ELISABETH KÜBLER-ROSS LEGÓ A SUS LECTORES Y LECTORAS EL CONSEJO DE VIVIR «PARA DECIR ADIÓS». SU RECOMENDACIÓN NO SE LIMITA A SONDEAR LA RUPTURA CON EL TABÚ DE LA MUERTE, SINO QUE EX¬HORTA A TRATAR CON DELICADEZA LOS BIENES QUE NOS HAN SIDO PRESTADOS Y LAS PERSONAS QUE NOS HAN SIDO CONFIADAS.
Un ejercicio saludable a este respecto con¬siste en caminar por la casa como si tuviéramos que despedirnos de ella (por ejemplo, porque nos trasladamos a una residencia de ancianos). Ponemos la mano sobre este o aquel mueble y recordamos cuándo y con quién lo adquirimos. Acariciamos un regalo de cumpleaños, la vajilla de boda, un libro particularmente estimado o las teclas de un piano que solíamos tocar.
Observamos la alfombra persa pagada a plazos, la cortina bordada, el joyero. No nos podemos llevar nada, pero qué bonito ha sido que estas cosas hayan estado aquí, contribuyendo al desarrollo de la propia personalidad. ¡Maravilloso! Entonces dejamos conscientemente todas las cosas, las entregamos en la imaginación a otras personas, quizá desconocidas, que podrían necesitarlas; y no¬tamos una ligereza y una agradable felicidad interior.
Llegados a este punto, podemos «despertar» del ejercicio y volver a retomar el orden del día. De forma análoga, también podemos hablar con una persona próxima como si fuera la última conversación que mantuviéramos con ella. Nos sorprenderemos de la conmovedora intensidad que genera esta imaginación.
Existe una metáfora aplicable a estos ejercicios según la cual, cuando nacemos, recibimos un cesto con el que podemos pasear por un jar¬dín para recoger fruta. Podemos recolectar libremente todo lo que haya en el suelo y los árbo-les. Hay quien no tiene fortuna y reúne frutos verdes o agusanados, y hay quien tiene suerte con la cosecha. Pero lo que es importante es que el cesto está concebido para recolectar y (!!!!) repartir. Lo llenamos de manzanas coloradas, nos alimentamos de ellas y regalamos la mitad para hacer sitio a las peras.
Cuando las peras están en el cesto, volvemos a dar una parte, con lo cual podremos añadir ciruelas y nueces… Al final del paseo, cuando se ha apro-vechado cada una de las frutas, dejamos definitivamente a un lado el cesto vacío. En realidad, la verdadera cosecha no se halla en el cesto, sino depositada en los graneros de la eternidad, con el esfuerzo de la recolección y la bondad del reparto.
VIVIR «PARA DECIR ADIÓS» SIGNIFICA VIVIR SIN MIEDO A LA MUERTE, SIN DESESPERACIÓN NI COLAPSOS MENTALES. ES DECIR, VIVIR CON ALEGRÍA Y DUELO, TAL COMO VENGA, PERMANENTEMENTE CONSCIENTES DE QUE, EN ESTE MUNDO TRANSITORIO, PODEMOS SER PARTÍCIPES DE UNOS VALORES QUE LA MUERTE ES INCAPAZ DE DESTRUIR PORQUE PROCEDEN DE UN MUNDO SUPERIOR.
VIVIR «PARA DECIR ADIÓS» SIGNIFICA NO QUERER AGARRARSE, AFERRARSE, NO SOBRECARGAR EL «CESTO». CON FRECUENCIA ESCUCHAMOS A LA GENTE DECIR QUE TOMARÍA DECISIONES MUY DISTINTAS SI VOLVIERA A NACER. POR ELLO, VIVIR «PARA DECIR ADIÓS» SIGNIFICA TAMBIÉN SER YA DESDE EL PRIMER —Y ÚNICO— MOMENTO DE NUESTRA VIDA TAN AMABLES Y MAGNÁNIMOS COMO NOS GUSTARÍA SER DESDE LA PERSPECTIVA DE LA DESPEDIDA.
Y ya que hablamos de despedidas, me gustaría, siguiendo el ejemplo de Elisabeth Kúbler-Ross, legar también a mis lectores y lectoras de este vuestro “blog” un consejo. Me siento impulsado sobre todo a «hacer testamento» en favor de aquellos que pasan por dificultades psicológicas, porque toda mi actividad después de mi profesión ha esta¬do y esta a servir de ayuda a todos ellos.
Sé muy bien que, al princi¬pio, cada uno se halla solo con su dificultad en medio del Universo y que la ayuda profesional también tiene sus límites. Pero es precisamente en estos límites donde las personas vislumbran no pocas veces un presente sobrehumano que lo domina. He aquí, por lo tanto, mi «legado», la experiencia de más de 20 años ayudando y apoyando psicológicamente a quienes lo necesitan:
« ¡No creáis en la utopía científica de que mediante la técnica y las píldoras se pueden arreglar las cosas! La técnica y las píldoras son inhumanas cuando no se alían con el espíritu del amor, ¡no caigáis en la resignación de aceptar que no hay esperanza! La verdadera esperanza supera lo alcanzable y lo inalcanzable de este mundo.
En lugar de ello, ¡tened presentes vuestras facultades interiores! Sois personas únicas, y como tales, “resuena” en vosotros un acorde que está en armonía con el amparo del Creador sobre sus criaturas.
Sois queridos desde el origen, bienvenidos desde el origen e invita-dos a contribuir en la formación de la comunidad humana con vistas al futuro. Tenéis a vuestra disposición todo lo que necesitáis para cumplir con vuestro cometido. A pesar de ciertas debilidades y defectos, no os falta de nada. Os bastáis para convertiros en un acorde en el que resuene el afectuoso amparo sobre lo que os ha sido confiado.
Acordaos de vuestra familia. No hay alegría en la vida mientras no impere la alegría de los que os rodean. En nuestra cultura, la familia se ha reducido, pero si vuestro corazón es grande, la podréis ensanchar un poco más.
Por lo tanto, también incluiremos aquí al cónyuge separado, a la prima que vive lejos, al hijo de una amiga, al buen amigo o a la mujer del vecino.
Sed pacientes e indulgentes con los errores de los miembros de vuestra familia y no tiréis la primera piedra. Aprended a escuchar con atención, a intentar comprender, a reaccionar con dulzura. Por muy difícil que sea vuestra dificultad interior, vuestro miedo o vuestro descontento, un clima familiar en armonía es el mejor clima curativo que existe.
»Aunque a veces os comportéis con demasiada agresividad, incluso hacia vosotros mismos, ningún ser humano en esencia es malo. Constantemente queréis defender algo, obtenerlo por la fuerza, conservarlo, ocultarlo, etc. No necesitáis hacerlo. ¡Daos rienda suelta! ¡Estáis protegidos! No os apeguéis a lo fácil y cómodo, no rehuyáis lo difícil e incómodo, arriesgaos a la aventura de la bondad y la nobleza.
Abríos a lo que el día os ofrece, porque los días están contados. Cada uno puede ser el último. Pensar al actuar y al conversar con el prójimo, porque así escogeréis con cuidado vuestros actos y palabras.
Y NO OLVIDÉIS DAR LAS GRACIAS, PORQUE NO HAY NI HA HABIDO NADA “MERECIDO”, TODO ES Y HA SIDO UN REGALO… POR UN TIEMPO. SI GUARDÁIS LUTO POR ÉL DESPUÉS DE EXPIRAR SU TIEMPO, TAMBIÉN TENDRÉIS QUE SER DIGNOS DE ÉL ANTES DE EXPIRAR SU TIEMPO.»
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