YO SÉ QUE LA MUERTE DE UN HIJO DUELE Y MUCHO.
EL SENTIMIENTO ES DESGARRADOR, EL CANSANCIO INMENSO Y LAS GANAS DE VIVIR MUY TENUES. PERO PRECISAMENTE POR ESO NO VALEN LAS MEDIAS TINTAS.
Hay que ir recopilando, con ansia de coleccionista, todas las herramientas que nos ayuden a salir adelante. Una muy poderosa es el pensamiento positivo.
LOS PENSAMIENTOS, SOBRE TODO LOS REPETITIVOS, ACABAN CREANDO NUESTRA REALIDAD.
Como todos sabemos, cuando a un niño se le dice muchas veces que es malo acaba creyéndoselo y actuando en consecuencia. La energía del pensamiento es creativa. Pues bien, tenemos que utilizarla para que juegue a nuestro favor y no en contra. La mente en principio va por libre, pero podemos reconducirla. Se trata simplemente de tomar conciencia de lo que pensamos.
Por ejemplo, cuando uno piensa que no va a poder con algo y sé da cuenta que lo ha pensado, conviene contrarrestar este impulso dejando un resquicio a la esperanza: “hoy me parece que no puedo, pero tal vez mañana lo vea de otra manera”. Es bueno dejar una puerta abierta y buscar en cualquier situación, como agua en el desierto, la parte buena, que la tiene, aunque sea pequeña.
Es beneficioso convertir eso en un hábito, porque si nos dejamos llevar por el río de los pensamientos terroríficos que nos asaltan, nos hundimos. Estamos hablando de pura supervivencia.
Con el tiempo, al ir practicando, iremos descubriendo nuestros puntos flacos, nuestras creencias limitadoras. Eso es extraordinario porque así podremos modificarlas. Una creencia limitadora puede ser sentir en lo más hondo que la vida a uno siempre lo maltrata. Y así, acabamos atrayendo situaciones que confirman la creencia.
Yo, cuando encuentro una de mis creencia limitadoras, me paso el día pidiendo a Dios, a mis guías, a la fuerza divina que todos llevamos dentro, que me ayude a sanarla, a darle la vuelta hasta conseguir poner en su lugar una creencia amorosa, que de más frutos
Otra buena herramienta es el perdón. Yo sé que el perdón no tiene buena prensa, se ha abusado mucho del sentido superficial de esa palabra. Pero dejando de lado prejuicios, la verdad es que cuando perdonamos obtenemos un bien mayor; se nos ensancha el corazón, nos liberamos de la rabia y el rencor y de todo el humo negro que arrastramos. Es gratificante perdonar a los demás, pero sobre todo a nosotros mismos.
No se trata de ponernos una venda en los ojos o dar por bueno lo malo, no, pero castigarnos por nuestras flaquezas, errores y debilidades, por lo que no hicimos, o por lo que dejamos de hacer, o por nuestra forma de entender la vida, solo nos conduce al lado oscuro, no tiene nada de heroico, de sanador o amoroso, ni remedia lo irremediable.
Al contrario, nos hunde más en la miseria, crea a nuestro alrededor la sequía, la tristeza, la frustración, el desasosiego… El perdón, en cambio, eleva nuestra conciencia, abre perspectivas nuevas, crea bienestar y esperanza y, quizá lo más importante, permite al amor entrar en nuestra vida.
EL PERDÓN, CUANDO HABLAMOS DE PURA SUPERVIVENCIA, ES VITAL. ES UNA DE LAS MEJORES FORMAS DE DIRIGIR NUESTRA ENERGÍA, EN MOMENTOS EN LOS QUE DE POR SÍ YA HAY POCA.
LA CLAVE ESTÁ EN PERDONAR Y SOBRE TODO PERDONARNOS, SABIENDO QUE EN TODO MOMENTO HICIMOS LO QUE MEJOR SABÍAMOS.
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