PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

martes, 9 de febrero de 2010

LA VIOLENCIA NO ES EL CAMINO

Décadas atrás, Albert Einstein escribía: "El verdadero problema del mundo se halla en el corazón de los hombres... Lo que nos espanta no es el poder explosivo de la bomba atómica, sino el poder igualmente explosivo de la personalidad humana... Podemos y debemos, si queremos que el mundo sobreviva, ayudar a lo nuevo que hay en el hombre para alcanzar e igualar su inteligencia".

La violencia, ya sea física, moral, social o económica se impone siempre a otro individuo dañando su libertad, atropellando su dignidad mediante el abuso de la fuerza o el poder porque es ante todo, un mecanismo para anular al oponente, una forma irracional de actuar.

Este fenómeno, lamentablemente instalado en la sociedad, obedece a múltiples causas, algunas ajenas al individuo como la marginación, la pobreza o el entorno social que actúan como factores desencadenantes de actitudes violentas que naturalmente anidan en el espíritu humano.

Si bien la agresividad tiene su manifestación más tangible y peligrosa cuando desborda en actos físicos o agresiones corporales, también se manifiesta en los pensamientos y en las palabras.

Cuando cedemos a las emociones violentas, quedamos impregnados de sentimientos de animosidad, generadores de pensamientos agresivos. Y el pensamiento es energía que se genera y que se capta.

La agresión por el pensamiento tal vez sea la manera más común en que expresamos nuestra agresividad. Si bien no se concreta directamente en una agresión física, ya provocó sus efectos negativos por las vibraciones emitidas a nuestro semejante. Finalmente llegarán las palabras que se sumarán a los componentes emocionales y mentales.

Pero en el ser humano mismo también anidan las posibilidades de cambio y transformación para lograr una sociedad más pacífica.

La paz, la serenidad, la reflexión, son cualidades que se pueden adquirir, desarrollar y también enseñar si somos capaces de detectar nuestras propias tendencias violentas. Somos seres responsables de nuestro carácter, de nuestra forma de pensar y de obrar y sin saberlo, muchas veces, contribuimos negativamente a crear un clima adverso que también impacta en nuestra salud mental y física.

No se trata de una actitud desinteresada por el contexto, sino de crear el clima favorable para la reflexión y el diálogo, indispensables para la resolución de conflictos.

La violencia está en la calle, en la escuela, y también puede estar en la casa si no se establecen desde un principio, códigos de convivencia basados en el respeto y consideración al otro, valores necesarios para la armonía y el diálogo en la familia.

Este hábito incorporado en el adulto puede proyectarse a los hijos para que se inicien en el conocimiento de su propia personalidad, desarrollando un espíritu crítico, reflexivo y sobre todo pacificador.

La práctica del autocontrol no es una utopía ni tampoco un hecho insignificante. Es una herramienta fundamental en el campo de las relaciones humanas partiendo de lo interno a lo externo, de lo individual a lo social.

Todos somos responsables de la violencia, de la nuestra, de la de nuestros hijos y de la sociedad. Y seguramente a todos nos preocupa.

Tal vez deberíamos tomar conciencia real de nuestra propia violencia y cada día esforzarnos por atemperarla, mitigarla comunicándonos mejor, controlando nuestros impulsos, escuchando más atentamente al ser que nos quiere, amando, perdonando y educando con el aval de nuestro propio esfuerzo por cambiar.

Hace cincuenta y dos años desencarnó en forma trágica uno de los espíritus de mayor envergadura moral que iluminaron la última centuria.

Se llamaba Mohandas Karamchand Ghandi, más conocido como Mahatma Ghandi.

En medio de tanta violencia y represión como vivió la India en el siglo pasado, su figura emerge victoriosa como un gran ejemplo de ascendencia moral conquistando nada menos que la libertad y autodeterminación de su pueblo mediante una nueva forma de hacer política: la praxis de la no violencia.

Eso le costó la vida, pero no el objetivo de su misión.

Ghandi se ha transformado para siempre en una luz que guía los espíritus que tienen deseo de justicia, de transformaciones, de renovación material, moral y cultural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario