Más allá de lo que el entorno social y cultural va produciendo en cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida, hay sin lugar a dudas características propias que traemos al nacer.
Formas de reaccionar, carácter, inteligencia son marcadamente diferentes entre, incluso, los hermanos. O sea, nacidos con la misma herencia genética y con el mismo trasfondo social.
¿Por qué nacen seres dotados intelectualmente, con capacidades innatas, llamados muchas veces "niños prodigios" y otros con limitaciones profundas o discapacitados permanentes? ¿Qué hay de las diferencias entre el entorno social en el que observamos niños que nacen en un ámbito de miseria extrema, rodeados de situaciones de violencia física y mental, contrapuesto con niños que nacen en hogares normales, en los que se espera su llegada con amor?
Estos son sólo una muestra de los numerosos interrogantes que podemos hacernos y que nos hacen pensar en cómo funciona la justicia de Dios ante estas circunstancias.
La reencarnación y la ley de causas y efectos nos trae la respuesta.
Todos nosotros, al nacer, traemos una historia recorrida antes, que desemboca en la realidad de esta vida y lo que hagamos en esta vida tendrá sus consecuencias en la próxima y así en adelante elaboramos el progreso a través de las distintas experiencias que vamos aquilatando.
La ley de causas y efectos plantea que cada acto tiene su consecuencia, por ende vamos formando nuestro futuro con nuestros actos actuales y, muchas de las situaciones que vivimos en esta vida son la consecuencia de experiencias de vidas anteriores.
Desde esta perspectiva, nuestra visión se amplía y nos permite entender aquellas diferencias innatas de características y oportunidades que son moneda corriente en esta etapa del desarrollo humano.
Pero la filosofía reencarnacionista es explicativa de los fenómenos y no justificativa. Esto es, no debemos pensar que lo que les sucede a los seres que están pasando privaciones, dolores, es que simplemente están pagando deudas contraídas en otra vida y hay que dejarlos que así se cumpla.
Por el contrario, la ley de causas y efectos es una ley impulsiva de la acción, de la solidaridad y nos explica también que muchos seres pasan por situaciones de necesidad por diferentes motivos, pero que está en los hombres poder aliviar la pesada carga que llevan, así como desearíamos que otros lo hagan con nosotros en nuestra adversidad.
Así la reencarnación y la ley de causas y efectos vienen a traernos una visión abarcativa y optimista sobre la vida.
Abarcativa porque nos permite ver que nuestros esfuerzos, nuestros lazos familiares, nuestros afectos, perduran por sobre esta vida y prosiguen en otra existencia.
Optimista, porque aporta un mensaje idealista, nos permite entender más profundamente la justicia de Dios, y por ende trae un mensaje de confianza en el futuro, en la medida en que nos proyectemos con un sentido de progreso.
Entendiendo esa ley universal que nos dice:
“SE REGOGE LO QUE SE SIEMBRA”
Formas de reaccionar, carácter, inteligencia son marcadamente diferentes entre, incluso, los hermanos. O sea, nacidos con la misma herencia genética y con el mismo trasfondo social.
¿Por qué nacen seres dotados intelectualmente, con capacidades innatas, llamados muchas veces "niños prodigios" y otros con limitaciones profundas o discapacitados permanentes? ¿Qué hay de las diferencias entre el entorno social en el que observamos niños que nacen en un ámbito de miseria extrema, rodeados de situaciones de violencia física y mental, contrapuesto con niños que nacen en hogares normales, en los que se espera su llegada con amor?
Estos son sólo una muestra de los numerosos interrogantes que podemos hacernos y que nos hacen pensar en cómo funciona la justicia de Dios ante estas circunstancias.
La reencarnación y la ley de causas y efectos nos trae la respuesta.
Todos nosotros, al nacer, traemos una historia recorrida antes, que desemboca en la realidad de esta vida y lo que hagamos en esta vida tendrá sus consecuencias en la próxima y así en adelante elaboramos el progreso a través de las distintas experiencias que vamos aquilatando.
La ley de causas y efectos plantea que cada acto tiene su consecuencia, por ende vamos formando nuestro futuro con nuestros actos actuales y, muchas de las situaciones que vivimos en esta vida son la consecuencia de experiencias de vidas anteriores.
Desde esta perspectiva, nuestra visión se amplía y nos permite entender aquellas diferencias innatas de características y oportunidades que son moneda corriente en esta etapa del desarrollo humano.
Pero la filosofía reencarnacionista es explicativa de los fenómenos y no justificativa. Esto es, no debemos pensar que lo que les sucede a los seres que están pasando privaciones, dolores, es que simplemente están pagando deudas contraídas en otra vida y hay que dejarlos que así se cumpla.
Por el contrario, la ley de causas y efectos es una ley impulsiva de la acción, de la solidaridad y nos explica también que muchos seres pasan por situaciones de necesidad por diferentes motivos, pero que está en los hombres poder aliviar la pesada carga que llevan, así como desearíamos que otros lo hagan con nosotros en nuestra adversidad.
Así la reencarnación y la ley de causas y efectos vienen a traernos una visión abarcativa y optimista sobre la vida.
Abarcativa porque nos permite ver que nuestros esfuerzos, nuestros lazos familiares, nuestros afectos, perduran por sobre esta vida y prosiguen en otra existencia.
Optimista, porque aporta un mensaje idealista, nos permite entender más profundamente la justicia de Dios, y por ende trae un mensaje de confianza en el futuro, en la medida en que nos proyectemos con un sentido de progreso.
Entendiendo esa ley universal que nos dice:
“SE REGOGE LO QUE SE SIEMBRA”
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