PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

lunes, 8 de marzo de 2010

"SE FUE DEMASIADO PRONTO"

Es un pensamiento que cruza la mente de todos. No importa si estamos hablando acerca de la muerte de alguien de 20 ó 70 años, o de alguien de 5 ó 50 años. Para aquellos que aman siempre es demasiado pronto.

Demasiado pronto para dejar ir. Demasiado pronto para decir adiós. Demasiado pronto para decir “esta vida ha terminado, y no hay más”.
Tales sentimientos solamente señalan lo preciosa que es la vida y la necesidad del espíritu humano para amar y ser amado. Porque lo que se ama fuertemente, no se deja ir fácilmente.
Pero debemos soltarlo. Sin aceptación no podemos seguir adelante. Nos encontraremos siendo empujados por los dolorosos pensamientos de culpa y pesar, más que animados por pensamientos gentiles y recuerdos agradecidos de una vida bien vivida.
Sin embargo, con frecuencia me he encontrado con individuos -y no solamente individuos que han experimentado una “pérdida repentina”, sino con gente que, en teoría, ha tenido “tiempo para prepararse” -para quienes la muerte de sus seres queridos resulta tan abrumadora que es todo en lo que pueden pensar y todo lo que pueden sentir.
Es casi como si se permitieran a ellos mismos dejar de sentir, y solo así pudieran aceptar la muerte de su ser amado.

Y eso no deben hacerlo. Ante su dolor, podríamos preguntarles para estar seguros: “¿ha muerto tu padre?”. Su respuesta seria “sí”, en un tono silencioso y apagado. Pero sus corazones no los dejarán aceptar la muerte sin finalidad.

Habiéndose ido demasiado pronto como para aceptarlo, se encuentran a sí mismos negando la muerte de aquel a quien aman.
En la superficie podemos decir: “Está bien. Cada uno atraviesa el dolor a su propio modo. A algunos les toma una semana o unos cuantos meses. A mí tal vez me tome un par de años”. La Biblia enseña sabiamente que hay un tiempo para todo.

Hay un tiempo para sufrir y llorar, pero también hay un tiempo para levantarse nuevamente y vivir.
Todos necesitamos tiempo de duelo, aunque conocemos muy bien a individuos cuyos sentimientos de pesar les han obstaculizado vivir sus vidas. Si vemos mas allá del velo de las explicaciones a medias, encontraremos un grito pidiendo ayuda y entendimiento. “Quiero aceptar su muerte.

Realmente lo deseo. Pero no puedo. Es demasiado doloroso. Deseo tanto compartir una plática más, otra cena en un restaurante, otra risa, un llanto profundo… Hay tanto que quedó sin hacer y decir… “.
Con frecuencia la gente busca reconfortarnos con el cliché de que “el tiempo cura todas las heridas”.
La realidad es que el tiempo es neutral. No es el tiempo en si el que cura, sino lo que hacemos con nuestro tiempo.

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