Podía haber añadido estas aficiones a la sección “Lo manual”. Pero es que pintar, escribir, modelar o tocar un instrumento, entre otras muchas, además de mantener las manos ocupadas, también tienen un componente creativo.
No estoy menospreciando las otras tareas y hobbies de las que hemos hablado en anteriores artículos. No estoy diciendo que no sean creativos. La clasificación sólo pretende hacer más fácil la lectura. Es obvio que muchas actividades podrían estar en ambas categorías.
Todas tienen un enorme valor terapéutico. Se tiene la mente concentrada en algo que nos interesa y a cambio se obtiene la recompensa de la creación: SURGE ALGO NUEVO, QUE ANTES NO EXISTÍA Y QUE TRANSMITE UNA PARTE DE NUESTRO SENTIR.
Ya hablamos de los dibujos de los niños, que realizan con tanta naturalidad como respiran. Pero en los adultos, si no hay costumbre, es más difícil que pintar, esculpir o modelar surjan espontáneamente. Y, sin embargo, cualquiera de esas actividades pueden ser tan expresivas como la de los pequeños. Igualmente curativas, salvadoras y muy eficaces para devolvernos la autoestima, después de sufrir la pérdida de un ser querido.
No importa que nuestra obra no sea magnífica. Nadie pide que seamos genios. Es otra manera de sacar la pena y el dolor de dentro, de darle cauce. Y, a la vez, de relacionarnos con otros seres humanos, de hablar sobre otros temas, de mantener activa la mente, para que no esté concentrada exclusivamente en nuestro dolor.
Me merece una mención especial la escritura, por lo que me toca. Es evidente que es mi técnica favorita. Muchos terapeutas (incluido yo mismo), de muy distintas especialidades, recomiendan escribir para analizar, sobre todo en aquellas personas que tienen dificultad en verbalizar las emociones que tienen dentro.
En el caso del duelo, es igualmente curativo. Escribir sobre el trauma, la pena, el dolor, el sentimiento de culpa, el desgarro emocional, la memoria que se desdibuja, la añoranza, el miedo al futuro…
Podemos recoger nuestros sentimientos, para encontrar pautas a nuestros vaivenes emocionales. Redactar anécdotas que no queremos olvidar de nuestros seres amados. O simplemente practicar apuntes variados. Todo sirve. Y no hace falta, insisto, ser Cervantes, ni ganar un premio nobel.
Obviamente, podemos apuntarnos a clases de pintura, de cerámica, de escritura creativa o de canto coral. Pero también hacerlo en casa, con nuestros cónyuges, hijos, padres o parientes. Con los amigos y vecinos.
CADA QUIEN QUE ENCUENTRE SU VEHÍCULO DE EXPRESIÓN Y DÉ RIENDA SUELTA A SU SUBCONSCIENTE, A SU MENTE Y A SUS HABILIDADES PSICOMOTRICES.
Tampoco pasa nada por probar varias disciplinas. Lo importante es que lo que hagamos nos ayude a sacar al exterior, todo ese resentir emocional que tenemos, ya que sabido es que solo nos hace daño aquello que dejamos dentro.
Y como nos dicen las técnicas terapéuticas modernas, como la bilogía total o la bio-descodificación, una emoción que no seamos capaces de sanar acabara somatizando una enfermedad en un determinado órganos de nuestro cuerpo dependiendo dicho órgano de la emoción no sanada.
ADEMÁS NO DEBÉIS OLVIDAR NUNCA QUE A “ELLOS” LOS QUE PARTIERON LE HACE FELICES EL VERNOS FELICES A NOSOTROS…………….
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