instrumenten mecanismos de solidaridad, fraternidad e igualdad de derechos, evitando fragmentaciones que desdibujen los logros alcanzados. Ignorar este aspecto es ignorar la diversidad del ser humano y por ende de la sociedad.
Es posible identificar muchas iniciativas exitosas por parte de numerosos sectores no gubernamentales en el país y también en nuestra ciudad como la acción de grupos que defienden los derechos de las minorías, las asociaciones ligadas a la protección de la naturaleza y el medio ambiente.
La igualdad ha sido y es uno de los más nobles objetivos de cualquier modelo de sociedad. No obstante, su análisis es complejo ya que el término encierra un concepto muy amplio.
La igualdad en la consideración del semejante sin discriminación de raza, sexo, religión, condición social o física y la igualdad de derechos constituyen la base de cualquier modelo social organizado que rescate como objetivos el bien común de sus integrantes.
Desde el punto de vista del amplio abanico de necesidades que el hombre moderno demanda y centrando el análisis en el aspecto humano, la motivación para la conquista de la igualdad es compensar las desigualdades demasiado grandes, resultante de la diversidad de los seres humanos.
Aquí radica la óptica particular del espiritismo, porque su visión del hombre es la de un individuo viviendo un momento específico dentro de la continuidad reencarnacionista.
De esta manera, a las desigualdades socioculturales que determinan las condiciones de su existencia, se le suman las de orden evolutivo de su espíritu, fruto de su trayectoria en el campo del crecimiento personal en existencias anteriores. Estos factores entre otros son los que determinarán su conducta y su desenvolvimiento dentro del medio social.
Por este motivo, el trabajo por el principio de igualdad debe ser permanente y la demanda de la sociedad por la igualdad también será permanente.
Las desigualdades en el campo social del siglo pasado, ya no lo son tanto en este siglo, pero existen hoy nuevas desigualdades que afloran con la sociedad moderna (exclusión por desocupación, desagregación familiar, etc), que requieren métodos de contención y asistencia.
Para estos casos no basta con la nacionalización en la distribución de los beneficios sociales. Es necesario algo más significativo y eficaz donde la estrategia sea redefinida, pasando de la concepción donde los problemas sociales son vistos como demandas puramente materiales, pasibles de solución técnica o ajuste económico a una consideración de los aspectos éticos de la problemática social.
Partiendo de esta nueva visión, es posible identificar muchas iniciativas exitosas por parte de numerosos sectores no gubernamentales en el país y también en nuestra ciudad como la acción de grupos que defienden los derechos de las minorías, las asociaciones ligadas a la protección de la naturaleza y el medio ambiente, las fundaciones, la acción de voluntarios que forman grupos de ayuda en el interior de empresas, escuelas, hospitales, universidades, etc.
Toda esta red que atiende al deficiente físico, al dependiente químico, a la familia carenciada, al niño abandonado, que rescata las minorías raciales, que ofrece calificación profesional para desempleados, que preserva la naturaleza, realiza un gigantesco trabajo de solidaridad fuera de la esfera social del gobierno y del aparato público.
Los resultados alcanzados por el tercer sector, la sociedad civil organizada, actuando como una tercera vía (más allá del Estado y del mercado) vienen comprobando en la práctica la eficacia de acciones sociales unidas por un objetivo solidario. Es la fuerza de un movimiento que asume las cuestiones sociales a partir de valores éticos (no estratégico económicos) tales como la valorización de la vida, el amor, la convivencia ciudadana y el espíritu de respeto mutuo.
De esta manera, dentro del contexto de diversidad de capacidades y aptitudes intelectuales y morales que caracteriza a las sociedades humanas, se pone en práctica un mecanismo de solidaridad social, ayudando al progreso de los seres con un condicionamiento sociocultural (hombre) y/o educativo (espíritu).
No podemos dejar de mencionar a la familia como pilar fundamental en el proceso de crecimiento social. No existe otro ámbito más apropiado para afianzar los hábitos y las conductas adecuadas para un normal desenvolvimiento en la esfera social, sin dejar de contemplar las necesidades afectivas del individuo que son las que apuntalarán su equilibrio psicoemocional.
Por el contrario, el proceso de degradación familiar que sufren muchas sociedades en países desarrollados, tienen impactos contraproducentes en las nuevas generaciones. Como lo demuestran las encuestas en estos países, el aislamiento familiar desempeña un papel determinante en los fenómenos de ruptura social y existe una distancia creciente entre quienes triunfan en las crisis de la familia y quienes quedan en el camino.
La revalorización de la familia juega un rol fundamental en cualquier proyecto de reformulación social.
Nos hemos referido al trabajo por la igualdad a partir de la solidaridad para el logro de un orden social más estable y fructífero.
Pero el espíritu de libertad que de la mano de la democracia aflora en las sociedades modernas, requiere también de una mayor responsabilidad en todas las actividades y manifestaciones del individuo.
Cuando la libertad y la responsabilidad se conjugan en el ser humano, podemos hablar de una conquista en su trayecto evolutivo.
Cuando la libertad y la responsabilidad se conjugan en el ser humano, podemos hablar de una conquista en su trayecto evolutivo.
Si esto lo trasladamos al medio donde nos desenvolvemos, siendo partícipes del proyecto, estaremos contribuyendo a la grandeza de la sociedad.
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