PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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jueves, 23 de diciembre de 2010

EL SÍNDROME DE LA SILLA VACÍA (2ª PARTE)


Mucha gente odia la Navidad porque, en cenas y fiestas, se hace más presente la ausencia de los seres queridos. Se da una disonancia entre la tristeza interior y los estímulos exteriores, que dictan que hay que estar alegre. Pero sobrevivir a estas fechas es posible.
EL PAÍS JOAN CARLES AMBROJO 11/12/2010


Nunca se está suficientemente preparado para la muerte de un ser querido. El primer año es el peor, sobre todo con la primera Navidad y otras fechas relacionadas con la persona perdida. “Lo mejor es normalizar la situación y tratar de que el ausente siga ocupando un lugar en la familia, aunque sea de otra manera”, añade Jiménez Ruiz.


No hay una única consigna: hay personas que se van de viaje para no revivir esas situaciones traumáticas. “¿Es bueno o malo? Puede ser una huida o una adaptación a esa situación; dependerá del sujeto”, añade el terapeuta.

“No hay una receta única para los que han perdido a un ser querido porque cada pérdida es distinta y cada uno muestra, oculta o siente el dolor de diferente forma”, dice Flor, madre de Helena, que cree haber encontrado un alivio en algo que dulcifica su dolor y le produce algo de bienestar. “Aconsejo a las madres con las que me relaciono que hagan aquellas cosas que antes les gustaban y no podía hacer. Cosas que les den paz y sosiego, y sé de muchas que pintan, cosen, hacen trabajos manuales, escriben, se buscan y conectan a través de Internet”.

Flor es de esas personas que busca cosas que le ayudan a agarrarse a la vida, “porque, aunque durante el duelo hay muchos momentos en los que deseas morirte, no te mueres y como decía mi psicóloga: ni siquiera los que se quitan la vida quieren morirse”. Flor y su marido necesitaron ayuda especializada en muertes traumáticas.


En su caso, durante cuatro años. Fue fundamental. “Me ayudó a reconocer de qué forma podía agarrarme a la vida”, explica. Lo ha hecho con la escritura y a través del deseo de concienciar sobre los mal llamados accidentes de tráfico especialmente a los jóvenes y al resto de la sociedad para que lleven una conducción responsable.

La sociedad está más sensibilizada con el tema del duelo, aunque hace unos años la familia estaba más capacitada para contener este mal trago: “Con su dispersión, el individuo se encuentra más solo”, apunta Alejandro Rocamora. Por ello, a veces es necesario recurrir a los grupos de ayuda mutua, con la participación de profesionales de la salud, que son un recurso comunitario que complementa a otros tipos de tratamiento. “Pero sin forzar a nadie a que acuda”, dice Fernando Boatas, psiquiatra y director del Centro de Salud Mental Comunitario de Martorell (Barcelona).

En su opinión, también se debe evitar el abuso de fármacos, “porque puede llevar a la persona apenada a caer en una trampa: anestesiar los sentimientos que forman parte de las reacciones humanas y se tienen que experimentar”.

Tampoco es bueno caer en la tentación de tomar ansiolíticos o antidepresivos. “La medicación debe ser un recurso a utilizar solo en casos muy extremos”, recomienda el psiquiatra de Martorell.

Con los niños lo mejor es utilizar un lenguaje claro y apropiado para su edad y explicarle que papá, mamá o la abuela ya no volverá. No vale el “se ha ido a un viaje muy largo”. Convertir la muerte en un tabú es contraproducente; es mejor explicarlo como algo natural “porque los niños lo vivirán de una forma más tranquila”.

Hasta los siete u ocho años, el niño no tiene el sentido de la muerte como proceso irreversible. En los adolescentes puede ser muy dramático porque es una edad en la que se encuentran inmersos en procesos de crisis.

Flor se encuentra ahora “tranquila y serena. La pérdida es única, la pena inmensa, el recuerdo constante, pero no hay amargura”. Entiende que su situación, sin más hijos ni nietos, les permite aislarse en estas fechas, pero pide a los padres que sí los tienen que hagan un esfuerzo para continuar una normalidad. “No pueden privar a sus otros hijos o nietos de unas fiestas que lo son para el resto”.

Esta madre se permite un grito final: “¡Que prohíban el anuncio de vuelve a casa, vuelve por Navidad! Todos tenemos a alguien que no volverá en Navidad”.

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