PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

viernes, 23 de septiembre de 2011

LA PROPIA MUERTE CONTADA DESDE EL MÁS ALLÁ



ESTE CASO ESTA EXTRAÍDO DE OTRA OBRA DEL MÉDIUM CHICO XAVIER, TITULADA "VOLVÍ". EN ELLA EL ESPÍRITU DE JACOB, QUIEN MURIESE A EDAD AVANZADA, HABIENDO SIDO EN VIDA UN ESTUDIOSO MIEMBRO DE UNA ESCUELA ESPIRITISTA, DONDE EXPERIMENTÓ CON ASIDUIDAD EL FENÓMENO DE LA COMUNICACIÓN CON LOS DESENCARNADOS, RELATA SU SEPARACIÓN DEL CUERPO FÍSICO Y SU ENCUENTRO CON LA REALIDAD DEL MUNDO ESPIRITUAL.



He aquí el resumen de lo que Jacob observó, percibió y vivió durante las últimas fases del proceso de su propia muerte:
"Recluido, en la imposibilidad de recibir a los amigos para sostener con ellos largas conversaciones y entendimientos, me vi en varias ocasiones fuera del cuerpo exhausto, tratando de aproximarme a ellos.



En las últimas treinta horas, me reconocí en una posición más extraña. Tuve la idea de que dos corazones latían en mi pecho. Uno de ellos, el de carne, en ritmo descompasado, casi a punto de paralizarse, como un reloj en indefinible perturbación; y el otro funcionando más equilibrado, más profundo...



Mi vista común se alteraba. En determinados instantes la luz me invadía con claridades súbitas; pero durante minutos de prolongada duración, me envolvía una densa neblina.



El confortamiento de la cámara de oxígeno no lograba sustraerme a las sensaciones de extrañeza.
Observé que un frío intenso me hería las extremidades...".
Sometido a un permanente debate íntimo sobre lo que le pasaba, el moribundo apela interiormente a sus convicciones espirituales, con las que procura calmarse. Seguidamente comenta:
"Comencé a divisar a la izquierda la formación de un depósito de substancia plateada semejante a una gasa sutilísima.



No podía asegurar si era de día o de noche en torno mío, dada la neblina en que me sentía sumergido, cuando noté dos manos cariñosas que me sometían a pases de fuerte corriente. A medida que se practicaban de arriba hacia abajo, deteniéndose particularmente en el tórax, disminuían mis sensaciones de angustia."



El agonizante trae entonces a la memoria el recuerdo de una entidad amiga de sus trabajos espirituales y brota en su interior un deseo ardiente de que le asista en esos instantes. Percibe con sus sentidos psíquicos que alguien le pide silencio y tranquilidad, palabras con las que se siente ligeramente tranquilizado. A partir de este momento sigamos con el relato:
"No se extendió el alivio por mucho tiempo. Comencé a sentir sensaciones de opresión en el pecho.



Las manos espirituales que me daban los pases, se concentraban ahora en el cerebro. Demoraron su acción por casi dos horas en torno a la cabeza. Me volvió a dominar una nueva sensación de bienestar, y de pronto sentí una conmoción indescriptible en la parte posterior del cráneo. No se trataba, indudablemente, de un golpe. Se asemejaba a un choque eléctrico, de vastas proporciones, en lo íntimo de la substancia cerebral. Aquellas amorosas manos, ciertamente, habían roto algún lazo fuerte que me retenía unido al cuerpo material...



En el mismo instante me sentí subyugado por energías devastadoras.
¿A qué podría comparar el fenómeno?
La imagen más aproximada que se me ocurre, es la de una represa cuyas compuertas fuesen arrancadas repentinamente.



Me vi de repente ante todo lo que yo había soñado, estructurado y realizado durante toda mi vida. Tanto las insignificantes ideas que había emitido, como cuantos actos había realizado, por mínimos que fueran, desfilaban, absolutamente precisos, ante mis ojos afligidos, como si me fuesen revelados de golpe por un extraño poder, mediante una cámara ultrarrápida instalada dentro de mí mismo. Se me transformaba el pensamiento en un film cinematográfico, en forma misteriosa e inopinadamente desarrollado, desdoblándose, con espantosa elasticidad, para su creador, que era yo mismo".



Evidentemente, no recogemos en este esquemático resumen el conjunto de reflexiones íntimas, sentimientos encontrados, recordaciones y deseos que en esos instantes embargaban al moribundo, cuyo mundo interior, como se comprenderá, estaba activísimo, sino que procuramos extractar la parte más general del fenómeno y, por lo mismo, de validez más universal.






Reanudando, pues, el hilo de la historia, Jacob dice:
"Fuerzas de auxilio de nuestros protectores espirituales, hermanadas a mi confianza, me sostenían en aquellas perturbaciones. Brazos poderosos, aunque invisibles para mi, parecían reajustarme en el lecho. No obstante, una aflicción asfixiante me oprimía íntimamente. Sentía ansias de libertarme. Lloraba conturbado, atado al cuerpo que sentía desfallecer, cuando una tenue luz se hizo perceptible a mi vista. En medio de un sudor copioso distinguí el espíritu de mi hija Marta extendiéndome los brazos".



