PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

miércoles, 22 de agosto de 2012

LA PÉRDIDA DE UN NIÑO

Los Gordon eran los felices padres de cuatro niñas, y todos estaban ilusionados con la perspectiva de un nuevo bebé. Deseaban que fuese un niño (aunque otra niña habría sido igualmente querida). La familia celebró con una gran cena el día en que Mark llegó a casa.

Pocos recién nacidos han estado rodeados de tantas manos amorosas como ese hermoso niño de tres kilos que era el tesoro de la familia. Las niñas mayores le cambiaban los pañales y todas, incluso la pequeña.

Podían tenerlo en brazos. Toda la familia lo mimaba y quería, y lo consideraban el mejor regalo que Podían haber recibido. La vigilia de su segundo aniversario, Mark parecía encontrarse mal y tenía la barriga muy Hinchada, pero nadie le dio importancia. Era un día feliz y todo el mundo se vistió de gala para ir a la Iglesia; después la familia y los amigos comieron juntos.

Cuando a la mañana siguiente, día del cumpleaños de Mark, Elly lo vestía, percibió en la barriga del niño algo parecido a un tumor, pero rápidamente desechó esa sospecha recordando que la última vez que lo había visto el médico había asegurado que era un bebé totalmente sano. Pero unos días más tarde volvió a inquietarse cuando, al bañarlo, le palpó otra vez lo que parecía un tumor. No se olvidará nunca del trayecto que hizo en coche para llevar al niño al médico. Después, durante meses, se atormentaría preguntándose si debió haberlo llevado antes, si así lo habrían salvado...

A Mark le diagnosticaron un tumor de Wilms (un cáncer de riñón) que, si se detecta pronto, puede curarse extrayendo el riñón y aplicando un tratamiento de quimioterapia para destruir las células cancerígenas que se hayan propagado. No siempre se detecta a tiempo, aunque los índices de supervivencia son cada vez más elevados. Las niñas ya no podían tocar la barriga de Mark ni hacerle cosquillas. No podían jugar ni reír más con él.

Tras la intervención, le comenzaron a aplicar quimioterapia. Tenía una enorme cicatriz en la barriga, estaba cansado y se volvió muy vulnerable a las infecciones. El tercer año de vida de Mark transcurrió entre visitas y estancias en el hospital. Fue tratado por excelentes médicos y enfermeras que trabajaban a conciencia pero, a pesar de sus esfuerzos y las oraciones, Mark murió antes de cumplir los tres años.

Cuando Mark empezó a orinar sangre, Elly y su marido solicitaron llevárselo a casa. Lo pusieron en la cama grande rodeado de cojines, desde donde pudiera ver el cuarto de jugar. Loony, el perro callejero al que tanto le gustaban los niños, se sentó al pie de la cama y se quedó absolutamente quieto, como si percibiera que el menor movimiento podía molestar al niño. Mark tenía a su lado el muñeco Mickey Mouse, un osito de felpa y Bozo, su payaso favorito. Sus cuatro hermanas se turnaban para acompañarle en su habitación cuando estaban en casa. Elly y Peter, su marido, se alternaban para velar por las noches, y el jefe de Peter le dio permiso para ausentarse del trabajo todos los días que quisiese estar con su hijo.

El padre John administró a Mark el último sacramento, y una tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse por el horizonte, Mark cerró los ojos y dejó de respirar. Loony se deslizó debajo de la cama. Elly y Peter cogieron a Mark en brazos, sin miedo ya a hacerle daño. Cada una de sus hermanas buscó uno de sus juguetes favoritos para que le acompañara en el ataúd. El Viernes Santo la familia lo enterró.

E l i s a b e t h K ü b l e r - R o s s

Extracto del libro: L o s n i ñ o s y la m u e r t e

Oración para un bebé querido

No te conocí nunca, pero te amé.

No te tuve en brazos, como hace una madre.

Contigo enterré mis esperanzas y sueños por un hijo desconocido al que nunca vi.

Pero también enterré el amor en mi corazón y la tristeza de saber que debemos separarnos.

Y ruego a Dios que haga por ti todo lo que yo hubiera hecho.

Que guarde a mi bebé a salvo para que ría y juegue cuando llegue la primavera.

Un amigo, 1977.

* * *

¿QUÉ ES, PUES, PERDER UN HIJO?

¿QUIÉN AYUDA A LO LARGO DE ESTA PRUEBA?

¿CÓMO PODRÍAMOS SER MENOS INDIFERENTES A LO QUE RECLAMAN AQUELLOS QUE SE VEN AFRONTANDO SEMEJANTE SUFRIMIENTO: UNO DE LOS MAYORES QUE EXISTEN?

¿CÓMO PUEDEN LOS PADRES QUE PIERDEN UN HIJO RECOBRAR ALGÚN DÍA LA EXISTENCIA NORMAL Y FELIZ?

La vida fue concebida para ser simple y hermosa, en los retos que la vida nos presenta siempre habrá lo que yo llamo tormentas, grandes y pequeñas. Pero sabemos por experiencia que las tormentas pasan, que después de la lluvia vuelve a salir el sol y que aun el más frío invierno dará paso a la primavera. Pero esos argumentos no convencen a los padres que han perdido un hijo, o que tienen un niño con una discapacidad severa o una enfermedad terminal.

Las expresiones supuestamente cordiales —como «Era la voluntad de Dios» o «Por lo menos lo tuvisteis un tiempo»— no sólo son de mal gusto, sino que suelen disgustar a los desconsolados padres.

Nadie puede proteger a un ser querido de las penas de la vida ni ahorrarle el dolor. Nadie puede consolar ni cambiar la amarga realidad de un padre o una madre que han perdido un hijo.

Pero podemos brindarles nuestro apoyo, estando a su lado cuando necesiten hablar o llorar, cuando tengan que tomar decisiones difíciles o complejas.

Y podemos ayudarlos a prevenir las secuelas de tan dolorosas pérdidas con una actitud más sensible y una mayor predisposición a escucharlos antes de que ocurra la muerte, si eso es posible.

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