PARA EL ESTUDIO, COMPRENSIÓN Y DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y LOS PROCESOS DE LA MUERTE

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¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD SINO EN TU PROPIO CORAZÓN?

lunes, 28 de noviembre de 2011

SOBRE EL SUEÑO QUE HAY DETRÁS DE LA MUERTE

La duración del sueño que sigue a la muerte varía según las personas; en general, los jóvenes salen de él rápidamente y se lanzan entusiasmados hacia la vida nueva. En cuanto a las almas torpes, pegadas a la Tierra, este sueño aletargado puede durar años.

Este reposo, esta inconsciencia son necesarias al alma traumatizada por la enfermedad, el accidente, la agonía. Pierre Monnier alude a él en su carta del 8 de agosto de 1918:

Mamá, no temas a la muerte, yo la temí a pesar mío… no la conocía. Tenía un rostro desconocido que yo me imaginaba cubierto de sangre. Sí, ¡la temía! Pero cuando llegó, (tenía un rostro claro que se parecía al tuyo! Me quedé dormido en sus brazos; ella me consolaba con una voz que tenía el acento de la tuya. ) No era hacia ti, querida mamá, hacia quien tendía toda la ternura de mi pensamiento? Todo esto sólo duró unos momentos… te aseguro que no tuve tiempo de tener miedo.

Yo estaba aquí junto a ti y junto al pobre papá, tratando de consolarte (y sin poder conseguir hacerte comprender que estaba a tu lado! Después, llegó Granny y rezamos por vosotros. Pero cuando te calmaste, me quedé dormido. Cuando volví a ser consciente, Granny se inclinó hacia mí y me ayudaba a despertarme de ese sueño todavía material.
Todos los mensajeros coinciden en afirmar que la muerte es un despertar. Los niños inspirados lo afirman también. Catherine, 13 años, dijo a sus atónitos allegados: “CUANDO MUERA, VIVIRÉ… CUANDO SUENE LA MUERTE, SERÁ MI DESPERTAR.”

En numerosos mensajes que he reunido en un florilegio, Bertha, bajo cuyo dictado se escribió la notable obra titulada Cristo en vosotros, describe los primeros momentos de su nueva vida, llena de plenitud y perfección:

El nacimiento a la Vida verdadera debería ser como un despertar tranquilo, en una mañana luminosa, cuando la aurora ilumina la campiña e impregna todo de una pureza y una frescura como sólo puede hacerse en las primeras horas del día.

Fue sin sobresalto como tuvo lugar mi paso del mundo terrestre a la gran realidad del Más allá… Estas circunstancias agradables me facilitaron enormemente las cosas y comprendí con rapidez que me sería posible consolar a los que había dejado en la Tierra y hacerles compartir un poco mi alegría.

Como dijo Pierre Monnier, la muerte no rompe nada, ni el amor, ni la vida; muy al contrario, los hace crecer:

Ya veis, queridos amigos, “ir al cielo” es tener acceso a un estado de conciencia digna de DIOS. En ese estado, entramos en comunión mucho más plena que antes con todos nuestros amigos. Estamos más cerca de vosotros y podemos incluso conversar frecuentemente con vosotros. No existe pues separación, sino más bien UNIDAD superior, ya que la noción de distancia y de espacio deja de existir en el plano espiritual.

Por el hecho de que se encuentran ya en un mundo de vibraciones donde recuperan todo: la memoria, las percepciones, el movimiento, los sentimientos y los deseos, en una palabra, la personalidad, y por el hecho también de que tienen un cuerpo, los que pasaron al otro lado del velo no se dan cuenta de su situación:

Necesité tiempo para persuadirme de que había pasado por la experiencia de la “muerte”, como se la llama. Me encontraba, en efecto, llena de vida y respirando a pleno pulmón. En realidad, me sentía más viva que nunca. Era incluso casi demasiado para mí. Me sentía como subyugada y saturada por la REALIDAD. Gradualmente, todo adquiría a mis ojos un sentido y un valor infinitos.

Cuando Bertha dicta estos textos, se encuentra todavía en el mundo intermedio:

Me decía también a mí misma: ¡pero tú no estás en el Cielo! Me parecía, en efecto, que no me encontraba en un lugar muy definido. Percibía las cosas de otra manera. Tenía una conciencia nueva y viva de DIOS, de su PRESENCIA. Mis ojos comenzaban a ver. Tenía la impresión de que habían caído de mis ojos unas escamas y se había liberado mi visión interior. El Amor venía a ser como la respiración propia de mi ser. Era demasiado. Me sentí caer en el sueño. Pero luego ¡qué despertar!

Casi todos los mensajeros hablan de ese sueño reparador que se apodera de ellos en los primeros momentos. El despertar que sigue es un pasaporte para la felicidad:

Las aspiraciones más profundas de mi naturaleza estaban satisfechas; mi propósito más elevado conseguía su objetivo. Las verdades espirituales no eran ya distantes e inaccesibles: se integraban en mi ser íntimo. Comprendía, por otra parte, que siempre había sido así en la realidad profunda de mi vida. La única diferencia es que ahora había tomado claramente conciencia de ello. Me parecía estar dando mis primeros pasos en la vida verdadera. Era como un niño que todavía tenía todo que aprender, y desde entonces no he hecho otra cosa que progresar y abrirme.

Extracto del libro: LA NOCHE SE HACE LUZ
Autor: J. PRIEUR

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