PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

viernes, 23 de julio de 2010

APRENDIENDO A SER PADRES (II)


“Mi hijo se aburre… ¿Y qué?”

Como si no fueran suficientes nuestras obligaciones tanto laborales como familiares, así como el peso de las tensiones a que diariamente se nos somete, se nos martiriza la conciencia porque nuestros hijos se aburren. Sobre todo en las vacaciones.

¿Dónde fueron a parar aquellos veranos tan largos y a la vez tan cortos para los niños, que no dejaban ni una sola rendija al aburrimiento? Aquellos niños, con muchísimos menos juguetes, dedicaban todo su tiempo a compartir juegos con otros niños; eran los dueños de caminos y callejones; desde que se levantaban ponían a trabajar esa creatividad que a todos se nos da, para, junto a sus amiguitos, construir los juguetes más imaginativos que se pueda soñar.

Los niños de entonces no se aburrían porque creaban. Y es que los seres humanos somos capaces de combatir el aburrimiento con la creatividad.

Nuestros niños de hoy… ya sabemos. Desde que son bebés les enchufamos la tele, al tiempo que el biberón. El uno, para que se alimente, y la otra, para que no se aburra. Y luego nos quejamos de que nuestro hijo o hija no se entretiene con nada.


Cuando crecen, queremos organizarles minuto a minuto su período vacacional: campamentos, sí. Siempre que mi niño no se aburra. Empieza cualquier actividad lúdica y, desde que deje de ser ocio y se convierta en disciplina, ya no es válida porque mi niño/ a se aburre. Renunciamos a nuestro descanso en un lugar de nuestro gusto personal si nuestra hija o nuestro hijo se aburre.

¿Cuándo dejaremos que nuestros hijos conozcan el aburrimiento, orientándoles para que fabriquen estrategias que potencian su autonomía personal? El niño debe aburrirse. Es bueno que se aburra, para que ponga en marcha su inagotable fuente creativa.

Tomemos la hermosa iniciativa de que se reúna con niños de su edad. Para nada en concreto. Para nada previamente organizado. Simplemente para que juegue, para que discuta, para que tenga conflictos con sus iguales y aprenda a resolverlos.

Dejemos que se invente historias; no se las demos hechas. Que se fabrique sus juguetes, para que aprenda a jugar. Cultivemos en el niño la capacidad de asombro, simplemente porque ha sido capaz de construirse una cometa , que ha logrado echar a volar. ¡Cuánto puede soñar, imaginar historias y situaciones, al tiempo que sigue con sus ojos infantiles cargados de inocencia, el vuelo caprichoso de una cometa que ha logrado armar con sus propias manos! No hay juego interactivo que se le pueda comparar.

Y nosotros, padres, estamos apostando por un ciudadano creativo, con imaginación. Capaz de comprender lo valioso que puede resultar manejar su tiempo. Si no enseñamos a nuestros hijos a que usen bien su tiempo libre… malo, malo, cuando tengan que administrar su vida.

Es una colaboración de J.T.G.

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