PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

martes, 13 de septiembre de 2011

¿CÓMO SE OPERA LA SEPARACIÓN DEL ESPÍRITU Y EL CUERPO DURANTE LA LLAMADA MUERTE? (I PARTE)



1º Caso



El primero que vamos a estudiar procede de una obra de origen mediúmnico titulada "Los mensajeros espirituales", cuyo autor extra físico es André Luiz, espíritu muy conocido en el movimiento espiritista brasileño y sudamericano, que fuera un célebre médico en su última vida. El médium que canalizó estas y otras muchas obras del mismo ser y de otros muchos espíritus, es Francisco Cándido Xavier (Chico Xavier), muerto (30-6-2002) a los 92 años de edad, que tiene en su haber más de 400 obras psicografiadas, emanadas de diversas fuentes espirituales.



La descripción de estos hechos aparece en los capítulos XLIX y L, titulados, respectivamente, Máquina Divina y La Desencarnación de Fernando. Vamos a resumir sus puntos esenciales, destacando los datos que más nos interesan.
Repetimos, sitúese correctamente, el lector: los hechos están descritos no desde el plano físico, sino desde esa otra dimensión más sutil, ordinariamente imperceptible por nuestros sentidos, a la que se le ha venido dando diferentes nombres: Mundo Espiritual, Mundo Astral, Más Allá...



André Luiz, la entidad que informa de estos y de otros muchos pormenores de la vida en el mundo invisible, está acompañando a otro espíritu que responde al nombre de Aniceto, el cual en aquellos momentos actúa como su instructor en una serie de campos y tareas encaminadas a su preparación como futuro servidor. En la ocasión que nos ocupa, atendiendo a la llamada de un doctor espiritual, ambos se encuentran junto a un moribundo, Fernando, de unos sesenta años, que permanece postrado en su lecho en estado de coma desde hace varios días, a consecuencia del avanzado estado de la leucemia que padece.



Ni en el plano físico ni en el invisible, la estancia estaba vacía. En el plano de los encarnados varios familiares cercanos hacían guardia junto al enfermo llenos de aflicción. En el plano invisible dos entidades, la madre del moribundo y otra pariente próxima, se hallaban allí intentando también ayudar a aquel ser presto a dejar el mundo de la carne.



En un determinado momento el instructor insta a André a que realice una auscultación profunda del organismo del moribundo, para que tome plena consciencia de los procesos generales y particulares que acompañan y determinan la separación del espíritu del cuerpo. André obedece la indicación y he aquí la narración de una parte de su observación:



"Noté que su alma se retiraba lentamente a través de puntos orgánicos aislados. Asombrado verifiqué que, bien al centro del cráneo, había un foco de luz mortecina, que variaba ligeramente de forma, como la llama de un candelabro encendido ante las ondulaciones leves del viento. Llenaba toda la región encefálica causándome profunda admiración".



Advirtiendo su asombro, Aniceto le ofrece información aclaratoria:
"La luz que usted observa es la mente, para cuya definición esencial no tenemos, por ahora, concepción humana alguna".
Detenido en un examen minucioso del estado orgánico del moribundo, ayudado en este propósito por la acción magnética de su instructor, André
Luiz sigue dando cuenta de sus impresiones:



"El cuerpo me parecía ahora una maravillosa usina mostrando los más mínimos detalles... Identificaba, en grandes proporciones, los nueve sistemas de órganos de la maquinaria humana: el esqueleto óseo, la musculatura, la circulación sanguínea, el aparato de purificación de la sangre, consustanciado con pulmones y riñones, el sistema linfático, la maquinaria digestiva, el sistema nervioso, las glándulas hormonales y los órganos de los sentidos".
Reparando en el profundo estado de deterioro orgánico ya alcanzado en el cuerpo que observa, el comunicante espiritual nos describe así la situación:



"Millones de organismos microscópicos iban y venían en la corriente empobrecida de glóbulos rojos. Presenciaba el pasaje de formas raras, a la manera de minúsculas embarcaciones cargadas de bacterias mortíferas... Invadían todos los núcleos organizados. Órganos como los pulmones, el hígado y los riñones, estaban siendo asaltados irremediablemente, por incalculable cantidad de saboteadores infinitesimales...".
Es entonces cuando nota algo notable, algo en lo que no había fijado su atención hasta aquel momento:



"A medida que se consolidaban los microbios invasores en determinadas regiones celulares, algo se destacaba, lentamente, de la zona atacada, como si un molde siempre nuevo fuese expulsado de la forma gastada y envejecida, reconociendo yo, de ese modo, que la desencarnación se operaba a través de proceso parcial...".



El irreversible estado del caos orgánico del moribundo, se torna evidente para el estudiante del mundo invisible, que anota:
"Observé que el moribundo intentaba readquirir la dirección de los fenómenos orgánicos, pero en vano...".



Aniceto, el instructor, explica a su alumno la trascendente importancia que tiene el organismo físico desde el punto de vista evolutivo, formado por el molde espiritual preexistente, ya que éste representa, según sus palabras, "una conquista laboriosa de la humanidad terrestre".






En su explicación el guía alude a la semejanza del cuerpo orgánico de los humanos con una máquina moderna:
"Ambos - señala - son impulsados por la carga de combustible, con la diferencia que en el hombre, la combustión química obedece al sentido espiritual que dirige la vida organizada".



