PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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sábado, 24 de septiembre de 2011

EL DUELO ESPECIFICO UN DUELO PARA CADA CASO



EL DUELO ESPECIFICO UN DUELO PARA CADA CASO

Al compartir las vivencias de cada uno dentro de los Grupos, nos vamos dando cuenta que la causa de la muerte de nuestros hijos termina siendo anecdótica y que el dolor y el sufrimiento son los mismos, a pesar de las diferentes circunstancias y a pesar de la fantasía de que si la muerte hubiera sido de otra manera, el dolor del duelo sería menor.



No obstante, realizamos, una vez al año, los "Talleres de Especificidad del Duelo". Desde el mismo dolor, aceptamos la realidad y deseamos comprender los matices particulares de las distintas formas de partida; nos mueve el objetivo de hermanarnos aún más y, desde la compasión, avanzar juntos en el camino del duelo.



Aún sabiendo que es muy difícil generalizar en estos temas porque somos seres individuales determinados por multiplicidad de factores, hemos extraído las siguientes conclusiones de todo lo trabajado en dichos talleres desde lo compartido por los padres.

EL DUELO EN LA PAREJA
Lo que ayuda:
Saber y aceptar que el duelo se vive de distinta manera y con distintos tiempos;
Reconocer que no siempre se tienen las mismas necesidades;
Respetar la forma particular que cada uno tiene para expresar sus sentimientos;
Saber que, en general, la mujer manifiesta con más naturalidad sus sentimientos y que es habitual que el hombre tienda a ser más reservado en sus expresiones;
Recordar que, más allá de las palabras, son necesarios los abrazos que siempre tienen propiedades curativas, así como las caricias y los besos;
Aceptar que pueden sentirse culpas ante el placer sexual y el hablar del tema;
Demostrar amor y valoración es fundamental para la recuperación, tanto de la pareja como de la familia.



Lo que no ayuda:
Evitar hablar del tema;
Que se oculten sentimientos como una manera de proteger al otro por una actitud personal de reserva;
Desvalorizar o juzgar al que no siente igual el dolor daña la relación de la pareja;
No reconocer que el dolor puede provocar una pérdida momentánea de interés en la relación;
Que surja la competencia en cuanto a quién es el que sufre más;
Depositar en el cónyuge la expectativa de ser el único capaz de ser una ayuda para estar mejor.

Los talleres de especificidad son los siguientes:
BEBÉS Y EMBARAZOS
HIJO ÚNICO
HOMICIDIO
ACCIDENTE
MUERTE SÚBITA
ENFERMEDAD
SUICIDIO

PÉRDIDA DE BEBÉS Y EMBARAZOS.
De todas las pérdidas es a la que menos tiempo se le reconoce para sufrir; es como si al perder un bebé el duelo debiera hacerse en menos tiempo y con menos dolor.
Sufren cuando la sociedad minimiza este dolor. Aún dentro de los grupos se desvaloriza comparándola con otras pérdidas.
El entorno no registra que ese hijo existió desde el momento de la concepción y aún antes... desde el deseo.
Los padres suelen ser muy jóvenes y se sienten devastados ante, tal vez, la primera gran prueba a la que los somete la vida.
En la madre se agrega el desequilibrio hormonal, secuelas del parto o la depresión posparto. Este es el momento de mayor relación simbiótica con el bebé.
A veces hay impotencia porque es la última oportunidad de ser padres.
Es difícil tener que enfrentar el nacimiento de bebés de parejas amigas.
Aparecen sentimientos negativos como envidia al ver otros bebés o mujeres embarazadas.
Puede haber una sensación de fracaso y aún de vergüenza.
Aumenta el sufrimiento si no se tienen fotos y recuerdos.
Se siente una contradicción entre el deseo de tener otro hijo y el miedo a un nuevo embarazo.
Por hechos vividos durante el embarazo suelen sentirse culpables de lo sucedido: mala alimentación, relaciones sexuales, no haber previsto causas genéticas, ciertos ejercicios o actividades. Puede existir la sensación de haber hecho "algo mal".
Pueden surgir culpas cuando no se ha visto muerto al bebé o por no haber hecho algún ritual funerario.
Suelen escuchar frases hechas que aumentan el dolor: "Sois joven, podéis tener otros hijos"; "No llores más que es un angelito"; "No era para esta vida"; "No llores que no lo dejas descansar"; "Si tenía que morir mejor que fue pronto"; "Ustedes no son los únicos que sufren"; "Yo sufro más que vos: como madre y como abuela"...

PÉRDIDA DEL HIJO ÚNICO

Pesa el silencio de la casa; hay quienes dejan de salir para no llegar a una casa vacía.
Se interrumpen o quedan truncos los proyectos familiares.
Se pierde la posibilidad de vivenciar otros roles: abuelo/a, suegro/a.
Aumentan las crisis en la pareja por los silencios y a la incomunicación.
Hay que reubicarse y volver a adaptarse a estar en pareja; hay una gran pérdida de interés en todo.
El acostumbrarse a la soledad puede llevar a perder contacto con familiares y amigos.
Se rehúye de las actividades sociales.
Se puede hacer lo que se quiere: no levantarse, no cocinar; no hay nadie que reclame nada ni nadie que salga perjudicado.
Cuando se empieza a estar mejor es costoso hacer algo por uno mismo, en especial porque casi todo se hacía en función del hijo.
Hay una gran necesidad de encontrar otros padres en el grupo con el mismo tipo de pérdida.
Se tiene la fantasía de que si hubiera otros hijos no sería tanto el dolor.
No se escuchará más la palabra Mamá o Papá; hay una pérdida de la identidad.
Aumenta el dolor cuando la edad influye en la posibilidad de tener otro hijo. En muchos casos es la pérdida de la continuidad biológica.
Fantasía de no tener quien los cuide en la vejez.

