CÓMO AYUDAR A LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES
La mejor forma de ayudar a un niño en duelo es ofrecer, en primer lugar, contención y acompañamiento a las personas responsables del menor, porque ellas son en realidad quienes posteriormente van a contener y acompañar al niño en su dolor.
Si los adultos encargados del niño o adolescente en duelo no reciben ayuda personal, puede que no proporcionen al niño las ayudas necesarias para la elaboración de su duelo, ya sea por desconocimiento o bien por encontrarse abrumados por su propio malestar, quedando en una situación de vulnerabilidad precisamente por la ineficacia o carencia de recursos contenedores externos.
Como adultos afectados por la muerte de un ser querido, pero a la vez responsables de otros parientes a nuestro cargo -como son los hijos-, es necesario buscar espacios y asideros que nos ayuden a atravesar el dolor y a resolver todas aquellas dudas, inquietudes, temores y malestares que nos sobrevengan. Para poder ayudar y cuidar adecuadamente de otras personas, debemos aprender a cuidarnos y ayudarnos a nosotros mismos.
Las ayudas que necesitaremos pueden ser de varios tipos y van desde recibir información sobre cómo ayudar a nuestros hijos, qué decirles y cómo explicarles lo sucedido, hasta ayudas administrativas, económicas y burocráticas relacionadas con el fallecimiento del ser querido.
Sin embargo, lo más importante es que seamos conscientes de que la mejor forma de ayudar a nuestros hijos es reconocer y buscar ayudas para nosotros mismos que nos permitan expresar nuestro dolor, nuestra ira, nuestra angustia y todas aquellas emociones que, si no son canalizadas previamente, pueden acabar siendo reprimidas o expresadas de manera brusca o masiva, afectando y perturbando a nuestros hijos.
En lo relativo a los niños y adolescentes vamos a tener en cuenta varios aspectos clave, con el fin de acompañarles adecuadamente en su duelo.
“NO ME DEJES SOLO, QUIERO ESTAR EN FAMILIA”:
Ofrecer al menor compañía y protección familiar
Lo primero que necesita un niño o adolescente en duelo es estar acompañado por sus seres queridos. Es vital, sobre todo durante los primeros días, que el niño no permanezca alejado de su familia por mucho que le hayamos dejado bien cuidado a cargo de un vecino o en casa de un amigo/a.
Los niños viven y sienten la muerte de un ser querido, en mayor o menor intensidad, como una forma de abandono, de ahí que sea absolutamente necesario acompañarles e incluirles en los rituales y reuniones familiares que tengan lugar. Proporcionarles la compañía de seres queridos que les den afecto y abrigo coloca a los menores en una situación de protección y de amor que les ayuda a combatir sus estados de aflicción, abandono, desconcierto y dolor.
En este contexto, puede ser muy recomendable que otro menor de la familia, un amigo o un compañero de colegio, pase unos días o unas horas cada día con él, sobre todo si el menor lo demanda u observamos que le sirve de ayuda para mantenerse conectado con su mundo de niños o adolescentes.
“PROCURA QUE MI DÍA A DÍA SIGA SIENDO EL MISMO”:
Restablecer cuanto antes su vida cotidiana
Es importante que el día a día de los niños y adolescentes pueda restablecerse y continuar de forma estable lo antes posible tras la pérdida de un ser querido.
Si se descuidan y dejan de tener lugar los horarios, las comidas, el colegio, los cuidados que normalmente les dispensa un adulto y conforman su día a día, etc., esto puede suponer nuevos duelos o pérdidas de tipo secundario. Estos cambios o carencias en sus rutinas podrían afectar al menor, creándole un mayor estado de inseguridad e incertidumbre. Es necesario restaurar lo antes posible su vida externa para favorecer el restablecimiento de su vida interna, ahora en situación de duelo.
Es común que los primeros días después de la pérdida de un familiar los niños manifiesten dificultades para comer, irse a dormir, estudiar o jugar, y que sea necesario ayudarles en estas tareas cotidianas. Las regresiones, es decir, los pequeños retrocesos en su autonomía (la necesidad de ayuda en tareas que antes hacían por sí solos) son absolutamente normales.
Lo importante es estar atentos a que, poco a poco, estas rutinas de su vida puedan ir restableciéndose con el fin de seguir favoreciendo su correcto desarrollo evolutivo.
“AYÚDAME A EXPRESAR LO QUE ME PASA”:
Favorecer que el menor pueda hablar y expresar lo que piensa, duda y siente sobre lo sucedido
Los adultos, especialmente en los primeros momentos de nuestro duelo, solemos necesitar desahogarnos acerca de lo ocurrido, así como recordar y hablar de la persona que hemos perdido.
Poco a poco, y a medida que va pasando el tiempo, puede suceder que vayamos dejando de expresar tan asiduamente cómo nos sentimos o hablando menos de nuestro ser querido,siendo entonces recomendable que sean otros adultos quienes nos pregunten y nos animen a hablar o a expresar de alguna manera cómo nos encontramos mientras el tiempo va pasando.