Siguiendo con su lección, Aniceto hace hincapié en la función gobernadora y organizadora de todo el complejo orgánico que le corresponde a la mente humana:
"Ahí - explica - no poseemos tan sólo el carácter, la razón, la memoria, la dirección, el equilibrio, el entendimiento; sino también el control de todos los fenómenos de la expresión corpórea".



Más adelante, reflexionando sobre el mismo asunto, añade:
"La mente humana, aunque indefinible por la concepción científica limitada en la Tierra, es el centro de toda manifestación vital en el planeta... Cada célula es un minúsculo motor trabajando bajo el impulso mental".



El instructor espiritual realiza esta otra interesante observación referida al moribundo, que nos ayuda a comprender mejor como las circunstancias individuales condicionan de manera fundamental el desarrollo del proceso desencarnatorio:
"Estamos viendo aquí a un hermano en el momento de la retirada... El agonizante se retira poco a poco y aún no abandonó totalmente la carne por falta de educación mental. Se ve, por el exceso de intemperanza de las células, sobre las cuales no ejerce ya ni un control parcial, que este hombre vivió muy lejos de la disciplina de sí mismo... A decir verdad este amigo nuestro no está desencarnando, está siendo expulsado de la máquina divina...".



En esto, los espíritus familiares del moribundo allí presentes, solicitan al instructor su ayuda y colaboración para acelerar el proceso de la desencarnación. Otra de las entidades, precisamente la que había solicitado la asistencia del instructor Aniceto en aquel caso, confirma a éste la justicia de la ayuda que se pide, al tiempo que le informa del operativo organizado para atender las necesidades del desencarnante tras el definitivo desligue, necesidades relacionadas con su peculiar estado espiritual.



Mas, antes del desenlace definitivo, las entidades ayudantes en el proceso desencarnatorio perciben el envío continuado de energías magnéticas que los familiares encarnados situados en la sala, en su aflicción, emiten en dirección al moribundo. André Luiz nos describe este fenómeno:
"De hecho, una red de hilos cenicientos y débilmente iluminados parecía ligar a los parientes con el enfermo ya casi muerto".



Ante esta circunstancia, la cual podía perturbar el trabajo que se estaba llevando a cabo, Aniceto declara sentenciosamente:
"Tales socorros son ahora inútiles para devolver el equilibrio orgánico al paciente. Necesitamos neutralizar esas fuerzas emitidas por la inquietud, proporcionando, ante todo, la posible serenidad a la familia".



Recurriendo a la acción de los pases magnéticos, el mentor espiritual proporciona al organismo del agonizante unas momentáneas reservas de vitalidad, lo que de inmediato se tradujo en una aparente mejora del estado clínico del paciente, con acentuación y regularización de sus constantes vitales. Tal mejora es advertida por el facultativo terrestre que lo atendía, quien da cuenta a los parientes. Estos, regocijados ante las buenas noticias, recobran su alegría y alejan de si las preocupaciones que hasta entonces venían llenando sus mentes; deciden, pues, dejar solo al paciente para que descansase tranquilo. Con esto el propósito del instructor espiritual se había logrado: anular las emisiones magnéticas desestabilizadoras de los parientes.






Entonces es cuando comienza la última fase del desligue definitivo del espíritu:
"Aniceto aprovechó la serenidad del ambiente y comenzó a retirar el cuerpo espiritual de Fernando, desligándolo de los despojos; reparando yo que había iniciado la operación por los calcañales y terminando en la cabeza, a la cual, por fin, parecía estar prendido el moribundo por extenso cordón, tal como sucede con los recién nacidos terrenales. Aniceto lo cortó con esfuerzo. El cuerpo de Fernando se estremeció, con lo que el médico humano fue llamado al nuevo cuadro. La operación no había sido corta ni fácil. Se había demorado largos minutos, durante los cuales vi a nuestro instructor emplear todo el caudal de su atención y tal vez de sus energías magnéticas".



En el plano invisible, entre tanto, donde el trabajo no había terminado, se presenta la siguiente escena:
"La madre del desencarnado, auxiliada por Aniceto y por el facultativo espiritual que nos había conducido hasta allí, prestó al hijo los socorros necesarios. A los pocos instantes, mientras la familia terrenal se echaba sobre el cadáver, en llanto, la pequeña expedición constituida por tres entidades, las dos señoras y el clínico, salía conduciendo al desencarnado hacia el instituto de asistencia, observando yo que no salían utilizando el vuelo, sino caminando como simples mortales".



Los cuatro casos que seguidamente vamos a analizar, están sacados de una interesante obra titulada "Obreros de la Vida Eterna" (5), recibida también por el médium Francisco Cándido Xavier y dictada, como la anterior, por el espíritu André Luiz, que es quien hace la mayor parte de las observaciones y narra los acontecimientos. Son cuatro casos en los que otros tantos seres humanos se enfrentan a su próxima muerte, a la que cada uno llega envuelto en sus particulares circunstancias y condiciones, tanto orgánicas como mentales y espirituales.



En todos estos ejemplos, André Luiz acompaña en calidad de estudiante a un equipo de entidades especializadas en atender a los moribundos, quienes propician con sus conocimientos y técnicas la desconexión entre la parte espiritual y el organismo físico, en los seres humanos que se enfrentan a su inmediata salida de este plano o, como se dice habitualmente, a la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario