PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

domingo, 14 de abril de 2013

¿TENEMOS GANAS DE MORIRNOS?

A mi modesto entender, TENER GANAS DE MORIRSE ES MUY COMÚN y es algo que todas las personas sienten a menudo a lo largo de su vida como recurso rápido para solventar los estados de frustración, de dolor o de alta penosidad física y/o mental.
 
Normalmente ES UNA IDEA SUBCONSCIENTE, de entre muchas que baraja nuestro cerebro intentando solucionar la situación, y que enseguida apartamos a un lado en condiciones normales, porque ENTRA EN CONTRADICCIÓN CON EL INSTINTO DE SUPERVIVENCIA.
 
Pero es tan común que tenemos varias frases hechas al respecto “me quiero morir”, “es para morirse”, “si me sucediera algo así me moriría”.
 
En estados mentales alterados, y no solo por enfermedades emocionales como la depresión, sino en fases críticas de enfermedad, de pérdida o de duelo, en crisis personales… EN TODAS ESAS SITUACIONES EN LAS QUE PASAMOS UNA PEQUEÑA NEUROSIS, aunque sea transitoria, DE IDEAS OBSESIVAS, podemos valorar un poco más en serio la posibilidad de morir. Muchas veces habría que enunciar la idea de otra manera: nos gustaría DEJAR DE VIVIR, que el mundo se parase y nos dejara bajarnos, hibernar un tiempo, hacer un paréntesis de unos días, semanas o meses. Hay frases hechas para esta situación, lo que demuestra otra vez que es bastante usual.
 
Insisto en que son ideas corrientes para quitarles mayor trascendencia, porque que pase por nuestras cabezas no significa que estemos en peligro de suicidio; al menos no todavía.
 
Incluso cuando de forma morbosa empezamos a valorar qué sistema sería más eficaz en nuestro caso, HAY UN PASO IMPORTANTE ENTRE LA IDEA Y EL HECHO, sobre todo cuando de trata de adultos, que los separa. Pensar o divagar no es lo mismo que hacer. Pero puede ser peligroso en niños, jóvenes o personas muy inmaduras, porque pueden poner su vida en peligro sin ser del todo conscientes, creyendo todavía que están en el terreno de la especulación o de un mero teatro.
 
Los deseos de morir cuando un ser querido se ha ido responden al deseo de dejar de sufrir, paro también al de reunirnos con esa persona. Podrían ser la causa de muchos fallecimientos repentinos en viudos y viudas de edad avanzada, que apenas sobreviven unos meses a sus cónyuges a pesar de no mostrar síntomas que augurasen una muerte tan rápida.
 
PERO MORIRSE NO ES TAN FÁCIL cuando se tienen menos años y cuando atentar conscientemente contra la propia vida no nos parece del todo aceptable. Los que sabemos por experiencia propia cuánto duele la muerte a los que se quedan nos vemos entre dos amores, el de los que se fueron y el de los que nos acompañan. Y comprendemos que no querríamos causar más dolor, aun a costa de seguir sufriendo nosotros mismos. Por eso seguimos, aunque una parte de nuestras vidas se haya quedado con el que partió: luchando por amor hacia los que están y se merecen volver a una vida menos difícil.
 
SER CONSCIENTE DE LAS EMOCIONES, delimitarlas, ponerles nombre, mirarlas de frente es fundamental para comprender si estas ganas de acabar nuestra vida (en el fondo, de dejar de penar) responden a un afán medianamente razonable de descanso vital o si se van volviendo obsesivas y necesitamos ayuda. Porque las ideas compulsivas de suicidio precisan vigilancia y tratamiento. Poder hablar o escribir abiertamente sobre los deseos de morir me parece, además, muy curativo. Obviamente, tendrá que ser en el lugar adecuado y con las personas pertinentes. No es cuestión de ir asustando a los familiares más timoratos, ni de crear angustias en los hijos, por ejemplo. En ese sentido, este foro y este hilo que ha abierto Victoria Abelia me parecen un acierto.
 
PODER HABLAR SIN REMILGOS, SIN RETICENCIAS, SIN CENSURARNOS A NOSOTROS MISMOS NOS HARÁ MÁS CONSCIENTES DE CÓMO ESTAMOS. Comparar con otros y comprender que sienten cosas muy parecidas nos evitará sentimientos de culpa y hasta nos animará a seguir avanzando. Por lo menos, a mí así me sirve.
 
Finalmente, llegando ya a mi situación particular, por todo lo escrito, está claro que yo también he sentido y he pensado acerca de morirme como forma de acabar con la pena y con una vida que me gusta menos que cuando vivía en la inconsciencia de antes. Ay, antes. También es evidente que he desechado (y sigo desechando cuando el cansancio existencial se vuelve infinito) la idea de abandonar a los míos a un nuevo dolor. No sé si podré evitarles más sufrimientos, la vida es así de canalla, pero sí que no serán causados por mi voluntad.
 
Es una colaboración de: M.A.G.R.

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