PÉRDIDA POR HOMICIDIO.
Al principio, gran desconcierto...shock; sorpresa, incredulidad y negación; temor al juicio de la gente; a tener que enfrentar las dudas que involucren a al hijo en algo ilegal, por ejemplo; peso que generan la intervención de los medios y la opinión pública; pensamientos obsesivos referentes a cómo fueron los hechos; fuertes sentimientos dolorosos: bronca, odio, miedo, deseo de venganza; necesidad imperiosa de castigo a los culpables, aún sabiendo que no les devolverá al hijo.
Esperanza de que, al hacerse justicia, se calme un poco el dolor y se pueda continuar con el duelo; se suelen poner todas las energías en el logro de que los culpables paguen; el proceso del duelo puede verse afectado por el accionar de la policía, los medios, abogados, peritos, etc.

PÉRDIDA POR ACCIDENTE.
Hay un primer momento de gran conmoción.
Sorpresa, incredulidad, negación.
Pueden aparecer reacciones opuestas, desde sentirse como anestesiados y sin capacidad de accionar hasta explosiones emotivas de gran intensidad.
Dolor y gran esfuerzo para enfrentar los trámites administrativos, autopsia, búsqueda de testigos, reconocimiento del cuerpo, tener que avisar a la familia.
Sufrimiento porque no existió la posibilidad de despedirse.
Recuerdos torturantes para aquellos que estaban presentes en el momento del accidente.
Impotencia por no haber podido hacer nada o muy poco.
Fantasías acerca de cómo ocurrieron los hechos y del sufrimiento vivido o no por el hijo.
Suelen pasar por momentos prolongados en los que se les impone compulsivamente el revisar cada detalle de los momentos previos buscando encontrar algo que hubiese permitido evitar el accidente o bien buscando responsables.
Fuertes sentimientos de venganza contra quien provocó o es responsable del accidente.
Tener que enfrentar dudas propias o ajenas sobre responsabilidades de la propia víctima.
Es recurrente y prolongada la fantasía de que en cualquier momento el ser querido va a regresar; por lo inesperado se hace muy difícil asimilar que murió y no volverá más.
Dolor agregado cuando hay juicios de por medio

PÉRDIDA POR MUERTE SÚBITA
Sorpresa y shock.
Impotencia, estupor incredulidad.
Alivia saber que no sufrieron y que se fueron casi sin darse cuenta.
Sensación de inutilidad, de no haber podido hacer nada

PÉRDIDA POR ENFERMEDAD
Pesan los recuerdos del impacto ante el diagnóstico y el proceso de la enfermedad, en los que se pasa por las etapas descriptas por la Dra. Kubler-Ross.
Dolor por haber visto sufrir al hijo.
El tiempo de la enfermedad deja desgastados emocionalmente a todos los involucrados.
Impotencia por sentir que fue un sufrir en vano.
Resentimientos y conflictos si no toda la familia se involucró de la misma manera.
Puede haber secuelas de desequilibrios económicos a causa de la enfermedad.
Sentimientos de pesar y culpas por recordar el descuido hacia el resto de la familia y uno mismo.
Recuerdos dolorosos por estados contradictorios que iban de la esperanza a la desesperanza.
Impotencia ante la fe y esperanza depositadas en un "milagro" que no se produjo.
Contradicción entre el dolor y la sensación de alivio: por un lado, el fin del sufrimiento del hijo y por otro "liberación" en la familia de la situación prolongada.

PÉRDIDA DE HIJOS QUE SE SUICIDAN.
Búsqueda de las motivaciones que los llevaron a tan drástica decisión.
Dificultad para aceptar y respetar la decisión del hijo.
Enojo con el hijo, resentimiento por la decisión tomada sin pensar en el dolor que causarían.
Shock, sorpresa e incredulidad ante la realidad.
Negación; pueden decir que fue un accidente; cuesta enfrentar la palabra "suicidio".
Culpas por no haberse dado cuenta de lo que se estaba gestando o por algo dicho o hecho.
Sensación de fracaso, impotencia, desvalorización, de no haberlo sabido cuidar.
Culpar a terceros por pensar que tuvieron algún grado de responsabilidad, al otro miembro de la pareja, a la escuela que era muy estricta, a la sociedad, a algún profesional, etcétera.
Sensación de sentirse observado, diferente; puede sentirse vergüenza que lleva a no querer contar las circunstancias de la muerte.
Dificultad para expresar abiertamente los sentimientos; duelen los prejuicios propios y ajenos.
Miedo a ser juzgado. Suele seguir teniendo peso el estigma de la opinión pública que tenía antes la Iglesia.
Se puede estar pendiente de la opinión de los demás y sensibilizados, aún dentro del mismo grupo cuando, por ejemplo, un papá hace un comentario comparativo del estilo "mi hijo quería vivir"
La familia puede tener miedo a que otro miembro repita la acción.
Si el hijo sufría de depresión, puede resultar más doloroso aún de aceptar si el suicidio se produce en un período de mejoría.
Ayuda el reconocimiento de que es consecuencia de una enfermedad.

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