El dolor es siempre fruto de la incomprensión, es un sentimiento tan profundo y, a veces, tan descontrolado que nos puede hacer cometer las más grandes aberraciones, así como a decir y pensar cosas excesivamente negativas, como por ejemplo: enfadarnos con la Vida o, lo que es lo mismo, enfadarnos con Dios.
¡Cuánta ignorancia encierra el dolor!, ¡cuánta incomprensión! Es un sentimiento que puede esclavizarnos de por vida o vidas, que puede generar reacciones espirituales de diversa índole, es un sentimiento que nos puede convertir en desdichados totalmente. Caemos en las garras del dolor, porque no entendemos qué es la auténtica felicidad.
La mayoría de nosotros sólo conoce la felicidad de un instante, como dice el dicho popular: Disfruta de lo bueno, que lo malo viene sin avisar; ésta es una frase muy oída y utilizada, pero revestida de una total ignorancia, es una frase sin sentido, es una frase vacía.
Sentimos la felicidad como pequeñas situaciones de la vida que nos proporcionan placer (como por ejemplo: una comida, una fiesta, la buena compañía, un viaje, el dinero, etcétera, etcétera), pero no nos damos cuenta de que la verdadera felicidad se encuentra en cada instante, uno a uno, en sentir la vida como una fuerza que nos interpenetra, en ver en todo lo que nos rodea algo que nos acompaña y embellece la vida, como algo que debemos contemplar y no cambiar, ver que todo es circunstancial y que la vida en sí debe servirnos para alcanzar algún día la auténtica felicidad, día en el que también la auténtica sabiduría formará parte e inundará nuestro SER.
Entonces el dolor no hará mella en nuestra alma, porque sabremos que todo tiene que fluir y refluir, que lo que estamos viendo sirve a unos propósitos que son divinos y que nunca debe ocurrírsenos juzgarlos.
Debemos trascender el dolor con el pensamiento hacia Dios, con el pensamiento de que el momento que vivimos no es eterno y sí algo apenas duradero.
Debemos sentir el dolor, pero no dejarnos embargar por él; debemos interiorizarlo y darle luz, la luz del conocimiento, la luz del amor, la luz de la aceptación, la luz de la fe, la luz de la libertad.
Así trascenderemos el dolor y lo incorporaremos a nuestra alma como un conocimiento más de nuestro bagaje espiritual. Seremos más ricos y más sabios, pues no permitiremos que ese sentimiento tan profundo canalice otros sentimientos de baja vibración para esclavizarnos y hacernos vivir otras situaciones todavía más dolorosas en otras vidas, ya que lo que no se aprende en primera instancia, se nos repetirá en una segunda, pero a mayor frecuencia, hasta que forme parte de nuestra alma, y quede bien asumido como enseñanza.
LA AUTÉNTICA SABIDURÍA DEL SER SE ENCUENTRA EN LA SIGUIENTE FRASE: SENTIR DOLOR ESTÁ BIEN, TRANSFORMARLO ESTÁ MEJOR.
Es una colaboración de : R.R.M.
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