Sin embargo, en los niños no suele suceder así. El silencio puede instalarse desde el comienzo del duelo, siendo necesario que sean sus parientes más cercanos quienes propicien un ambiente receptivo y abierto que favorezca la comunicación.
Si nosotros, su familia, hablamos y recordamos con cercanía a la persona fallecida, si nos mostramos afectuosos y podemos expresar nuestros sentimientos, es más fácil que los niños puedan encontrar sus propios caminos de expresión y les resulte menos complicado hablar de lo sucedido:
- ¿Qué te pasa, mamá?
- Estoy llorando un poco porque me acuerdo de la abuelita, la quería mucho y la echo de menos.
Llorar me hace sentir bien porque me desahogo y me quedo más tranquila. ¿Te acuerdas de la abuelita?
- Sí, cuando me cantaba canciones.
- Es verdad, ¿quieres que recordemos alguna canción? Me gusta acordarme de ella porque fue muy importante para mí. La quería mucho.
“AYÚDAME A COMPRENDER”:
Conocer aquellas claves necesarias para explicar al niño y adolescente la muerte de un ser querido y ayudarle en su duelo
Para ello podemos recurrir a la tabla expuesta en el Capítulo 7: “Claves para explicar a los niños la muerte de un ser querido” (pág. 60), donde quedan expuestas las principales medidas a tener en cuenta cuando un niño se enfrenta a la muerte de un familiar.
A la hora de hablar y ayudar a un niño en duelo es bueno recordar fundamentalmente tres aspectos clave:
1. Decirle siempre la verdad en función de su momento emocional y cognitivo, así como dialogar con él para ir aclarando sus dudas y fantasías.
2. Explicarle la muerte en términos reales, atendiendo fundamentalmente a lo que la muerte tiene de irreversible, definitiva y final de las funciones vitales. Podemos apoyarnos en ejemplos de la naturaleza (la muerte de un pajarito, un ratón…).
3. Tratar de averiguar cómo se siente emocionalmente el menor tras la muerte del ser querido y aclarar todas aquellas circunstancias que, como consecuencia de la pérdida sufrida, puedan inquietarle o preocuparle: si se siente culpable, si teme quedarse desprotegido, si le angustia pensar que a otro ser querido le pueda pasar algo, o si le preocupa olvidar a la persona fallecida.
“GUÍAME SI LO NECESITO”:
Utilizar algunas herramientas útiles para ayudar al menor en la elaboración de su duelo
Existen algunas herramientas usadas por los expertos en duelo que los familiares también pueden aplicar si la comunicación directa y espontánea no funciona o se vive con dificultad.
Es habitual que los niños más pequeños comiencen a hacer uso del dibujo de forma natural como una herramienta de expresión y elaboración de sus inquietudes y emociones. No debemos preocuparnos si en sus dibujos aparecen cruces, ataúdes, el cielo, la persona tumbada o volando, porque todo ello entra dentro de la normalidad y de la realidad que está viviendo.
Es muy recomendable que aprovechemos estos momentos de expresión gráfica del niño para hablar con él sobre su dibujo y aclarar aquellas dudas o fantasías que podemos detectar gracias al mismo. Es importante que las preguntas sean abiertas y no incidan excesivamente
en las emociones del menor, porque podría comenzar a bloquearse. Es bueno preguntarle qué está pasando en el dibujo, que nos cuente una historia sobre él, que describa cómo se encuentran cada uno de los personajes que aparecen, etc. También es aconsejable evitar expresiones directas del tipo: “¿Cómo estás tú?”, “¿Tienes miedo?”, “¿Piensas mucho en papá o mamá?”, ya que pueden aumentar su angustia. Hablar a través del dibujo ayuda a que sus defensas no le bloqueen completamente. Si tenemos dudas acerca de cómo hablar con ellos, podemos consultar a un profesional y llevarle el material que el niño dibuja o crea en casa.
Otra vía de expresión de los más pequeños es el juego: no debemos alarmarnos si juegan a los entierros o actividades donde mueren animales, muñecos, personas, etc. Nuevamente,
el niño está expresando y tratando de elaborar lo sucedido. En estos casos, nuestra intervención como padres también se realiza a través de los personajes del juego, para desde ahí aclarar las inquietudes, temores o creencias erróneas que detectemos. Si nos resulta demasiado complejo o abrumador, es aconsejable nuevamente consultar a un profesional.
Para los niños más mayores puede ser de utilidad recopilar fotos de la familia en las que parezca la persona fallecida, hacer un álbum de recuerdos, escribir cartas, poemas o comenzar un diario íntimo. Este material puede servirnos para compartir con nuestros hijos sentimientos, emociones, inquietudes y poder elaborar el duelo y la despedida de nuestro familiar de forma compartida.
Es importante respetar en todo momento si nuestros hijos no quieren compartir este material con nosotros, pero sí podemos hacerles saber que estamos ahí para cuando lo necesiten y ser nosotros los que nos aproximemos a ellos mostrándonos cercanos, receptivos y expresando lo que también estamos viviendo.
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