Resumen del tercer Congreso de psicología del dolor y cuidados paliativos organizado en Barcelona, por profesionales de la medicina, psiquiatría, psicología y enfermería.
En el que se desarrolló un temario amplio y diverso en torno a las diversas dimensiones que comporta “LA LUCHA CONTRA LA MUERTE, EL MORIR, LAS PÉRDIDAS Y EL DUELO”, lo que se ha entendido como un fin esencial de la medicina, y en las que se mantuvieron un sano conflicto con el deber de la medicina de aceptar la muerte como el destino de todos los seres humanos, Y EL TRATAMIENTO PSICOLÓGICO, MÉDICO, DE ENFERMERÍA, ESPIRITUAL Y SOCIAL, QUE DEBERÍA OFRECERSE DE FORMA QUE SE FOMENTE, LA POSIBILIDAD DE UNA MUERTE TRANQUILA.
Los profesionales de la psicología más cercanos al individuo y su familia y amigos son conscientes de que lamentablemente, con demasiada frecuencia, la medicina contemporánea considera la muerte como una enemiga importante: mediante la prolongación de la vida en ocasiones más allá de toda noción de beneficio para el ser humano y la lamentable desatención de una asistencia humanitaria a los moribundos, como si el paciente que está muriendo hubiera perdido su derecho a recibir la atención, la presencia humana y el alivio eficaz de la medicina.
De modo implícito, en el congreso referido, la noción de muerte “prematura” estuvo presente en los distintos debates, pues dicha noción depende de las circunstancias históricas y culturales, de las tecnologías, las técnicas y los conocimientos médicos disponibles. Ya que la muerte “prematura” se da cuando una persona muere antes de haber tenido la oportunidad de experimentar las principales posibilidades que ofrece un ciclo de vida característicamente humano: la oportunidad de buscar y adquirir conocimientos, de establecer relaciones cercanas y afectivas con otros, de ver a los hijos u otras personas a su cargo llegar a adultos y hacerse independientes, de poder trabajar o desarrollar los talentos individuales de otras maneras y perseguir las metas en la vida de uno y, en general, de tener la oportunidad y capacidad de desarrollarse como persona.
Dentro de un ciclo de vida individual, una muerte puede ser prematura si, incluso a una edad avanzada, la vida pudiese preservarse o alargarse sin acarrear grandes problemas para el individuo o la sociedad.
Este y otros aspectos del morir fueron abordados acertadamente por los diferentes profesionales, que impartieron las conferencias y talleres. Un claro, sincero y desgarrador ejemplo del trabajo realizado en pro de los pacientes y sus familias que nos hizo creer aun más en los cuidados al final de la vida multidisciplinar. Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento a ambos profesionales.
La busca de una muerte tranquila ha de ser una meta, dado que la muerte nos llegará a todos. La medicina ha de considerar una prioridad la creación de unas circunstancias clínicas que favorezcan una muerte tranquila, entendida como una muerte en la que el dolor y el sufrimiento se reduzcan mediante unos cuidados adecuados, que no abandonen ni descuiden el paciente y en los que los cuidados se consideren igual de importantes para los que no vayan a sobrevivir como para los que sí.
Por supuesto que la enfermería, la medicina y la psicología por si solas no puede garantizar una muerte tranquila ni responsabilizarse por lo que las personas traen consigo a su lecho de muerte. Pero lo que sí pueden evitar es considerar la muerte como un accidente biológico evitable o un fracaso médico, ya que más tarde o más temprano, la muerte es, como ha sido siempre, el resultado inevitable incluso del mejor tratamiento médico.
En toda vida humana llegará un momento en que un tratamiento de soporte vital será inútil; se llegará al límite absoluto de las capacidades de la medicina. Pasando a ser el objetivo o responsabilidad principal de la atención la gestión humanitaria de la muerte, y probablemente la más exigente desde el punto de visto humano, y del médico-sanitario, que está obligado a reconocer en su paciente tanto su propio destino como las limitaciones inherentes a la ciencia y arte, cuyos objetos son seres mortales, no inmortales.
La retirada de tratamientos de soporte vital es otro de los grandes dilemas y caballos de batalla de los cuidados a quien muere, como sombra de la transitividad, ya que en lugar de simplificar la muerte, la ha convertido en un problema más complejo.
Ante el progreso médico y una tecnología que cambia constantemente, todas las sociedades tendrán que establecer unos patrones morales y médicos para la retirada de tratamientos de soporte vital en enfermos terminales, y en la medida de lo posible, pacientes y familiares deberán desempeñar un papel importante en tales decisiones, debiendo estar entre los criterios para su retirada, los que supongan problemas en el tratamiento para el paciente, los posibles beneficios que pueda tener para el mantenimiento de un tipo de vida aceptable para el paciente, y la disponibilidad de recursos para tratamientos agresivos en cuidados de agudos.
LOS CUIDADOS AL FINAL DE LA VIDA DEBERÁN SOPESAR INEXCUSABLEMENTE LAS NECESIDADES E INTEGRIDAD MÉDICA DEL PACIENTE Y FACILITAR UNA MUERTE TRANQUILA, FOMENTANDO SU BIENESTAR, MANTENIENDO LA VIDA CUANDO SEA POSIBLE Y RAZONABLE, Y RECONOCIENDO QUE LA MUERTE COMO TAL NO HA DE TRATARSE COMO ENEMIGA.
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