LA MUERTE EN LOS PREADOLESCENTES: DE DIEZ A TRECE AÑOS
Los preadolescentes entienden perfectamente todos los componentes que conforman la muerte. Saben que es irreversible, por lo que la persona no va a volver; universal, de modo que a ellos también les sucederá; y absoluta, se produce una finalización completa de todas las funciones vitales. Por tanto, pueden hablar en términos biológicos de lo que le sucede al cuerpo: parada respiratoria, del corazón, etc.
Los preadolescentes comprenden también el significado de los rituales funerarios y piden participar de ellos. Además, comprenden y saben cómo murió la persona y entienden el impacto y la reacción que provoca la muerte en sus familiares y en ellos mismos.
En esta etapa suelen hacerse muchas preguntas sobre las creencias religiosas o culturales que comparte la familia, pueden mostrar razonamientos críticos y sentirse escépticos al respecto. Además, desean saber más cosas sobre el más allá y sobre aquellas creencias en las que hayan sido educados. Se preguntan qué es el cielo o la resurrección. También sienten curiosidad por saber cómo viven la muerte otras culturas como, por ejemplo, aquellas que defienden la reencarnación.
Los preadolescentes son más conscientes y más capaces de proyectarse en el futuro y ver de qué forma la muerte del ser querido va a cambiar su vida. El hecho de tener una mayor conciencia de lo que significa la muerte a todos sus niveles -y de cómo ésta no les es ajena en absoluto- puede hacer que en ocasiones no quieran hablar de ello por lo sobrecogedor que les resulta que pueda ser “tan posible”. Comprender la muerte no es lo mismo que tener recursos para abordarla.
En este periodo evolutivo suelen reflexionar a menudo sobre su propia mortalidad. Sin embargo, les cuesta mucho poner palabras y verbalizar sus inquietudes. Tienden a bloquear estos sentimientos, precisamente por el coste y la dificultad que les supone afrontarlos.
¿QUÉ PODEMOS HACER Y DECIR?
Si los preadolescentes nos preguntan sobre la muerte, probablemente lo hagan movidos por sus propias inquietudes o temores. En este momento en que ya tienen más conciencia del impacto que puede causar la muerte en sus vidas, será muy importante que nos mostremos serenos y les hagamos ver cómo, aunque su mundo cambie, no va a desmoronarse.
En esta etapa puede ayudarles mucho que compartamos con ellos nuestros sentimientos o que les hablemos de las experiencias de duelo que hayamos atravesado cuando éramos más jóvenes. Necesitan escuchar que, aunque la muerte duela, podemos seguir adelante.
NUESTRO TESTIMONIO ES EL EJEMPLO MÁS FIABLE PARA ELLOS.
A esta edad es importante que favorezcamos la participación de los preadolescentes en los ritos funerarios, ya que ahora más que nunca -y por tener plena conciencia de lo que ha sucedido- necesitarán despedirse de la persona querida de la misma forma que el resto de sus parientes.
RECORDAR: LOS PREADOLESCENTES
Comprenden el significado de la muerte en su totalidad y lo que implica: irreversible, universal y fin de las funciones vitales.
Son plenamente conscientes de su propia mortalidad (y puede producirles mucha inquietud).
Se muestran muy interesados sobre el más allá, así como por las creencias religiosas o culturales que rodean a la muerte. Pueden mostrarse inquisitivos y escépticos.
Desean conocer más a fondo los ritos funerarios. Es aconsejable que participen en ellos.
Tienen una mayor conciencia de los cambios que la muerte traerá a sus vidas y a su futuro. Es necesario tranquilizarles al respecto.
Les cuesta mucho verbalizar lo que sienten y piensan sobre la muerte. Pueden sentirse abrumados al respecto. En ocasiones se muestran reacios a hablar.
Es importante que respetemos su tiempo y nos mostremos cercanos y accesibles.
También es fundamental darles seguridad sobre su propia vida. Hacerles ver que nosotros nos haremos cargo en lo posible de todo lo que necesiten.
Les resulta de gran ayuda conocer nuestras propias experiencias de duelo y saber que se puede volver a llevar una vida normal aunque alguien a quien queramos fallezca.
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