HAY DOS MOMENTOS EN EL AÑO EN QUE NOS MARCAMOS NUEVOS PROPÓSITOS: CUANDO SE ACABA EL AÑO PROPIAMENTE DICHO, Y CUANDO TERMINA EL PERÍODO VACACIONAL Y SE REGRESA A LA NORMALIDAD.
En ambos casos, si es propósito no es fruto de una reflexión seria, acaba como el rosario de la aurora. Se desdibuja en muy poco tiempo, simplemente, por falta de consistencia o por que es de todo punto inalcanzable para nosotros: ponerse a dieta para bajar los kilos ganados en el verano, apuntarse al gimnasio, salir a caminar todos los días…La lista sería bastante larga y común a casi todos los mortales.
¿Y CON LOS HIJOS? ¿QUÉ PROPÓSITOS TENEMOS CON NUESTROS HIJOS DESPUÉS DE DOS MESES TEDIOSOS PARA ELLOS EN SU MAYOR PARTE? SI NOS FIJAMOS BIEN, ELLOS HAN ASOCIADO ESTADO VACACIONAL CON CIERTO DESORDEN EN SU VIDA, AL QUE FUE MUY FÁCIL ENTRAR, PERO DEL QUE VA A SER MÁS DIFÍCIL SALIR.
Los hijos se han pasado el verano fuera del entorno escolar, sujetos a horarios y a disciplina, y han convivido con otra parcela de la sociedad alrededor de padres, primos a veces, abuelos, amigos de sus padres, etc. Debemos ayudarles a procesar debidamente toda esa información nueva. Decimos nueva, porque al estar en una etapa de cambios tan rápidos, nada tienen qué ver las vivencias de este verano con las del anterior.
Antes de transmitir a los hijos ese dossier de normas por adelantado y que entrarán en vigor nada más empezar el colegio, debemos cargarnos de reflexión sensata, elaborar nosotros esa lista que vamos a transmitir, priorizando siempre. Quizás, el mero hecho de escribirla, nos hará entender que debemos ir poco a poco. ¿Cómo? Nos avala solamente muchos años de experiencia observando detenidamente las diferentes reacciones al comienzo del curso.
He aquí, algunas, en que el orden es aleatorio, porque lo primordial o secundario varía según los casos:
1.- Hacer que nos vayan hablando de sus compañeros del año pasado: qué cosas buenas recuerda de cada uno… alguna circunstancia personal a destacar…, si esperan algún cambio importante en alguno de ellos, como el nacimiento de un hermano.
2. Contagiarles de la ilusión que supone ese reencuentro. Motivarles para que expresen sentimientos positivos que despierta en ellos. ¡Ojo! Será un poco difícil, si solamente ven en los padres el horror que supone regresar al trabajo, lo petardos que son los compañeros y lo impresentable que es el jefe. Si esto ocurre, es muy probable que el primer día de clase, nuestro hijo eche las mismas pestes de su entorno escolar.
3. Hacer ejercicios de precalentamiento: comprar los libros, echarles un vistazo a ver si les han dado los correctos… Revisar el material que se pueda aprovechar del curso pasado ¡por favor! La manera más coherente de fomentar el ahorro y el consumo responsable.
4. Ir adaptando las horas de sueño, a medida que se acerque el comienzo de las clases. Ningún niño puede levantarse hoy a las once de la mañana, y, de repente, mañana a las siete.
5. Y muy importante: Dar ejemplo eficaz de respeto al otro y a sus diferencias. Respeto y cariño. Hemos visto con horror las escenas de violencia en diferentes lugares. Hemos visto con qué descaro se confunde reivindicación con vandalismo; diversión con gamberrismo. Hemos visto la desfachatez de un menor frente a los agentes del orden. Esto no es fruto de la casualidad, o de un hecho puntual. Es la consecuencia de un sistema educativo nefasto. No me cansaré de repetirlo. Y no quiero pensar que esté debidamente orquestado, porque de ser así… mejor se llevara el barranco a toda esta civilización nuestra, destruida por nosotros mismos.
6. Hemos de saber que nuestros hijos han aprendido a humillar al que ven más débil, a reírse del menos capacitado, a insultar al diferente; simplemente, porque es lo que le hemos enseñado cuando vejamos a nuestro adversario político, nos reímos del vecino más inculto, criticamos a nuestra propia familia… ¿Y sabemos la consecuencia? Pues que muchas veces, nuestro hijo está solo en el recreo porque ha dejado de ganarse el respeto de sus iguales. Exactamente lo mismo que nos pasa a los adultos, cuando nadie de nuestro entorno nos satisface. Que nos quedamos solos.
No podemos fabricar:
- niños injustos con los demás; sencillamente, porque nadie nos ha dado permiso para ello.
- Niños poco agradecidos con lo que la vida les da cada día. Hay un arduo trabajo que realizar, una madeja muy enredada que recomponer, porque les enseñamos, sin que nadie nos diera licencia para ello, que se lo merecían todo sin trabajar nada.
- Niños, hijos del “todo vale”. Ese “todo vale” es el que insulta a la autoridad, quema contenedores, saquea los negocios… Y la mayoría, sin ni siquiera saber argumentar el porqué de su conducta.
Desear un buen curso es el saludo más entrañable que he dado a mis alumnos durante muchos años. Exponer en “la asamblea” de mi aula cómo me siento con mis nuevos alumnos, los aciertos que me gustaría tener y los fallos que nunca querría cometer, pidiéndoles ayuda para conseguirlo, es la mejor cercanía que he podido alcanzar con ellos.
Nadie conoce a los niños como sus padres. Por eso, les invito a que no renuncien al derecho de ser ustedes los que hagan aflorar en sus hijos, sentimientos positivos hacia ese “Año Nuevo, Vida Nueva” que implica el despertar de cada Septiembre. Si esperamos a hacerlo en Diciembre, habremos perdido un Trimestre. Así de simple.
Es una colaboración de: J.T.G.
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