PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

viernes, 12 de marzo de 2010

LA NECESIDAD DEL CAMBIO

¿EVOLUCIÓN MORAL? O ¿EVOLUCIÓN TECNOLOGICA?

Estamos en un período de la historia de la humanidad que, tal vez, solo estemos en condiciones de analizar con mayor profundidad de aquí a algunos años, pues, bajo el impacto de los acontecimientos, nos falta perspectiva histórica para el análisis sereno.

Desde hace mucho, entretanto, ya se identifican algunos vicios en el orden del comportamiento humana, político y social que, a la luz del pensamiento espiritual, pueden servir de reflexión y de estímulos a cambios que el mundo parece estar exigiendo.
En el centro de todos los análisis que hoy son realizados sobre los rumbos de la historia contemporánea es citado siempre ese fenómeno llamado globalización.

En una perspectiva espiritual, parece que no debemos condenar a priori el llamado fenómeno de la globalización. En una cierta medida, ella sigue una vocación histórica del ser humano que, en la misma proporción en que es capaz de reducir trabas a las relaciones con sus semejantes, también va creando vínculos que aproximan culturas, razas, creencias, hábitos sociales y económicos.
Globaliza, en tiempos de tan significativos avances en el campo de la comunicación, es aproximar, es crear mecanismos de convivencia, de intercambio de experiencias. Debería ser también el gran instrumento a utilizar en el campo de la solidaridad humana.

Es precisamente ahí que reside el problema. El llamado fenómeno de globalización explotó a partir de la fantástica acumulación de poder económico de algunas naciones, especialmente de una que, inteligentemente, fue capaz de producir tecnología y bienes de consumo en cantidad tal que le posibilita el indiscutible dominio material sobre todo el Planeta.

Ahora, en una perspectiva meramente mercantilista que ha inspirado el llamado neoliberalismo, la capacidad de producir bienes de mercado autoriza a una nación, un grupo económico o social a establecer las reglas de convivencia con ese mercado.

El poder político, antes definido por el concepto de soberanía de las naciones, poco a poco, va cediendo lugar al poder económico, las leyes de mercado pasan a ser el gran factor gerenciador de las relaciones humanas.

Ese principio es perverso. Más, aunque perverso, él caracteriza una fase previsible del camino de la humanidad.


En el Libro de los Espíritus, cuando, analiza la llamada Ley de Evolución, la coloca bajo dos ópticas: el desarrollo de la inteligencia y el desarrollo de la moral.


Y expresamente afirma que es natural al hombre desarrollar primeramente la inteligencia y, a continuación, en consecuencia de ella, desarrollar la moral.
Dice que el fruto (moral), no puede venir antes de la flor (inteligencia). Reconocen los espíritus que el desarrollo intelectual genera, en un primer momento, sentimientos de orgullo y egoísmo, capaces de despertar la ambición.


Mas, agregan: “pero semejante estado de cosas no tendrá mas que una época y cambiará a medida que el hombre comprenda mejor que, fuera del disfrute de los bienes terrenos, hay una dicha infinitamente mas grande y duradera”.

La felicidad a que los espíritus se refieren es aquella que solo la práctica del amor y de la caridad es capaz de proporcionar. La inteligencia que, en un primer momento, conduce a la falsa felicidad inspirada por el orgullo y por el egoísmo, debe también, en una fase siguiente, generar el sentimiento de solidaridad humana, bajo cuyo imperio las leyes y las relaciones entre los hombres, un día se deberán orientar.

Hay algunas muestras de que el ser humano se está dando cuenta de que es preciso establecer esa relación entre producción de riquezas y práctica de la solidaridad, factores que se encuentran enormemente desfasados.


Aún hace poco, un eminente hombre público del propio Estados Unidos de América, el economista Robert Reich, que fue Ministro de Trabajo del Gobierno, hablando en la OIT (Organización Internacional del Trabajo) traía este dato impresionante: en los últimos 30 años, el PIB del mundo creció en promedio 2,3% al año, lo que significa aproximadamente 100% considerado el período completo.


En ese mismo tiempo, la pobreza en el mundo fue multiplicada por 10, o sea, creció 1.000%. Esos datos significan exactamente que, gracias a su inteligencia, y a la aplicación de ésta en favor de la tecnología y del progreso material, el hombre ha logrado que la riqueza en el mundo crezca.
Más ésta permanece en las manos de pocos, en cuanto cada vez mayor es el número de pobres. Al incremento de factores intelectuales no ha correspondido un igual progreso moral de la humanidad.

Ese desequilibrio genera sufrimiento que termina afectando a ricos y pobres. Produce revueltas. Crea factores donde fácilmente se desarrollan los extremismos y los fanatismos políticos y religiosos; las discriminaciones raciales; el desorden, que es fruto de las injusticias.

El Libro de los Espíritus, reafirmando la vocación progresista del ser humano y de las civilizaciones, advierte en tanto que, aún, “el exceso del mal es necesario para hacer comprender la necesidad del bien y de las reformas”.

Los acontecimientos que en estos momentos esta sufriendo todo el planeta y a todos los niveles parecen ser un grito de alerta y la propia señal de cambios que deben llevarnos a la adopción de un nuevo paradigma para la humanidad.

Los conceptos espirituales que, cada vez están más extendidos y a su vez comprendidos, nos pueden ayudar a interpretar mejor el mundo en que vivimos.


Punto de partida para dejar a quienes nos continúen, las bases de un mundo mejor.

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