SABEMOS ALGUNAS COSAS MUY CIERTAS SOBRE LA MUERTE EN SÍ:
ES SEGURA
ES IRREPARABLE
ES HOY Y NO MAÑANA CUANDO SE PRODUCE
ES IMPREVISIBLE
SE MUERE EN SOLEDAD, AUNQUE MUCHAS PERSONAS PERMANEZCAN AL LADO DEL QUE FALLECE
NADIE PUEDE MORIR POR OTRO.
¿Hemos reflexionado, alguna vez, sobre estas características de la muerte y las hemos dado por más que sabidas?
Si realmente tuviéramos lúcida consciencia de que no sólo mueren los otros, sino que también la muerte nos alcanzará de forma irremediable, estaríamos menos arraigados en nuestro ego. No nos extraviaríamos tanto en vacíos, apegos, ni nos permitiríamos estúpidos estados de ánimo.
Al contrario, amaríamos un poco más cada instante de vida, descubriendo su grandeza e inmensidad. SI EXPERIMENTÁRAMOS A NIVEL PROFUNDO Y REVELADOR (NO MERAMENTE INTELECTUAL) QUE HEMOS DE MORIR, CONCEDERÍAMOS MAYOR IMPORTANCIA A LO QUE REALMENTE TIENE VALOR Y NO NOS PERDERÍAMOS EN TANTAS INSIGNIFICANCIAS Y TRIVIALIDADES.
Mejoraríamos, sin duda, nuestras relaciones internas y externas, y enfocaríamos la muerte no con pavor o desesperación, sino como un medio para potenciar el vivir cotidiano, expandirnos y ganar la quietud interior. “RAMIRO CALLE”
¿Cuántas veces hemos escuchado decir a numerosas personas ante el diagnóstico de un cáncer u otra grave enfermedad, que aprovecharía más el tiempo para sí mismo, para la familia, disfrutar un libro, o la compañía de ese amigo, o correr por el monte, decir “te quiero” más seguido y a contemplar la naturaleza? ¿Qué pasa con nosotros, los que permanecemos y acompañamos?
ALBORADA
Dentro de la ayuda y asistencia que prestamos en alborada, está la de acompañar al enfermo terminal y a la familia, cuando se produce el transito del mundo material, al mundo espiritual.
Es ahí donde se requiere más que nunca la cercanía, el diálogo, la compañía. El apoyo emocional y la comunicación.
Es en esos momentos donde tenemos que fortalecer emocionalmente al enfermo terminal o en estado grave y sus familiares, porque de lo contrario debilitamos su capacidad de afrontar ese último paso.
Es un momento especial, para todos los que están presentes, en el momento de la partida de un ser humano, cuando ese momento llega, todos sin excepción, necesitamos estar rodeados de afecto, en un lugar lleno de paz, donde el enfermo se sienta querido, respetado, seguro.
Pero la experiencia nos ha enseñado lo difícil que es para las personas que acompañan a un enfermo terminal, saber que deben hacer, decir, como actuar y cómo comportarse delante del enfermo.
Por eso es importante saber que cuando se diagnostica una enfermedad terminal, lo primero que se produce es un gran impacto emocional en el enfermo y los familiares.
Por lo que al enfermo respecta, debemos dejarle que se exprese, diga y hable cuanto quiera, sobre sí mismo y sobre su enfermedad, nunca debemos de aplicar la “Ley del Silencio”, es decir hacer y actuar con el enfermo como si no pasase nada grave.
La persona diagnosticada de una enfermedad terminal, sabe e intuye cual será el proceso que va a pasar, aunque el también calle y no diga nada, en la mayoría de los casos por evitar el dolor de las personas que quiere.
Dar lo mejor de nosotros mismos y ayudarle a entender el proceso que va a vivir, para que comprenda que la separación de sus seres queridos es solo temporal, no definitiva, dejando siempre abierta la puerta a la esperanza de volver a estar todos juntos en un futuro no muy lejano.
Y cuando no sepamos muy bien que hacer o decir, en presencia de un enfermo terminal. Lo que siempre será acertado, es un abrazo sentido y coger su mano en silencio, que sienta nuestro amor.
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