La percepción de la presencia espiritual de su hija proporciona a Jacob fuerzas y confianza. Quiere expresar su júbilo, pero ni sus miembros ni su voz obedecen ya a su voluntad; entonces oye como Marta se dirige a él pidiéndole su colaboración a fin de que permanezca en estado de sosiego interior.



"No me era posible, en aquellos momentos - señala -, coordinar mis pensamientos y mucho menos pronunciar frase alguna. Mi respiración era opresora, como en los últimos días de la lucha en el cuerpo físico".
Entonces, repentinamente, el moribundo siente dolores en la región torácica:
"Vine a saber más tarde - anota -, que aquellos sufrimientos provenían de la extracción de residuos fluídicos que aún enlazaban la zona del corazón".
Con la ayuda de amada hija, nota enseguida que los dolores disminuyen rápidamente. A continuación nuestro protagonista explica:



"Llegó un momento durante el cual la respiración se hizo más normal, y verifiqué que el corazón latía uniforme y regular... La respiración se normalizaba. Había desaparecido la carencia de aire. Mis pulmones se robustecían como por encanto, y tan grande era el bienestar que me proporcionaban las prolongadas inhalaciones de oxígeno, que tuve la sensación de inhalar alimento invisible, del aire ligero y puro.



A medida que se restablecía la fuerza orgánica, se fortificaba mi potencia visual.
La claridad color anaranjado que me envolvía, se iba mezclando con la luz común.
Con todo, la mejoría experimentada no llegaba al extremo de restaurarme la facultad de hablar. Mi abatimiento era aún insuperable.
Con gran asombro me vi por duplicado."



La observación de su cuerpo inerme postrado en el lecho, a pesar de su preparación espiritual, produce en el espíritu en proceso de liberación, impresiones desagradables y torturantes. En ese preciso instante descubre algo que le llama la atención:



"Aguzando mi vista, verifiqué la existencia de un hilo plateado, que unía mi nuevo organismo a la cabeza material inmovilizada".



El desencarnante percibe en aquellos momentos la presencia de dos entidades espirituales amigas, por las que sentía mucho aprecio, lo cual le llena de regocijo. Una de ellas le explica que su proceso de liberación se efectúa normalmente y que la separación del cuerpo espiritual no se podía realizar con mayor rapidez, porque "el ambiente doméstico estaba impregnado de cierta substancia que calificó de 'fluidos gravitantes'", que le dificultaban la liberación.



"Más tarde - precisa Jacob - pude saber que los objetos de nuestro uso personal emiten radiaciones que se ligan a nuestras ondas magnéticas, creando elementos de unión entre ellos y nosotros, reclamando mucho abandono de nuestra parte, con el fin de que no nos retengan o perturben".



El espíritu en liberación es substraído de aquel ambiente y llevado a otro más natural, por ser más beneficioso para él en aquellos momentos. Siente irresistible deseo de dormir y aconsejado por sus amigos, se sumerge en un sueño reparador del que sale al cabo de algunas horas:



"Me sentía otro hombre. Moví los brazos y me levanté sin dificultad. Intente hablar, y ¡qué alegría experimenté! Conversé con la hija querida a voluntad...
Tenía la sensación de haber rejuvenecido. Palpé de nuevo mi cuerpo. Era yo mismo de la cabeza a los pies. El corazón y los pulmones funcionaban con regularidad. Lo que más me fascinaba con todo era el nuevo aspecto del paisaje. Las casas, la vegetación y el mismo océano, parecían coronadas de sustancia coloreada...".



Su hija le informa de que no todos los desencarnados percibían el nuevo aspecto de lo que les rodeaba inmediatamente después de su separación, porque "muchos conservan tan fuerte afinidad con los intereses terrenales, que la vista no se les modifica de pronto, y prosiguen viendo la Tierra con las mismas expresiones con que la dejaron".



Pasan algunas horas, durante las cuales el desencarnante recibe diversas aclaraciones de los amigos espirituales. En una de ellas, a modo de síntesis, le explican lo siguiente:



"Muchas personas se despiden del mundo carnal sin obstáculos y sin desagradables incidentes. Innumerables almas duermen larguísimos sueños, y otras nada perciben en la inconsciencia infantil en que yacían sus impresiones".



El instante de la separación definitiva se acercaba. Esos momentos nos los refiere de este modo el protagonista de esta historia:
"Pasaron algunos instantes difíciles, cuando una inopinada conmoción estremeció todo mi ser. Me pareció que había sido proyectado a enorme distancia.... Confieso que aquel choque me afectó con tan grande violencia, que creí llegado el momento de 'otra muerte'.
Al poco tiempo, no obstante, el corazón se rehízo, se equilibró la respiración...".



El desprendimiento acababa de finalizar con el corte del cordón plateado. Poco después recibe esta otra importante enseñanza de su amigo espiritual:



"En la mayoría de los casos no es posible liberar a los que desencarnan con tanta prontitud. La rápida solución del problema liberatorio - le indicaron - dependía, en gran parte, de la vida mental y de los ideales a que se une el hombre durante la vida terrestre".

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